Bilbao. El último parte médico del Bizkaia Bilbao Basket no invita precisamente al optimismo. El enfermo sigue sin mejorar. Sus constantes vitales continúan sin ser estables, aún no se ha encontrado tratamiento adecuado para sus diversas dolencias y las heridas siguen sangrando pese a los puntos de sutura. Pronóstico reservado, por tanto. El paciente no tiene, en absoluto, buena cara. Se le ve gris, acartonado, sombrío, sin la chispa y el brío de antaño, con el físico maltrecho, la mente confusa y el corazón apesadumbrado. Los galenos comienzan a estar preocupados. Muy preocupados. La situación no es crítica, ni mucho menos, pues el paciente ya ha pasado con anterioridad por situaciones similares y ha sido capaz de recuperarse al 100%, pero el personal médico es consciente de que hay que actuar con celeridad, que un enquistamiento de su estado de salud podría tener consecuencias irreversibles. Por ello, toca rebanarse los sesos, dar con la medicación adecuada. Solo la unidad de acción entre médico y paciente pueden acelerar el alta.
Porque ayer tampoco fue el día en el que el Bizkaia Bilbao Basket dejó atrás esos síntomas griposos que llevan varias semanas debilitando su juego y volvió a cosechar una nueva derrota a domicilio, un nuevo derechazo directo a su mentón en ese recinto diabólico que para sus intereses es el Centro Insular de Deportes. Ocho comparecencias en La Roca, ocho derrotas. Ayer nada cambió con respecto a los últimos partidos. El Bizkaia BB nunca tuvo claro lo que quiso hacer en cancha y no pudo evitar que el Gran Canaria, colista hasta ayer, imprimiera el ritmo lento que más convenía a sus intereses. Hubo problemas con el físico, la defensa, la dirección, la mentalidad, la presión... El parte médico empieza a incluir demasiados epígrafes y ayer se vio que existe ya un fallo multiorgánico, no un único mal localizado.
Al Bizkaia BB se le vieron las costuras en los arranques de los dos últimos cuartos. En el tercero encajó un 10-2 de salida (42-33) y en el cuarto, después de haber recuperado gran parte del terreno perdido, un 11-2 (60-46) que puso el partido muy cuesta arriba, a pesar de que su andanada final, a la desesperada, le hizo incluso soñar con una remontada épica a golpe de triple. Pero el mal ya estaba hecho. A día de hoy los hombres de negro presentan demasiadas debilidades como para aspirar a la victoria fuera de casa. El ataque no funciona. El equipo no despliega, ni por asomo, la velocidad del pasado curso, se atasca cuando opta por jugar en estático y la batuta de Jackson no está sincronizada con sus compañeros, por lo que a día de hoy solo Marko Banic aporta soluciones regulares y fiables pues cuesta muchísimo desarrollar los sistemas. Las cosas no están mucho mejor en la retaguardia. Las piernas no están en absoluto frescas y los engranajes se resienten, por lo que los rivales entran en la zona bilbaina como el cuchillo en la mantequilla, creando todo tipo de desequilibrios y haciendo saltar por los aires los esquemas de un conjunto diseñado paradójicamente para funcionar desde la asfixia al rival.
El mal momento de juego tiene repercusión directa en el estado anímico y ayer se vio a varios jugadores deambular por la cancha como almas en pena, negando con la cabeza y haciendo claros gestos de impotencia. Esa falta de confianza tiene mucho que ver en los pronunciados dientes de sierra en el rendimiento del equipo bilbaino, que se tambalea cuando vienen mal dadas y sufre pronunciados baches en su rendimiento. Tampoco es normal que un equipo con las tablas del Bizkaia BB falle la mitad de los 16 tiros libres que tuvo. Ahí hay un problema de coco.
Sembrar y recoger Ante este panorama, el equipo de Pedro Martínez, en inferioridad en cuanto a talento y fondo de armario, supo jugar a la perfección sus armas. Tomás Bellas aisló a base de presión a Jackson, imprimió un juego sistemático y pausado en ataque y la victoria acabó en sus redes. Maduró la contienda durante los dos primeros cuartos y en el tercero aprovechó el horrible regreso de vestuarios de los hombres de negro (pérdidas de balón, una antideportiva de Fischer, fallos en los tiros libres...) para marcharse en el marcador hasta el 42-33. Entre Banic y Grimau taponaron la vía de agua (47-44), pero el arranque del último parcial fue una losa imposible de levantar para los de Katsikaris, que se vieron 60-46 por debajo en el luminoso a pocos más de seis minutos del bocinazo final.
Curiosamente, cuando todo estaba ya perdido, llegaron los mejores minutos de los visitantes, desbocados cuando se vieron libres de las ataduras implícitas de la lucha por la victoria. Así, jugando a toda pastilla, Jackson, Mumbrú y Vasileiadis, muy grises hasta entonces, empezaron a anotar compulsivamente y una canasta de Banic colocó el 72-69 a 25 segundos del final. El Gran Canaria se puso nervioso y perdió puntería desde la línea de tiros. De hecho, en la siguiente jugada Haynes solo anotó uno, lo que dejó una rendija abierta para el Bizkaia BB, pero ni Álex ni Kostas pudieron materializar el siguiente ataque y Beirán acabó devolviendo el oxígeno a los aficionados locales. La victoria volvió a quedarse en suelo canario y el paciente vizcaino sigue ingresado, sin recibir el alta médica tras otro fallo multiorgánico.