HACE dos años exactos, jugar un partido de baloncesto era misión imposible para Przemec Karnowski (8-XI-1993; Bydgoszcz, Polonia). Trotar era una quimera, también andar. El simple acto de incorporarse para salir de la cama resultaba ya una tortura para el pívot, que por aquel entonces militaba en la NCAA, en Gonzaga. “Necesitaba prácticamente una hora para arrancar el día”, rememoraba el pasado mes de febrero en Sports Illustrated. Su rutina era la siguiente: primero, arrastrarse desde la cama para caer al suelo; posteriormente, gatear por la alfombra; por último, agarrar con una mano la muleta y con la otra el pomo de la puerta para poder incorporarse. Una seria lesión de espalda había echado ya por tierra su temporada senior -consiguió la condición de redshirt para poder jugar un curso más-, pero nada funcionaba para curarla. Quiroprácticos, acupuntura... Nada. El jugador no quería pasar por el quirófano, pero al final no pudo evitarlo porque “llegó un momento en el que no aguantaba el dolor ni siquiera tumbado”. El 30 de diciembre, desesperado, acudió al hospital con su médico para buscar un nuevo diagnóstico y este fue contundente: la operación era imprescindible y debía ser inmediata. Pasó por el quirófano horas antes de Nochevieja.

Han pasado ya dos años desde aquella amarga experiencia y el pívot polaco vive este curso su bautismo de guerra como profesional en las filas del Morabanc Andorra, rival hoy del Bilbao Basket. Aquel problema de espalda ha quedado ya en el olvido, pero se ha convertido en un handicap a la hora de buscar nuevos horizontes tras su notable curso pasado en Gonzaga tanto en lo individual (promedios de 12,2 puntos y 5,8 rebotes) como en lo colectivo (alcanzaron la final de la NCAA, donde cayeron ante North Carolina). “En las conversaciones con las franquicia de la NBA siempre salía el tema de la lesión, a pesar de que mis informes médicos estaban disponibles para el que quisiera verlos”, afirmó en verano. Con su 2,16 de altura y sus 136 kilos de peso, nadie apostó por él en el draft, tampoco encontró un billete hacia la competición estadounidense en las Ligas de Verano y finalmente firmó por el conjunto de Joan Peñarroya a finales de julio.

Y es que la operación de hace dos años no fue el final de su calvario. Una semana después sufrió una severa infección que le llevó a perder hasta 27 kilos de peso y los médicos le dieron un plazo larguísimo de recuperación: diez meses, casi el comienzo del nuevo curso. Pero el pívot, al que muchos veían como futura primera ronda del draft antes de la lesión, trabajó a destajo, regresó a los entrenamientos tres meses antes de lo esperado y acabó jugando todos los partidos del pasado ejercicio con Gonzaga, siendo una de las piezas claves, junto a Nigel Williams-Goss (Partizan) y Zach Collins (Portland), del exitoso curso de los Bulldogs. De hecho, Mount Karnowski, como le apodaban en el campus, terminó su periplo universitario como el jugador con más victorias en su periplo NCAA, con un total de 132. De apariencia tosca y ruda pero poseedor de un buen toque de muñeca desde la media distancia y de una gran visión de juego, la transición al profesionalismo no le está resultando fácil (7,9 puntos, 2,5 rebotes).