Javi Salgado es puro Bilbao Basket. Lo era como jugador, también cuando tuvo que alejarse de una entidad de la que era santo y seña y lo es ahora como componente del cuerpo técnico de lidera Jaume Ponsarnau. No duda a la hora de destacar el mayúsculo trabajo que ha llevado a los hombres de negro a poder ganar un título continental y pone en valor el hecho de disputar siempre que se pueda la FIBA Europe. “Nuestras opciones más realistas de poder ganar un título nos las proporciona esta competición”, argumenta.
¿Qué supone para usted esta final de la FIBA Europe Cup?
—Por encima de todo esta la vertiente profesional. Lo prioritario y principal es hacer bien mi trabajo, ayudar al equipo, a Jaume, a todo el staff, preparar todo lo que hay que preparar y eso es lo más importante. A partir de ahí, salen mis emociones como aficionado y como persona que lleva el Bilbao Basket dentro. Si ganamos será un subidón increíble y si perdemos pues tocará bajón y analizar y buscar el porqué de las cosas. Por encima de todo me centro en lo profesional y cuando todo acabe ya veremos qué emociones salen.
Hábleme de esos cinco minutos finales de remontada contra el Dijon. ¿Cómo se vivió desde el banquillo?
—La realidad es que todos lo veíamos muy complicado. Estábamos solo tres puntos arriba a falta de cinco minutos y teníamos que remontar 19. Hubo un momento en el que todo cambió. Uno de sus jugadores, McDuffie, empezó a hacernos gestos al banquillo, nos pitaron alguna técnica… Ahí se revolucionó un poco el partido. En un minuto encadenamos un parcial de 7-0, nos pusimos diez arriba y el objetivo ya no se veía tan lejos. Creo que ellos mentalmente lo vieron hecho a falta de cinco minutos, veían imposible encajar un parcial tan grande, y nosotros tuvimos la energía y la determinación suficientes, sobre todo a nivel mental, para seguir intentándolo hasta el final. Cuando ya nos pusimos doce o catorce arriba ellos se vinieron abajo y nosotros éramos ya un vendaval que era imposible parar. Es lo bonito de este deporte, que todo puede cambiar en un par de minutos. A nosotros también nos ha pasado en contra, perder un partido que vas ganado por diez en el último cuarto o por cinco en los dos últimos minutos. En este baloncesto con tantos triples y ritmo tan rápido se pueden fabricar este tipo de parciales tan importantes.
La virtud de creer, la del cuerpo técnico a la hora de transmitir y convencer sobre esa posibilidad y la de los jugadores de recibir el mensaje y confiar en él.
—Así es. Desde el cuerpo técnico, empezando por Jaume, se hizo una labor muy importante de motivación previa al partido. Hacerles creer a los jugadores que era posible, que se podía hacer porque ya lo habíamos hecho el año pasado aunque fuera con otro equipo y con otras situaciones. La gente decía lo de restar cinco minutos por cuarto y nosotros estábamos seguros de que no tenía por qué ser así, que se podía ir ganando por dos puntos en el tercer cuarto y acabar remontando, o hacerlo ganando por siete en el último… Muchas veces no sabes cuándo se va a romper un partido. De hecho, el guion fue totalmente distinto al del Legia Varsovia. Hicimos mucho trabajo previo de motivación, también de scouting para buscar las situaciones en las que les podíamos hacer daño y luego está el gran mérito de los jugadores, que siguieron creyendo hasta el final y sacaron esa fuerza en los minutos finales cuando lo fácil era acabar ganando de ocho y decir que lo habíamos intentado. Y mira, al final nos sobraron puntos.
¿Cómo percibió Miribilla en esos momentos? No fue un partido de llenazo, pero por el ruido y la presión ambiental lo parecía.
—Es que nos estábamos jugando una final, algo muy importante. Sabíamos que entre semana la gente tiene otras responsabilidades, los hijos, el trabajo… Es más difícil, pero la gente que vino estuvo a tope y mucha gente que no vino luego se arrepintió. Mucha gente que lo vio por la tele y decía qué pena no haber estado ahí, qué envidia…. Estas cosas pasan. Fue un partido de estos que hacen afición y que se van a recordar durante tiempo. Fue increíble, un gran día para nosotros y para el club.
