Bilbao - Al cuarto encuentro llegó la primera derrota del Bilbao Basket en la presente Liga Endesa. Aconteció en el Buesa Arena, un escenario siempre complicado en el que la derrota entra dentro de lo posible y en un encuentro en el que los hombres de negro ofrecieron dos caras muy distintas: la rumbosa y dominante del acto inaugural y la oscura y dubitativa del segundo. A ambas les siguieron veinte minutos con nubes y claros, con los de Sito Alonso haciendo la goma en el marcador y consiguiendo llegar al tramo final con opciones de victoria, aunque finalmente hubiera que enarbolar la bandera blanca. En definitiva, lo que hizo la visita al Laboral Kutxa no fue más que confirmar el discurso que se maneja en el vestuario desde el arranque de curso: que el equipo necesita aún tiempo para completar ese margen de mejora que todos coinciden en señalar que es grande.

Con el actual estado físico de la tropa y con un puñado de jóvenes que aún deben coger cuajo en la categoría, el conjunto vizcaino ha sido capaz de batir con solvencia en casa al Fuenlabrada y al Murcia y de salir victorioso de una cancha complicada como la del Andorra. Quizás todavía no se daban las condiciones suficientes para hacer lo mismo ante un rival que necesitaba la victoria como el comer para borrar el cero de su casillero de triunfos y que al final demostró tener individualidades suficientes para sacar adelante estas situaciones, aunque para ello tuviera que apartarse de pizarras y sistemas y entregarse al juego uno contra uno de los San Emeterio, Perkins, Heurtel o Davis Bertans.

No es mala señal para el Bilbao Basket que sin protagonizar ni mucho menos un duelo excelso y tras encajar un sonoro parcial de 22-4 por el camino consiguiera llegar a los compases finales en disposición de voltear la contienda (75-71 en contra a poco más de tres minutos para la bajada de telón), tampoco que una vez que su estructura defensiva comenzó a sufrir grietas y la fluidez ofensiva le abandonó -a partir de los trece minutos iniciales- fuera capaz de buscarse la vida, aunque fuera a veces a trancas y barrancas, para no desconectarse del duelo ni siquiera cuando las rentas de los anfitriones superaron los diez puntos.

Sito Alonso lanzó antes del partido como lema a seguir que “no podemos pensar en que si perdemos no pasa nada” y el equipo recogió el guante competitivo, aunque también es cierto que en el momento de la verdad faltó algo más de temple, puntería y compostura y sobró cierta candidez para no perder pie sobre el alambre. Tampoco resultó fácil comprender que Álex Mumbrú, que sufrió muchísimo con San Emeterio y sus punzantes penetraciones, pasara de descartado por el propio club por lesión el martes a ser el jugador que más minutos acumuló en pista el domingo, o que Germán Gabriel recibiera la alternativa en los momentos del todo o nada después de asistir al resto del choque sentado en el banquillo.

Crecimiento En definitiva, el duelo no dañó la ilusión generada en este arranque de temporada, sirve para tener los pies bien anclados en el suelo y seguir siendo conscientes de que queda mucho camino por recorrer y aporta pistas sobre la evolución de varios jugadores. Así, en Gasteiz se vio a un Raúl López con mejor y más sostenido respaldo físico para su eterna magia ofensiva. Los mejores minutos del equipo llegaron con su primer relevo -Colom sigue también a gran nivel- y su capacidad de conectar exitosamente con Latavious Williams en el tercer acto fue también notable hasta el punto de que se echó de menos más adelante. De destacar fue también el estreno triplista de Ethan Wragge -tremenda la atención que ha suscitado en sus pares incluso antes de estrenar su catapulta- mientras que llama la atención que Danilo Andjusic -su hombro dañado puede tener que ver- no amenace ya desde la larga distancia, pasando de doce intentos en las dos primeras citas a dos en las siguientes. - J. Larrauri