Gasteiz - Un tsunami. Eso fue lo que le cayó encima en la noche de ayer al Dominion Bilbao Basket en su visita al Buesa Arena, donde fue superado por un Laboral Kutxa que demostró ser a día de hoy mucho más granítico, más físico y más chisposo que el cuadro vizcaino, al que sacó de pista a base de piernas y de ímpetu a lomos de un Darius Adams que fundió a todo aquel que se le puso por delante, especialmente a un Raúl López cuyo físico no está hoy en día como para poner candado a jugadores exuberantes como el de Illinois, que ayer convirtió la cancha gasteiztarra en su playground particular para hacer y deshacer a su absoluto antojo.

Fue precisamente con el emparejamiento Adams-Raúl, cuando los de Perasovic hicieron saltar el partido por los aires en el tramo final del primer cuarto, con un parcial de 16-0 que dejó el marcador en 30-9 nada más dar comienzo el segundo acto. A partir de ahí ya no hubo partido. Los anfitriones manejaron el partido a su antojo, apretando o levantando el pie a placer y los hombres de negro, romos y empequeñecidos, con un par de marchas menos que su rival en el motor y absolutamente superados en la faceta defensiva, ni siquiera pudieron opositar a recuperar el rebufo de su contrincante. Solo pudieron limitarse a observar un boquete que cada vez iba haciéndose más gigantesco hasta acabar encajando la segunda derrota más abultada en la singladura del Bilbao Basket en la máxima categoría del baloncesto estatal. Solo el triple sobre la bocina fallado por Mike James evitó que el 108-62 de ayer pasara a ocupar el lugar de aquel 57-104 del día del debut en la ACB, precisamente también contra los baskonistas.

Ya desde el salto inicial fueron los anfitriones los que mejor le cogieron el aire al partido ante un Bilbao Basket muy frágil en ataque y sin cemento en la retaguardia. Tillie fue el primero en encontrar las grietas en el débil andamiaje de los de Sito Alonso, que únicamente fueron capaces de resistir a flote los primeros siete minutos de partido porque a partir de entonces se les vino el mundo encima para acabar quedándose absolutamente sepultados. Con 14-9 en el marcador tras canasta de Bogris, Adams hizo toda la sangre que pudo de la entrada en pista de Raúl López y el encuentro saltó por los aires sin posibilidad de arreglo. Un triple, dos robos de balón y una antideportiva forzada por el estadounidense, todo ello con el de Vic como víctima, fueron los primeros ladrillos de un abrumador parcial de 16-0. O de 26-2. O de 38-7. A disgusto del consumidor. Vamos, un auténtico horror. Una pesadilla para los hombres de negro, que por momentos parecían un saco de boxeo en manos de un peso pesado con ganas de aprovechar el momento para hacer el mayor daño posible. Por eso el acto inaugural, resuelto con un abrumador 27-9 -Adams amasaba ya 13 puntos y 20 de valoración, mientras que los visitantes acumulaban siete pérdidas de balón- no fue más que el preludio de lo que estaba por llegar.

En el segundo cuarto el cuadro vizcaino fue una sombra errante por la cancha, un equipo absolutamente a merced de su rival. Superar el centro de la cancha ante los dos contra uno del rival era ya un logro; llegar a tirar a canasta antes de extraviar el balón (otras nueve bolas perdidas en este cuarto), casi algo para celebrar. Y ya anotar... Así las cosas, el Laboral Kutxa se movió en su ecosistema favorito. Presionar y correr, defender con las líneas adelantadas y presionantes y salir hacia el aro rival en forma de estampida, al galope. Así fabricó un 52-16 sonrojante para el Dominion Bilbao Basket, que al menos pudo rescatar mínimamente la verticalidad merced a una antideportiva sobre Mumbrú para que al menos el naufragio no fuese todavía más rápido.

VÍA DE AGUA QUE CRECE

El 58-27 al descanso no tenía, evidentemente, vuelta atrás. Solo quedaba cerrar el partido de la manera más digna posible. Y a ello se puso el Dominion Bilbao Basket, que al menos en ese tercer cuarto fue capaz de sujetar la mirada de un Laboral Kutxa menos dañino, más relajado. El 79-46 a diez minutos del final parecía presagiar que lo peor ya había pasado. Nada más lejos de la realidad. Los locales quisieron acabar la cita igual que la empezaron, con otro homenaje como el que recibió antes del salto inicial el conjunto baskonista que ganó la Recopa de 1996, y volvieron a exprimir sus piernas para arrancar el acto final con 19-2 y colocar un todavía más escandaloso 98-48, espoleados esta vez por Bourousis y Blazic. El choque fue ganando en rencillas y broncas pese a no haber nada en juego, con los vizcainos ansiando que llegara el final. Otra antideportiva sobre Mumbrú, un triple de Bertans y el tiro fallado sobre la bocina por James permitieron al menos a los de Sito Alonso no cosechar su derrota más abultada en ACB, escasísimo premio para un equipo que fue superado de principio a fin por un rival al que en absoluto se le noto haber jugado un partido de máxima exigencia lejos de su casa apenas 48 horas antes. Al Dominion Bilbao Basket le cayó un tsunami encima en un encuentro para olvidar.