BARCELONA 74-91 REAL MADRID

BARCELONA REGAL: Huertas (2), Mickeal (10), Eidson (5), Lorbek (15), N'Dong (19) -cinco inicial-, Sada (0), Navarro (16), Vázquez (2), Wallace (0), Ingles (0) y Rabaseda (5).

REAL MADRID: JugLlull (23), Singler (4), Suárez (9), Mirotic (9), Tomic (2) -cinco inicial-, Begic (10), Rodríguez (2), Pocius (6), Reyes (2), Carroll (22), Velickovic (2).

Parciales: 17-22, 33-42 (descanso), 56-65 y 74-91.

Árbitros: Hierrezuelo, Pérez Pizarro y García González.

Incidencias: 15.128 espectadores en el Palau Sant Jordi.

bilbao. El baloncesto, el actual, el del siglo XXI, le debe una al Real Madrid. El equipo blanco rompió cinco años de sequía de títulos, volvió a ganar la Copa 19 años después y desmontó todos los tópicos y tonterías que venían del siglo XX. Claro que se puede ganar títulos metiendo puntos, claro que se puede defender sin que eso convierta el partido en un insoportable tostón, claro que se puede poner el talento por encima del esfuerzo que a veces es una coartada para los miedosos. Pablo Laso y sus jugadores no renunciaron a aquello que les ha granjeado muchas simpatías esta temporada y le birlaron la Copa al Barcelona Regal en su propia casa, delante de más de 15.000 espectadores que batieron el récord de asistencia a una final y seguramente no olvidarán lo que vieron ayer.

Desde el primer minuto, se vio claro lo que pretendía el Real Madrid: sumar y sumar. Invitó al Barcelona a jugar a lo que no le gusta y, con ataques cortos y muy directos, desnudó a la que dicen es la mejor defensa de Europa. A los azulgranas les llovían lanzamientos por todas partes. Llull tiró por la calle del medio y retrató a Huertas -floja Copa la suya-, sustituido por Sada que tampoco fue una solución, sino que acentuó el problema del Barça, romo en ataque y solo fiable desde el tiro libre.

ataque sin errores Pasados quince minutos, con 32 puntos en su marcador (23-32), el Real Madrid no había perdido ningún balón como muestra de so buen hacer ofensivo. No solo hay que correr, sino correr bien. Su única preocupación era Ndong, la baza azulgrana cerca del aro. Con Navarro y Lorbek desactivados, otros jugadores tuvieron que asumir sin éxito un protagonismo al que no están acostumbrados y los blancos superaron la decena de puntos de ventaja ante un rival al que se veía asfixiado y, por eso mismo, fallón.

Llull envió el partido al descanso con un soberano triple que obligaba al Barcelona a cambiar muchas cosas en su juego. No solo debía mejorar su defensa, sino que tenía que acertar para contrarrestar los buenos porcentajes de los de Laso. Así fue durante cinco minutos en que el balón fue propiedad de Navarro y Lorbek. Entre los dos exprimieron algunos ataques para reducir la diferencia a la mínima (51-52), justo en el momento en que el técnico madridista lanzó el órdago.

Hasta entonces, pasados 26 minutos, diez jugadores del Real Madrid habían conseguido anotar al menos una canasta. Faltaba uno, curiosamente uno de los mejores en esa faceta. Tras el tiempo muerto de Laso, Jaycee Carroll entró en acción con la misión de atacar a Navarro porque el equipo iba a jugar para él. Un 2+1 y un triple fueron el arranque de una exhibición del estadounidense que continuó en el inició del último cuarto con ocho puntos consecutivos que rompieron la final.

El escolta de Laramie hizo 16 puntos en menos de seis minutos, 22 al final en apenas diez. El Barcelona solo pudo mirar y aplaudir. Mudo porque ni siquiera tuvo arrestos para decir la última palabra. El Real Madrid quiso disfrutar de una gloria que le estaba siendo esquiva y no bajó el pistón hasta que el propio Carroll puso los veinte puntos de ventaja (65-85) a 3.28 del final. La fiesta del Sant Jordi fue del equipo madridista que hizo un favor al baloncesto. 92 puntos en la semifinal, 91 en la final -a más de veinte por cuarto- suponen una gratísima noticia, por encima de filias y fobias. Cuando el primer título se ha puesto en juego, ha ganado el Real Madrid y ha ganado el baloncesto valiente y sin complejos. Los cenizos pueden hacerse a un lado hasta otra ocasión.