EL Bilbao Basket va quedándose sin balas en la recamara en su pugna por sobrevivir en la Liga Endesa. Santiago de Compostela tampoco fue el sábado el escenario de su renacer y los hombres de negro, desdibujados en lo baloncestístico y cabizbajos en lo mental, no fueron capaces de imponerse a un rival que llevaba más de un mes en barbecho, sin competir por culpa del covid-19. Parecía que por una vez las circunstancias iban a jugar a favor del conjunto vizcaino, que su recuperación de efectivos y la prolongada inactividad, enfermedad incluida, de su rival podían decantar hacia su lado la colisión de fuerzas, pero ni por esas. El equipo de Álex Mumbrú, sin contar con una estructura definida ni una identidad marcada. Tanta salida y entrada de jugadores por lesiones y fichajes que no dieron el resultado esperado han hecho que aún, arrancando febrero, parezca un conjunto en construcción. Y eso en la cancha se paga caro.

En la previa del duelo ante los gallegos, Mumbrú subrayaba que para una escuadra como la suya recuperar efectivos es fundamental por el modus operandi que ha venido marcando su pizarra desde que cambiara la equipación de corto por el traje y la pizarra. "Jugamos muy en equipo, rotamos mucho porque queremos jugar con intensidad alta y cualquier baja se nota", apuntó. El problema es que, a diferencia de los dos cursos anteriores, en el presente no hay un grupo de nueve o diez jugadores con rendimiento fiable dentro de un partido, ni mucho menos sostenido durante varios seguidos. Salvando a Ondrej Balvin, que hizo gala de una acreditada solvencia hasta el momento de su lesión, las constantes vitales del resto de la plantilla han tenido demasiados dientes de sierra, mezclando apariciones esperanzadoras con otras insuficientes. En ese ecosistema, se hace muy complicado aspirar a contar con una rotación fiable de nueve o diez piezas porque, para empezar, haría falta encontrar un quinteto al que se le pudiera aplicar ese calificativo.

Uno de los rasgos identitarios del Bilbao Basket de las dos anteriores temporadas era su capacidad de ser reconocible estuviera quien estuviera en cancha. La idea de las rotaciones constantes funcionaba porque había materia prima para llevarla a la práctica. Cada pieza engarzaba perfectamente con las otras e incluso no era extraño el partido en el que desde el banquillo salía un jugador que solucionaba un partido regular de un compañero o incluso mejoraba uno bueno. Esta campaña esto apenas sucede. No es nada anormal, atendiendo a los estrechísimos márgenes en los que se mueve el Bilbao Basket a la hora de trabajar en el mercado, por lo que le corresponde al cuerpo técnico decidir sobre la conveniencia de mantener su apuesta por intentar hacer el equipo largo o adaptar su libreto a las circunstancias y optar por un núcleo de confianza más reducido.

El factor mental

Sigue habiendo tiempo por delante para corregir el rumbo, pero las sensaciones a día de hoy no son en absoluto positivas. El lenguaje gestual del grupo deja claro que las derrotas han hecho mella en unos jugadores cuyo nivel de confianza y capacidad para controlar las emociones parece en reserva. Las profundas desconexiones que disparan en el marcador a los rivales, los errores de bulto en forma de pérdidas de balón en situaciones no forzadas, el hecho de que el rendimiento de la mayoría de la plantilla esté por debajo de lo que de ella se podía esperar... Son síntomas de equipo atenazado, superado por momentos por una situación que no deja de ser un círculo vicioso. Para quitarse los nervios de encima hacen falta victorias, pero conseguirlas partiendo de ese estado de ánimo es muy complicado. En este tipo de circunstancias acostumbra a hacer falta un chispazo, algo que haga cambiar la dinámica antes de que la espiral negativa se haga eterna. Quizás el periodo de dos semanas sin partidos que se abre tras el duelo del sábado ante el Barça (llega el turno de la Copa y las ventanas FIBA) pueda servir para resetear mentes, curar heridas y afrontar con mirada más afilada los decisivos tres duelos que aparecerán acto seguido en su horizonte: GBC, Betis y Estudiantes.

El Bilbao Basket tiene claro el equipo que quiere ser, pero por lo visto carece de los ingredientes necesarios. No hay nada reprochable en su actitud. Incluso es factible que el exceso de responsabilidad juegue en su contra, pero puede que necesite variar su partitura de juego, partir de distintas premisas para lograr otros resultados. Por ahora, es un equipo necesitado de sesiones de diván.