Bilbao - Kevin Durant se ha enfundado en estas finales de la NBA el mismo traje de superhéroe que lució el año pasado LeBron James para completar su misión de devolver la gloria a Cleveland, una ciudad que acumulaba 52 años sin que sus equipos lograran un título profesional. Esta vez es Durantula el que lleva dentro el fuego competitivo necesario para pasar por encima de cualquiera y hacerse con el anillo de campeón. Se encuentra en una misión desde que decidió el pasado verano alistarse en los Golden State Warriors en pos del título y no parece dispuesto a parar hasta conseguirlo. Es Durant el que se ha erigido en punta de lanza de una franquicia dispuesta a hacer historia después de colocarse a una victoria de la gloria tras asaltar en la madrugada del jueves el Quicken Loans Arena. Los Warriors no conocen la derrota en play-off y su 15-0 en postemporada es ya el mejor de la historia de las cuatro grandes ligas estadounidenses, mejorando el 14-0 de los Pittsburgh Penguins de la NHL, curso 1992-93.
Fue una batalla preciosa entre dos equipos con sus engranajes al límite, entre dos grupos humanos que amenazan con llevar al baloncesto a un nuevo nivel, pues pocas veces, quizás nunca, se ha visto sobre una cancha tanto nivel de acierto a tan elevadas revoluciones. A diferencia de los dos primeros partidos, sendas palizas de los Warriors, esta vez Cleveland, con el apoyo de su público, no gripó el motor en el tercer acto. Al contrario. Con Kyrie Irving absolutamente desatado y LeBron en plan dictatorial amasaron un interesante 94-87 a trece minutos del final. Los de Steve Kerr achuchaban, los de Tyronn Lue resistían y el 113-107 a 3:10 del final auguraba un triunfo local para insuflar algo de chicha a la final. Error. Hasta ahí llegaron los anfitriones, fundidos. Gozaron de dos oportunidades para ampliar esa renta, las desaprovecharon y los Warriors olieron la sangre. Bandeja de Stephen Curry para el 113-109; tiro de Durant para el 113-111. Temblaban los Cavaliers, escasos de fluidez, fuerzas y pulso, y el mayor de los depredadores se lanzó a la yugular. Ya dentro del último minuto, Durantula atrapó un rebote y cruzó la cancha botando para, a la carrera, plantarse en la línea de tres puntos y enmudecer a todo el Estado de Ohio. Chof. Limpia. Ante él, LeBron, reventado, apenas pudo levantar el brazo para intentar, en vano, ofrecer resistencia. Ese triple y el posterior robo de balón de Andre Iguodala a King James (parcial de 0-11 de los Warriors para acabar el partido) dejan las finales al borde de la resolución por K.O., horrible noticia para los amantes de este deporte por el tremendo espectáculo que se está pudiendo disfrutar.
Como muestra, el acto inaugural de este partido, doce minutos jugados a la velocidad del rayo y con un nivel de acierto descomunal. Lástima que a los Cavaliers no les dé el combustible para aguantar el demencial galope de los desencadenados Warriors, que ahogan hasta a un portento de la naturaleza como James (sus porcentajes de tiro bajan del 70% de los primeros actos al 36% de los últimos en estas finales). Cleveland está contra las cuerdas. ¿Alargará al menos su agonía?