Brotes verdes
Tras remontar en Liga, el Bilbao Basket buscará el miércoles ante el Oldenburg el punto de inflexión que le permita ganar en confianza y dar lo mejor de sí mismo
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AFLOJARSE la soga que oprimía el cuello es una sensación liberadora, placentera incluso. Todo se valora más y se saborea con mejor gusto cuando uno se ha visto contra las cuerdas, al borde del K.O., y comprueba cómo vuelve a recuperar la verticalidad, aunque el cuerpo no esté todavía en ideal estado de revista. En esas anda el Bilbao Basket. Primero por méritos ajenos y luego por los propios, los hombres de negro han protagonizado en el breve espacio de cuatro días dos noticias positivas, que no es poco tal y como estaba el horizonte, plomizo por los oscuros nubarrones, amenazando tormenta. El miércoles, la victoria del Charleroi en Oldenburg hizo que el corazón continental de los de Rafa Pueyo volviera a latir de manera sorprendente, pues todo apuntaba a que el desastre de Chalon era la rúbrica a su acta de defunción, y el sábado en Sevilla el equipo certificó su corrección de rumbo en la Liga Endesa, cosechando su cuarta victoria en cinco jornadas y pasando a ubicarse en la zona templada de la tabla, a un triunfo de los ocho primeros.
Pero hablar de recuperación total sería prematuro, demasiado atrevido. Principalmente, porque el conjunto vizcaino no ha sido todavía capaz de enlazar dos victorias seguidas en el presente curso, en los más de dos meses que lleva de competición. Por eso el duelo del miércoles es tan importante. Lo es porque ganar al Oldenburg -posiblemente habrá que hacerlo por más de cinco puntos- no solo supondría avanzar al Last 32 de la Eurocup -importante desde el punto de vista deportivo, importantísimo desde el prisma económico- sino también porque permitiría aparcar los constantes dientes de sierra que ha presentado su hoja de servicios, alternando constantemente la de cal con la de arena. Fabricar, en definitiva, una interesante rampa de despegue de cara a los importantes compromisos que están por llegar.
Por una serie de circunstancias, ninguna definitiva pero todas influyentes, el Bilbao Basket se ha visto obligado este curso a vivir demasiado pendiente del precipicio, con el desgaste mental que ello conlleva. Su mal arranque liguero, con dos derrotas en casa ante notables rivales como Gran Canaria y CAI Zaragoza y otras tantas fuera ante Fuenlabrada y Gipuzkoa Basket, más complicadas incluso de digerir -por la enorme diferencia desperdiciada en el primer caso y por la pobre imagen en el segundo- hicieron que las alarmas, las dudas y las prisas, malas consejeras y peores compañeras de viaje todas ellas, apareciesen demasiado pronto.
El Bilbao Basket ha salido del atolladero liguero y es dueño exclusivo de su porvenir continental, que no es poco atendiendo a las circunstancias, y la clasificación para el Last 16 llevaría consigo una gran inyección de moral y confianza que debería llevar al grupo a dar lo mejor de sí mismo, a dejar de mostrarse dubitativo y timorato para actuar con mayor contundencia y regularidad. Con menos agobios y un horizonte más despejado, los hombres de negro deben rearmarse porque se acabaron esos tiempos en los que el equipo, con mayor calidad y fondo de armario, era capaz de sacar partidos adelante sin tener que exprimir su maquinaria. Ahora son tiempos de pisar el acelerador en el salto inicial y mantenerlo a fondo hasta la bocina. Raúl López, Álex Mumbrú y el ahora lesionado Dairis Bertans son los únicos que han ofrecido un rendimiento sostenible, otras piezas han brillado y se han apagado con la misma irregularidad que el grupo y a otros jugadores todavía se les espera. Y todos son necesarios, imprescindibles para que los brotes verdes que se intuyen cristalicen en una nueva realidad.