BILBAO. Gianluca Basile descargó un camión de agua fría, helada, sobre el Bilbao Arena. Su triple abrió el debate sobre la justicia o injusticia del resultado, que en un deporte tan cambiante como el baloncesto resulta inútil. Ganó el Bennet Cantú y ahora el Gescrap Bizkaia, a expensas de lo que sucede hoy en el Olympiacos-Caja Laboral, queda obligado a algo cercano a una proeza. No está todo perdido, sobre todo porque el conjunto bilbaino se maneja mejor remando contra corriente, cuando todo parece imposible y se grita aquello de "de perdidos al río".

El problema es que tanto empeño en dejar que el rival se le vaya lejos en el marcador provoca un desgaste físico y, sobre todo, anímico que acaba pasando factura. Con el de ayer el Gescrap Bizkaia alcanzó los 18 partidos disputados esta temporada en los que ha ido por detrás en el marcador durante muchísimo tiempo, probablemente durante tres cuartos partes de los minutos disputados. Ante el Cantú, sin ir más lejos, desde que habían transcurrido 1 minuto y 14 segundos, cuando Micov anotó un triple, hasta que quedaban 1 minuto y 10 segundos para el final, cuando Banic hizo soñar.

Son ya demasiados partidos los que los jugadores de Katsikaris conceden ventajas amplias a sus rivales que debe recuperar. Ocurre que el mejor baloncesto del equipo surge en esos momentos en que se ve obligado a acelerar sus acciones, a lanzar a canasta sin margen para el error. Cuando las aguas regresan a la calma y hay que rematar la faena, el Gescrap Bizkaia vuelve a perder el rumbo de su juego y a mostrar cierta impotencia y falta de oficio en sus acciones, en una zona y en la otra. Los dos partidos más recientes son una clara muestra de ello.

Los hombres de negro cayeron durante la primera parte en la trampa del Bennet Cantú y se fueron al descanso con unos escasísimos 27 puntos. Pero eso no fue lo peor: lanzaron a canasta ocho veces menos que los italianos y con peores porcentajes y estuvieron a punto de cavar su tumba en apenas veinte minutos. Tras el descanso, el ritmo del partido se aceleró y el Gescrap Bizkaia dio la vuelta al marcador hasta quedarse muy cerca de la victoria.

sin confianza El ejemplo más claro de este patrón de juego equivocado, es Aaron Jackson. Katsikaris dijo en la víspera que debe ser más consistente lejos del Bilbao Arena. Ayer el de Hartford se quedó en dos puntos después de errar seis de sus siete tiros. El base estadounidense no puede ser señalado como único culpable, pero sí como síntoma de esta indefinición que impide avanzar al Gescrap Bizkaia. Jackson no solo no ha progresado en estos meses como se pretendía, sino que parece haber ido hacia atrás, sobre todo en la confianza en sus posibilidades.

Su juego no tiene la verticalidad que tanto le convienen y necesitan él mismo y el equipo. Quizás por falta de confianza, Aaron Jackson está blando en las finalizaciones, sin la explosividad que la pasada temporada le convirtió en revelación y elemento clave para el subcampeonato. El Gescrap Bizkaia debe moverse al ritmo de Jackson, esto es a todo pastilla, para no caer en lo mediocre y lo previsible. Mientras no domine el juego en medio campo, debe tener rienda suelta para acelerar, para romper las defensas y para divertirse, algo que no está haciendo esta temporada.

Ayer condujo el arreón inicial del tercer cuarto, anotó su única canasta para poner el 40-44 y se encontró con una sencilla situación de superioridad en la que perdió el balón. Luego, falló dos tiros y cometió otra pérdida que el Bennet Cantú aprovechó para engarzar un parcial de 0-8. Las dudas están matando a Jackson y, de paso, al Gescrap Bizkaia. Se han olvidado de la línea recta, la más sencilla de interpretar, y el conjunto desafina. El director debe recuperar la batuta, echar a correr y el que pueda, que le siga. Porque así el Gescrap Bizkaia disfruta, hace disfrutar a su afición y está más cerca de ganar.