EN esta época en que en los vestuarios deportivos y en las relaciones humanas la palabra “bro”, por brother, está en boca de todo el mundo como expresión importada y muchas veces manida, en el Obradoiro pueden emplearla con propiedad. En el conjunto gallego que se medirá mañana sábado al Surne Bilbao Basket juegan Thomas y Phil Scrubb, hermanos canadienses nacidos en el área metropolitama de Vancouver hace 31 y 30 años, respectivamente. En la historia de la ACB han coincidido muchas parejas fraternales en el mismo o en distinto equipo, pero nunca había ocurrido que dos hermanos extranjeros vistieran la misma camiseta al mismo tiempo.

De hecho, los Scrubb llevan ya una década como profesionales y nunca habían compartido equipo, salvo en su etapa formativa y en la selección absoluta de su país. En Santiago de Compostela pueden recordar los años en que fueron compañeros con mucho éxito en los Carleton Ravens, en la liga universitaria de su país, el mismo centro donde también estudió otro jugador de la Liga Endesa, Aaron Doornekamp, del Tenerife. Thomas, zurdo y que juega de tres, y Phil, diestro y base-escolta, han dado muchas vueltas por Europa, han pisado incluso los mismos países, pero sus trayectorias siempre se cruzaron hasta que una situación desagradable y azarosa provocó su reencuentro en el Obradoiro.

El mayor de los hermanos firmó la pasada temporada con el conjunto compostelano, donde ofreció un rendimiento notable, y con el curso avanzado se produjo la invasión rusa de Ucrania. Phil estaba en el Autodor Saratov, a orillas del Volga, muy lejos de pensar que el destino le iba a ofrecer una gran oportunidad. Con las sanciones a los equipos rusos, el menor de los Scrubb, que ya conocía la Liga Endesa tras una estancia anterior en el Estudiantes, quedó libre en el mercado cuando el Obradoiro buscaba un refuerzo para asegurar la permanencia. Era una situación ideal para los dos lados, un momento oportuno, y en Santiago la aprovecharon.

Tal es así que la prioridad de los gallegos en el pasado verano fue renovar a la pareja canadiense, que aporta mucha consistencia, fiabilidad y versatilidad a la propuesta táctica de Moncho Fernández. Además, el buen carácter de ambos, alejado de las estridencias y las distracciones, les hizo encajar muy bien en el entorno de un club modesto que tenía claro que Thomas y Phil Scrubb, junto a otros fichajes de calidad del verano, les podía llevar a otro nivel y pelear por los puestos europeos.

Los dos canadienses pueden acertar o fallar en la ejecución, pero rara vez sus decisiones se salen del libreto marcado y son muy resolutivos en situaciones de estrés, como demuestra que ambos están por encima del 86% en tiros libres. Por ejemplo, una canasta de Phil dio una victoria de prestigio a su equipo en el duelo en Fontes do Sar ante el Barça y varias acciones de ambos fueron claves para el ajustado triunfo de la primera vuelta en Miribilla hace un mes y medio.

Media hora en cancha

El técnico del Obradoiro confía mucho en los Scrubb, que aparecen entre los diez jugadores más utilizados. Entre los dos, juegan 57 minutos en los que aportan 22,3 puntos, 8,1 rebotes y 5,6 asistencias, números destacados para un equipo que ha rozado la clasificación para la Copa con la mejor primera vuelta de su historia. “Tenemos un equipo resistente y nos merecemos estar donde estamos”, afirma el mayor de los hermanos, que además hace unas semanas celebraron el regreso de su compatriota Kassius Robertson para formar un trío canadiense que está haciendo soñar a la afición de Santiago de Compostela, que hace dos semanas vio caer también al Baskonia y que espera que su equipo siga sumando ante un Bilbao Basket en crisis.