bilbao. Se presentaba la tarde en Miribilla cargada de sentimientos. Regresaba a casa, al lugar que él considera su hogar, un bilbaino nacido en Zadar, un jugador que ha sido santo y seña del Bilbao Basket, una persona que ha sido pilar básico en el crecimiento y explosión del club no solo dentro de la cancha sino también en la parcela sentimental. Marko Banic adora a Bilbao y a sus gentes y la marea negra adora al Pollo. Es un amor recíproco, de los de verdad. Sin artificios de cara a la galería. Y claro, con esos ingredientes la cita corría el peligro de enredarse en el plano de la sensiblería. Hubo sentida emoción en la presentación de equipos, cuando al ser presentado por megafonía los 9.711 asistentes al Bilbao Arena le recibieron de pie y con una larga y solemne ovación. También al final, tanto dentro como fuera del pabellón, donde más de cien personas esperaron cerca de media hora a la salida del croata para saludarle y fotografiarse con él, pero durante el partido el Bilbao Basket envió al exilio la sensibilidad, se aferró al pragmatismo y tiro de solvencia para cazar una victoria (72-55) imprescindible para sus maltrechas constantes vitales.

Los hombres de negro volvieron a fabricar ayer el que debería ser un buen punto de partida para su presente y futuro competitivo, una victoria contundente y sin paliativos que tendría que marcar el camino a seguir. Tras la sonada pifia en Charleroi y la preocupante incapacidad del equipo a la hora de enlazar dos triunfos seguidos en la presente temporada, los de Rafa Pueyo comparecieron ayer con seriedad, temple y tino y superaron de principio a fin a un Estudiantes romo y poco profundo que bailó al son marcado por los anfitriones, dominadores en todo momento en el luminoso. A los anfitriones solo les faltó algo más de continuidad para finiquitar el partido con mayor prontitud, pero la victoria, por marcador y sensaciones, siempre estuvo a buen recaudo. Bastaron la soberbia batuta de Raúl López, filoso y fluido una vez más; la pujanza exterior de Fran Pilepic, incisivo y sin miedo al error; los buenos relevos ofrecidos desde el banquillo por Roger Grimau o Antanas Kavaliauskas y una retaguardia bien armada que provocó 20 pérdidas de balón al rival y solo permitió cuatro rebotes ofensivos para que la tercera victoria en la Liga Endesa se convirtiera en una realidad.

El Bilbao Basket arrancó la contienda sin dejarse embargar por el gran sentimentalismo de los prolegómenos. Comenzaron con los cinco sentidos alerta los hombres de negro, sabedores de lo mucho que había en juego, y no tardaron en coger vuelo en el luminoso. Mumbrú fue un arma de destrucción masiva para la retaguardia colegial, sin que nada pudiera hacer Rabaseda para frenarle, y los de Pueyo fabricaron un meritorio 14-7 favorable a sus intereses. Paró Vidorreta la contienda para establecer una nueva hoja de ruta y ello, unido a las rotaciones, frenó en seco a los anfitriones, que durante cuatro minutos no fueron capaces de mover sus guarismos. Aprovecharon los visitantes para reaparecer en el retrovisor, pero un triple de Bertans volvió a aclarar el panorama (17-12). Con confianza en ataque y aplomo en la retaguardia, el Bilbao Basket siguió ampliando rentas en el segundo acto. Con un triple a tablero de Raúl al límite de la posesión y otro de Markota tras capturar él mismo el rebote ofensivo, los anfitriones se dispararon hasta los diez puntos de ventaja, pero una antideportiva de Mumbrú que el Estudiantes convirtió en jugada de cuatro puntos frenó en seco el intento de escapada. Sin embargo, reaccionaron de buenas a primeras los de Pueyo, con un baloncesto notable, para establecer un contundente 32-17, pero como acostumbra a ocurrir con el Bilbao Basket a un enorme subidón le siguió un bajón de idénticas dimensiones. Ataques demasiado individuales, mal balance defensivo y pérdida momentánea del norte (una pérdida de saque de fondo, una violación de tiempo a la hora de pasar a campo contrario...) pusieron alfombra roja para que los de Vidorreta regresaran al encuentro (32-26), aunque los anfitriones se las arreglaron para alcanzar el ecuador con una ventaja esperanzadora (36-28).

En la reanudación, los hombres de negro volvieron a hacer de su baloncesto un deporte de claroscuros. Una antideportiva a Gabriel y el tino desde la línea de 6,75 de Colom y Rabaseda estrecharon márgenes hasta el límite de lo agónico (41-38), aunque la muñeca de Pilepic, esta vez certera y para nada miedosa, devolvió las aguas a su cauce. Se protegió además bien el conjunto vizcaino, en bonus durante siete minutos, Hervelle colaboró en labores ofensivas y el 52-42 a diez minutos del final, positivo, pudo ser incluso mayor si la penetración de Bertans al borde del final del tercer acto hubiese cristalizado dentro de tiempo. Ahí llegó, además, la peor noticia de la tarde de ayer en Miribilla, pues el letón sufrió un pinchazo en su aductor, ya no regresó al partido y todo apunta que deberá permanecer un par de semanas en el dique seco como consecuencia de una lesión parecida a la que sufrió ante los Philadelphia 76ers.

Sin mirar atrás Pero una apertura de cuarto final propia de equipo concienciado de lo mucho que había en juego sirvió para dar carpetazo al asunto por la vía rápida y apartar las dudas del camino. Entre Raúl, Pilepic y Hervelle cimentaron, ladrillo a ladrillo, un 7-0 en dos minutos y al Estudiantes no lo quedó más remedio que enarbolar la bandera blanca. El 59-42 fue demasiado para sus intereses y el Bilbao Basket pudo jugar los últimos ocho minutos a placer, dando minutos a un Zoran Vrkic hasta entonces anclado en el banquillo y a un Sergio Sánchez que, además, engatilló un triple. Y tras el bocinazo final y la solvencia de los hombres de negro volvieron las emociones. Merecidas. A flor de piel.