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Cemento, parqué... y arena

La Federación Vizcaina de Baloncesto marca un hito al lograr que Lakua dé rango oficial al baloncesto playa, una modalidad atractiva y sencilla

Cemento, parqué... y arena

Bilbao

Cualquier aficionado al baloncesto tenía un sueño: el de practicar su deporte sobre la arena y bajo los rayos del sol, entre vuelta y vuelta en la toalla. El fútbol playa, el voley playa y el balonmano playa ya han conseguido hacerse un hueco en un escenario inhabitual, siendo además atractivas y espectaculares ofertas deportivas, y desde finales del año pasado también lo podrá hacer el baloncesto playa. El impulso de la Federación Vizcaina ha conseguido que el Gobierno vasco otorgue rango de oficial a esta modalidad que la convierte en pionera dentro del Estado. De este modo, algunos ayuntamientos y clubes ya han mostrado interés por un deporte que puede dinamizar sus arenales y fomentar la práctica deportiva, objetivo último de los dirigentes federativos.

En Euskadi, el baloncesto playa aún debe arrancar y consolidarse, pero los orígenes de este deporte que tiene sus principales focos en Brasil, el sur de Estados Unidos, Alemania y algunos países del norte de Europa se remontan a finales de los años 90. Concretamente, fue en 1997 en Peruibe, en el estado brasileño de Sao Paulo, donde el equipo local pensó en utilizar la playa para sus entrenamientos ante la falta de disponibilidad del único pabellón de la localidad. La idea cuajó y se extendió y poco a poco se fue dando forma a una reglamentación que varía ligeramente en función de los distintos lugares en que se practica el baloncesto playa, pero que en esencia conserva un mismo espíritu de simplificación y que es común en una de las normas básicas: no se puede botar el balón. Lógico por la superficie en la que se juega, que impide el control del mismo, y es que esta es la gran diferencia respecto al baloncesto tradicional, el de cemento o parqué.

más pases Al eliminar uno de los tres fundamentos técnicos, el baloncesto playa se abre a la participación de otro perfil de jugadores. Se prima así lo colectivo sobre lo individual, el pase y el tiro sobre el bote ya que, como mucho, se puede dar tres pasos con el balón en las manos. Evidentemente, hay que estar dotado de ciertas condiciones físicas y unas piernas poderosas para moverse por la arena suelta, pero no son tan determinantes como en el baloncesto tradicional: los partidos duran menos, los aros están más bajos y el terreno de juego es más reducido: ocho metros a lo largo y cinco a lo ancho. Además, los mates están prohibidos para velar por la estabilidad de las canastas cuando estas no están firmemente ancladas al suelo y la seguridad de los jugadores.

El baloncesto playa resulta también más accesible económicamente ya que no es necesario mucho material para practicarlo -los jugadores actúan descalzos- y fomenta valores como el de la responsabilidad, ya que el jugador tiene que intervenir más veces en el juego, y el respeto, porque generalmente no hay árbitros y es el propio jugador quien tiene que decretar las infracciones, como ocurre en la modalidad de 3x3.

La aspiración de los practicantes de baloncesto playa es alcanzar el rango de olímpico, como el voley, pero lo tienen complicado. De momento, solo existe una federación internacional de carácter no oficial y otras asociaciones locales. Euskadi y Bizkaia han tomado la delantera y es posible que este próximo verano sus playas se llenen de canastas más altas que esas transportables y ligeras que se utilizan para que jueguen los txikis. Claro que entre tanto deporte no habrá casi sitio para extender la toalla.