HACE poco más de un año, en los compases finales del curso 2016-17, el pequeño Isaiah Thomas (Tacoma, 7-II-1989) se encontraba en el punto más álgido de una carrera deportiva que por aquel entonces parecía de cuento de hadas. De director de juego despreciado por su escasa altura (1,75 metros) y elegido último (puesto 60) en el draft de 2011 a gran estrella de los Boston Celtics, una de las franquicias con más pedigrí de la NBA, firmando registros anotadores nunca vistos en la competición. Su nombre entró incluso en la carrera por el MVP y su rendimiento en el play-off luchando contra la tragedia le convirtieron en un héroe para la exigente afición del TD Garden. Pero en los últimos catorce meses su carrera y su vida han cambiado de forma abrupta y cuando todo apuntaba a que por fin había llegado su momento para rubricar uno de esos megacontratos que tanto se estilan últimamente en la NBA (aspiraba al máximo, a uno que rondara los 200 millones de dólares por cinco cursos), Thomas ha firmado esta misma semana con los Denver Nuggets por el mínimo para un jugador con sus años en la competición -dos millones- y un único curso tras una campaña ramplona por culpa de las lesiones en la que solo pudo disputar 32 partidos con las camisetas de los Cleveland Cavaliers y Los Angeles Lakers.
La campaña 2016-17 protagonizada por Thomas fue absolutamente descomunal, el punto culminante de un camino que le llevó desde lo más bajo de la NBA hasta la cúspide a base de garra y talento, de un fuego interior propio del que tantas veces se sintió minusvalorado por su corta estatura. Merced a sus penetraciones suicidas desafiando a gigantes mucho más altos y voluminosos que él, su brutal capacidad de anotación desde el perímetro y un liderazgo espectacular, Thomas se convirtió en el primer jugador de 1,75 en jugar dos All Star, anotó más puntos que nadie en los últimos cuartos de los partidos desde que la liga registra esos datos -se fue a los 29 en una ocasión-, fue el tercer máximo anotador de la liga (28,9 puntos) solo superado por Russell Westbrook y James Harden y acabó elegido en el segundo mejor quinteto de la liga. Pero su mayor demostración de carácter estaba aún por llegar. En plena disputa de la primera ronda del play-off, ante los Chicago Bulls, su hermana pequeña, Chyna, falleció en un accidente de tráfico, lo que no evitó que Isaiah saltara a la cancha horas después de conocer la noticia y anotara 33 puntos. Una vez superada la eliminatoria, cruzó el país para asistir a su funeral y pocas jornadas después, el día que Chyna habría cumplido 23 años, metió 53 puntos ante los Washington Wizards. La víspera se había sometido a una cirugía bucal de más de seis horas tras perder un diente en el anterior duelo en plena lucha por un balón.
Episodios así le convirtieron en un héroe para la ciudad de Boston. Pero Thomas es humano y sus recurrentes problemas de cadera le hicieron perderse los últimos duelos de la final de conferencia ante Cleveland. Poco podía saber entonces el base que ya había jugado su último partido con la camiseta verde y que aquella dolencia, cuyo origen algunas fuentes médicas databan de dos meses atrás mientras que otras se retrotraían a diciembre del año anterior, iba a llenar de turbulencias una carrera que parecía haber despegado de manera definitiva. En agosto de 2017, los Celtics no desperdiciaron la oportunidad de hacerse con los servicios de Kyrie Irving y, a cambio, enviaron a Thomas a los Cavaliers en un traspaso que estuvo cerca de truncarse precisamente por el estado de su cadera. Cleveland, una franquicia en la que sus puntos iban a ser necesarios como lugarteniente de LeBron James, podía ser un buen punto de reenganche para su carrera. La franquicia de Ohio esperó pacientemente hasta enero de este año para que su reaparición fuese una realidad, pero el maridaje entre Thomas y unos Cavaliers irregulares e inconsistentes no funcionó, por lo que en febrero volvió a ser traspasado rumbo a los Lakers.
Con la franquicia angelina tuvo actuaciones individuales notables, pero a finales de marzo tuvo que dar por concluida su temporada para someterse a una artroscopia en su cadera derecha, que seguía sin sanar del todo. Agente libre, la posibilidad de firmar un megacontrato, que hace catorce meses se daba por segura, brilló por su ausencia y solo los Denver Nuggets han confiado en él. ¿Será el fin del cuento de hadas o solo otra adversidad que superar?