Parece que puede ser un punto de reenganche, de volver a generar ilusiones nuevas.
—De hecho, en el siguiente partido contra el Gran Canaria, en otro horario complicado, se notaba un ambiente diferente. Había mucha energía, la gente estaba muy metida desde el primer momento… Miribilla siempre responde. Cuando el equipo está mal, te ayuda. Y cuando esta bien, se suma a la fiesta. Eso es algo que aprovechamos, de lo que estamos muy orgullosos y a lo que tenemos que sacar partido porque es un jugador más para nosotros.
En 25 años de historia del club, dos finales continentales y tres semifinales.
—No está mal, ¿no? Con todos los altibajos que ha habido dentro del club es algo importante. Yo viví las dos semifinales de Eurocup en Turín y Gasteiz y ahora estamos en una final y tenemos la posibilidad de conseguir el primer título fuera de LEB Plata del club. Es algo histórico. Todo esto quiere decir que los equipos han ido haciendo bien las cosas pese a los problemas que haya ido habiendo porque no es nada fácil llegar a este tipo de situaciones.
Repasemos esos hitos. La Final Eight de Turín fue la de la ilusión, cuando todo estaba aún por descubrir.
—Aquello era como un premio y llegamos hasta semifinales ante un Khimki que tenía un equipazo, con muchas estrellas. Y lo peleamos hasta el final, estuvimos ahí pero no pudimos. Ellos tenían un equipo más largo y potente y no pudimos ganar, pero fueron días de ilusión, con la afición viviéndolo con nosotros con mucha pasión… Fue la primera vez que el equipo asomó la cabeza a nivel europeo al más alto nivel.
La segunda, la Final Four de Gasteiz, fue un poco más decepcionante.
—Nos tocaba muy cerca de casa. También teníamos un buen equipo delante, el Alba Berlín, pero es cierto que ese día no estuvimos acertados, no hicimos un buen partido, no se tomaron buenas decisiones y a un encuentro puede pasar cualquier cosa. Ese día no estuvimos bien.
En la final de Charleroi ante el Lokomotiv Kuban ya no estaba en el equipo. ¿Se acuerda de cómo la siguió?
—Lo seguí por la tele y me impactó mucho ver una parte del pabellón repleta de nuestra afición y la otra casi vacía. Fue un partido muy cerrado e igualado, de pocos puntos y al final se lo llevó el Kuban. Es que es muy difícil ganar una final. A este nivel es muy difícil ser el mejor en algo y cuesta mucho. Por eso tener la oportunidad de jugar esta final hace mucha ilusión.
¿Cree que la gente valora en su justa medida el hecho de que el Bilbao Basket dispute esta competición?
—Nosotros entendemos que es la competición europea menos importante por decirlo así, pero no hay que olvidar que Zaragoza se ha quedado fuera, que Cholet, que va de los primeros clasificados en Francia, también; lo mismo el Tofas Bursa en Turquía… Sabemos que en la primera fase normalmente te toca un equipo potente y otros dos que no lo son tanto, pero a partir de ahí son partidos más complicados y los cruces ya son difíciles. Se debería valorar más. Incluso hay debate sobre si el Bilbao Basket tendría que jugar o no en Europa. Yo creo que tiene que hacerlo siempre que pueda. Te permite desarrollar el equipo, dar minutos a otros jugadores, te da visibilidad a nivel europeo y te da la posibilidad de llegar a una situación como esta, la de ganar un título. A día de hoy, es muy complicado que el Bilbao Basket pueda ganar la Liga Endesa o la Copa. Nuestras opciones más realistas están en esta competición, en la que el año pasado fuimos semifinalistas y ahora estamos en la final.
Si el PAOK Salónica, un club con títulos en Grecia y también en Europa, la vive y la celebre a lo grande…
—Es que al final todo el mundo quiere ganar y ver a su equipo ganar. Ellos están también ante la posibilidad de revivir viejos títulos y sensaciones y sabemos que nos vamos a encontrar una final muy complicada, sobre todo en el partido de vuelta. El PAOK está en la misma situación que nosotros porque imagino que en Grecia Olympiacos y Panathinaikos estarán a un nivel inalcanzable para ellos.
