Con el paso de las jornadas, todos los equipos van adquiriendo una estructura reconocible y una identidad, una suma de puntos fuertes y debilidades que componen su personalidad, la cual, evidentemente, puede ir cambiando y corrigiéndose a base de trabajo en la sala de máquinas. Tras la disputa de las primeras siete jornadas de la Liga Endesa, del Surne Bilbao Basket puede decirse de momento que es un conjunto notablemente competitivo en cualquier ecosistema, en Miribilla o lejos de su feudo, ante rivales de similar rango al suyo o de la zona noble; capaz de jugar buen baloncesto, de mandar e imponer su propuesta durante grandes fases de los encuentros y muy solvente ante su público pero, por contra, de colmillo poco afilado en ambientes hostiles cuando las contiendas llegan a sus tramos decisivos.

Cuando un patrón se repite, sobre todo si es negativo, conviene prestarle especial atención. Con un buen balance de 3-4 atendiendo a la dureza del calendario, el conjunto vizcaino ha perdido tres de los cuatro encuentros que ha disputado a domicilio siguiendo un guion similar: dominio en el luminoso durante muchísimos minutos para desfondarse en el acto final. Incluso en la victoria en la pista del Coviran Granada hubo cinco minutos iniciales de último cuarto (del 48-66 al 62-69) que apuntaron a la taquicardia.

Cierto es que en baloncesto de hoy en día, cada vez con más posesiones y más gusto por intentar sumar de tres en tres puntos, los parciales abultados, a favor y en contra, se han convertido en más habituales, pero en el caso de los hombres de negro los baches tienen el hilo conductor de centrarse en los tramos finales. En Murcia –favorables 59-71 a falta de 5:51 y 67-75 a 3:27– y el pasado domingo en la cancha del colista Girona desembocaron en prórrogas con muy pocas opciones de victoria, mientras que en la pista del Gran Canaria el 21-9 en los diez minutos finales –30-9 en los últimos 12:30 tras ir ganando por 50-58– fue incompatible con el triunfo. Y lo llamativo es que en esas tres derrotas a domicilio el conjunto de Jaume Ponsarnau estuvo durante más de veinte minutos al mando del luminoso: 20:07 ante los de Sito Alonso, 24:59 contra los de Jaka Lakovic y 36:02 en la cancha de los de Fotis Katsikaris.

“Tenemos que hacérnoslo mirar porque nos ha pasado unas cuantas veces fuera de casa. Miraremos lo que hacemos mal y lo corregiremos”, reconoció el entrenador de los hombres de negro al término de la última contienda. Y es que el desplome de sus guarismos en los cuartos finales y las dos prórrogas de sus cuatro encuentros a domicilio, incluido el que acabó con victoria, es considerable. No pasa del 35,2% en tiros de campo y a pesar de que su nivel de acierto en lanzamientos de dos puntos es bueno (20 de 40) el drama radica en los triples: un paupérrimo 16,1% con cinco dianas de 31 intentos. Incluso el listón del acierto en los tiros libres deja bastante que desear, con un escuálido 61,3% mientras que sus rivales consiguen un 82,6%. Además, ha encajado 12 puntos en cada una de las dos prórrogas disputadas y por encima de los veinte puntos en cada uno de los actos finales del tiempo reglamentario fuera de Miribilla.

Ganar fuera de casa es muy difícil. Para el Bilbao Basket y para cualquier equipo de la zona media-baja de la tabla. Y muchas veces haber estado muy cerca de lograrlo para ver cómo se escapa al final deja peor sabor de boca que derrotas en las que las opciones de éxito han sido nulas o escasas, aunque en estas los síntomas que trasladan los equipos sean mucho más negativos. De momento, ya ha cazado un triunfo, en dos partidos lo ha tenido en sus manos hasta la última bocina y en el otro tampoco estuvo nada lejos de conseguirlo. La sensación de oportunidad perdida duele, pero siempre será mejor quedarse cerca y no lejos.