El Bilbao Basket se viste de lobo en Miribilla y de cordero cuando sale de viaje. En los cinco partidos de la segunda vuelta, se está manifestando esta tendencia de forma peligrosa, sobre todo pensando en el duelo europeo del miércoles en Bursa donde será difícil pasar la eliminatoria si no eleva sus guarismos anotadores. En los tres últimos partidos fuera de casa, los hombres de negro promedian 71,5 puntos a favor. En los dos de casa, son 93,5, una diferencia excesiva que sigue lastrando las posibilidades del equipo de sumar victorias con continuidad.

En las dos salidas más recientes, el Bilbao Basket se han encontrado con dos rivales de similar, que imponen un ritmo muy alto y que penalizan cualquier tramo de debilidad. Ayer los de Jaume Ponsarnau jugaron bien sus bazas desde el punto de vista táctico, pero siempre fueron por detrás en el marcador porque faltó de nuevo lo esencial: el acierto. El Bilbao Basket tiró más veces a canasta que el Valencia, lo que tiene mérito, pero le condenaron sus pobres porcentajes de tiro, sobre todo de dos puntos en los que se dejó por debajo del 40%. La defensa taronja llevó a los bilbainos hacia el centro de la zona y allí se acumularon los errores en lanzamientos, muchos con contacto, que los locales castigaron a la carrera.

Ya se sabe que al equipo de Pedro Martínez no le importa tirar más triples que de dos puntos, ni perder balones con tal de que el partido no se pare, y ayer no fue una excepción. Todo se decidió de nuevo en el juego de perímetro y ahí al Bilbao Basket le fallaron de nuevo claves. Entre Dragic y Cazalon no sumaron ningún punto y Abdur-Rahkman se fue a diez, pero no acertó ninguno de sus cuatro intentos de tres puntos. El mismo registro tuvo el francés, que tras su prometedor debut parece desubicado y ansioso por demostrar su nivel. Así, Rubén Domínguez tuvo que asumir una responsabilidad excesiva y forzó tiros que no suele hacer. Kullamae metió los dos triples que intentó, pero solo tuvo ocho minutos de juego dentro de esa sobrepoblada rotación exterior que busca más energía, pero no da con la tecla del acierto, al menos fuera de casa.

TRIPLE A TRIPLE

Esto contrastó con las prestaciones de los exteriores de Pedro Martínez, cuyo estilo de juego convirtió a Hlinason en un elemento extraño en defensa al tener que salir muy lejos del aro y en un distribuidor más que un finalizador en ataque. Con todos los jugadores muy abiertos, el Valencia Basket genera muchos espacios y pasillos para que sus bases ganen la zona y todos carguen el rebote ofensivo para encontrar tiros abiertos. Si ocurre que sus porcentajes son altos, las posibilidades de ganarle se reducen casi a la mínima. Ojeleye y Puerto, con cuatro triples cada uno, fueron puñales y cortaron cualquier intento del Bilbao Basket de recortar las distancias.

La frustración llevó al final a los visitantes a cometer faltas blandas y a perder varios balones sin dueño que cayeron en manos taronjas no hicieron más que colocar un marcador exagerado. Pero las buenas intenciones tienen que ser refrendadas con canastas y el Bilbao Basket se está quedando muy corto fuera de casa.