Parece que el equipo llega con chispa a este momento competitivo…
—Los dos partidos ante Dijon y Gran Canaria nos han dado mucho subidón. Con la baja de sus dos pívots cualquier equipo estaría fatal y nosotros hemos tirado de los jóvenes que han estado trabajando todo el año con nosotros, Bassala Bagayoko y Amar Sylla, quienes nos han dado una respuesta increíble Hemos tenido que ajustar la defensa e incluso los ataques porque tienen características muy diferentes sobre todo respecto a Tryggvi (Hlinason), pero la respuesta de todo el equipo ha sido increíble. Los jóvenes sobre todo nos han dado ese punch de energía, de mente limpia e incluso de inconsciencia en lo referente a salir y darlo todo, a tumba abierta, que nos ha venido muy bien en defensa e incluso a nivel ofensivo.
El equipo sufre el golpe más duro de la temporada, perder por 19 puntos en la ida de una semifinal europea y que los dos pívots del equipo se lesionen, y en siete días fueron capaces de cambiar todo para que el colectivo resurja de manera brutal.
—Los chavales han respondido muy bien y desde el cuerpo técnico hemos tenido mucho trabajo de análisis y de cambiar toda la estructura del equipo, dando la vuelta a toda nuestra defensa en aspectos tácticos y en ataque buscando la forma de sacar partido de los jugadores que entraban en rotación. En definitiva, sacar provecho de las posibilidades de saltar mas agresivos y recuperar muy rápido que nos daban Bassala y Amar. Tuvimos que cambiar prácticamente toda la defensa y ajustar el ataque. Por nuestra parte ha sido también bonito porque te pone nuevos retos y por parte de los jugadores, no solo de ellos dos, ha sido una adaptación increíble por el cambio de chip. Nos vino muy bien el partido contra el Real Madrid fuera para ir metiendo y ajustando las cosas nuevas para luego ir con todo contra Dijon y Gran Canaria.
¿Qué opina del PAOK?
—Es un equipo raro, con muchos jugadores polivalentes capaces de jugar en posiciones diferentes, con siete americanos y que tiene capacidad física no tanto por centímetros sino porque son capaces de ser sólidos en defensa. Es un equipo que hace muchas trampas, que en un partido te puede defender de una manera y en el siguiente hacerlo de forma muy diferente. Creo que va a ser una final en la que vamos a tener que ir aprendiendo durante los dos partidos, en el de casa y en el de fuera, mejorando en lo que tenemos que hacer. Lo tendremos todo visto de antes, pero hasta que llegue el partido no sabremos qué defensa nos van a hacer y cómo nos querrán atacar. En las posiciones de base y escolta tienen dos jugadores con mucha capacidad de anotación –Shavar Reynolds y Frank Bartley–, muy peligrosos, y será sobre todo a los que haya que controlar.
¿Le da mucha importancia al hecho de que la vuelta sea en Salónica? Lo digo sobre todo por el factor ambiental.
—Seguro que ellos tendrán su presión aquí. Seguro que Miribilla va a estar a tope y vamos a contar con un ambientazo. Lógicamente nos habría gustado tener el segundo partido en casa. Era lo que todos deseábamos, pero las normas de la competición son las que son, ha tocado así, ya pasamos contra el Tofas con el segundo partido fuera y habrá que pelearlo. Intentar hacer un muy buen partido en casa para luego tener algo de margen.
¿Se ha visualizado ya en el escenario de ser posible campeón?
—Sí, para qué te voy a engañar (risas). Cuando juegas una final solo hay dos opciones, ganarla o perderla. ¡Ojalá! Hablando del viaje, mi mujer anda con dudas sobre si venir o no, yo le digo que podemos ser campeones de Europa y ella me contesta que no le caliente, que tiene mucho trabajo. Pero es que igual salimos campeones en Salónica. Pueden pasar muchas cosas, pero la posibilidad la tenemos, también la ilusión… No le quiero dar muchas vueltas tampoco, sino centrarme en todo el trabajo previo.