Donde ser valiente es una obligación
Desde su llegada a la ACB en 1996, el 'Fuenla' se ha convertido en un club que forma y exporta jugadores para garantizar su supervivencia
Bilbao
fuenlabrada se ha convertido en un paraíso para aquellos jugadores deseosos de hacerse un nombre en la élite. Cualquiera que tenga hambre, deseos de progresar, sabe que en esta localidad del sur de Madrid tendrá unas condiciones casi ideales. Como todos los clubes de su condición, ha pasado por mejores y peores etapas desde que en la temporada 1996-97 se estrenara en la Liga ACB y en el presente curso, su decimotercero en la máxima categoría, ha alcanzado su techo competitivo de la mano de la dirección tranquila y didáctica de Porfirio Fisac. Además, sus dirigentes han conseguido lo que llevaban tiempo buscando: un patrocinador que alivie su economía.
Con la nueva denominación de Mad-Croc, una bebida energética, el Fuenlabrada disputó la Copa después de pisar muchas jornadas la zona de play-off y jugará la próxima semana ante el Triumph Lyubertsy ruso los primeros partidos de cuartos de final de la Eurochallenge, la tercera competición continental. En esto, algo se asemeja al Gescrap Bizkaia ya que ambos han hecho historia en Europa.
Apoyado en un público incondicional, el Fuenlabrada compite al máximo desde hace unos años. Siempre parte con la amenaza del descenso, pero lleva unos años salvándose con holgura. Compitiendo sin excusas, el jugador mejora, progresa y encuentra salida hacia equipos más poderosos. Fuenlabrada fue en su día el trampolín de Pablo Prigioni y José Manuel Calderón, que pasaron por allí antes de convertirse en estrellas en el Tau. Lo fue también de Nate Huffman, desconocido pívot estadounidense que contribuyó a la primera clasificación del equipo para el play-off y después fichó por el Maccabi Tel Aviv. En Fuenlabrada empezó a darse a conocer Walter Herrmann. Los madrileños apostaron por él y en su primera y única campaña allí, la 2002-03, fue MVP de la Liga, lo que le abrió las puertas del Unicaja, no sin antes dejar un buen dinero en las arcas del club que preside desde hace años José Quintana.
Desde su último ascenso a la ACB en 2005, este buen ojo del Fuenlabrada se ha potenciado y el club, más que en el cocodrilo loco que ahora le da nombre, es otro reptil. Es como una lagartija que se desprende de su cola cuando se siente en peligro. En el caso de los fuenlabreños, no les importa perder un apéndice, léase jugador, si ello les permite seguir sobreviviendo.
Por Saúl Blanco recibieron del Unicaja 750.000 euros hace dos años y ahora lo tienen de vuelta después de que el asturiano perdiera protagonismo en Málaga. En 2009 el Fuenlabrada también traspasó a Brad Oleson al Real Madrid a cambio de algo menos de un millón y medio de euros. Después, el de Alaska recaló en Gasteiz, pero los del sur de Madrid ya habían sacado rendimiento económico a dos jugadores que habían hecho un gran curso.
Y en el último año y medio, el conjunto madrileño se ha convertido en una fábrica de pívots y en una gran cantera para la NBA. Primero, vendieron a Esteban Batista al Caja Laboral por 850.000 euros. Lo sustituyeron por Bismack Biyombo que en apenas unos meses explotó y dejará más de un millón de euros al club que lo descubrió gracias a los Charlotte Bobcats. El último en dejar Fuenlabrada fue Gustavo Ayón, que en la primera vuelta se enfrentó al Gescrap Bizkaia. El mexicano, con apenas una temporada en la élite, tomó rumbo a la NBA, a los New Orleans Hornets, en Navidades a cambio también de más de un millón de euros.
Pese a estas importantes pérdidas, el Mad Croc Fuenlabrada ha seguido siendo competitivo. Sus responsables técnicos, con Ferrán López al frente, siguen encontrando donde otros no ven nada y quizás Michel Diouf, o Quino Colom, o Massine Fall, o Adrián Laso puedan ser los siguientes en dar un salto en su carrera desde el Fernando Martín. Fisac lo suele resumir más o menos así: "Aquí el que quiera minutos los va a tener. Pero tiene que demostrar que los quiere de verdad". En Fuenlabrada, la valentía, en la cancha y en los despachos, es obligatoria.