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La picadura de "Durantula"

Kevin Durant se ha convertido, con 21 años, en el máximo anotador más joven de la historia de la NBA y lidera a los Oklahoma City Thunder, que igualan a dos triunfos su serie de "play-off" ante los Lakers

La picadura de "Durantula"Foto: EFE

Bilbao

HARD work beats talent when talent fails to work hard". El trabajo duro bate al talento cuando el talento no trabaja duro. Hace 11 años, Taras Brown, un conocido instructor de baloncesto del área de Washington DC, trabajador del Centro de Actividades Seat Pleasant, creyó intuir que un delgadísimo chaval de diez años escondía un futuro proyecto de gran jugador. Aquel niño tenía algo. Lo supo desde que llegó a su gimnasio de la mano de su madre dos años atrás. Era alto, fino y sus movimientos transmitían un increíble feeling para el deporte de la canasta. En definitiva, tenía talento. Es por ello por lo que Brown se centró en su desarrollo y dedicó muchas horas a trabajar sus fundamentos, hasta el punto de que en un viaje para jugar en Charlotte dio un bolígrafo y un cuaderno a su pupilo y le obligó a escribir 200 veces esa sentencia para que la interiorizase, para que la convirtiese en su lema vital, en el pasaporte que podía conducirle hacia la gloria. Once años después, aquel niño milita en la NBA. Y no sólo eso, sino que es una de sus principales estrellas, hasta el punto de haberse convertido, a sus 21 años, en el máximo anotador más joven de la historia -promedió 30,1 puntos por partido en la temporada regular- rompiendo una plusmarca que estaba en manos de Max Zaslofsky desde... ¡1948!, y haber llevado en su tercera temporada como profesional a su equipo, los Oklahoma City Thunder, al play-off por el título, donde por el momento igualan a dos victorias en su eliminatoria contra Los Angeles Lakers, los actuales campeones. Aquel chaval que siguió a pies juntillas el consejo de su entrenador responde al nombre de Kevin Durant y lo tiene todo para ser uno de los más grandes de la historia.

Durant se ha convertido en uno de los principales referentes de la mejor Liga del mundo a una edad en la que sólo un reducido puñado de elegidos es capaz de despuntar. Su talento, sus fundamentos y su forma de moverse sobre la cancha son espectaculares y todo ello unido a un privilegiado físico -mide 2,06 y posee unos brazos larguísimos- le convierten en un alero muy complicado de defender, ya que es más alto que la mayoría de sus pares, lo que le permite jugar al poste, y pese a su envergadura es rapidísimo de piernas a la hora de penetrar. Como hizo años antes otro imberbe genio llamado LeBron James, Durant encarna al jugador global, capaz de hacer de todo sobre una cancha de baloncesto y de jugar prácticamente en todas las posiciones. Además, su perfil se aleja del egoísmo que destila la mayoría de jóvenes que han recalado en la NBA en la última década. Él juega y hace jugar, siempre en búsqueda del beneficio de su franquicia.

Tras un exitoso paso por high school y sólo un año en la Universidad de Texas -promedió 28,9 puntos y 12,5 rebotes, metió 37 puntos en cuatro ocasiones y fue elegido mejor jugador de la NCAA acaparando todo tipo de elogios-, el número 35, guarismo que luce en honor a Charles Craig, uno de sus entrenadores en el instituto que falleció asesinado a esa edad, se presentó al draft de 2007, propiciando una situación curiosa. Durant era el mejor jugador universitario, pero en su promoción era Greg Oden, pívot de Ohio State, el que estaba llamado a hacer historia, a convertir en ganadora a cualquier franquicia. Los centímetros siempre han sido muy cotizados en la NBA y Oden presentaba 213 en un andamiaje hercúleo. Portland tenía la primera elección del sorteo y Seattle, la desaparecida franquicia que cedió su testigo a Oklahoma City, la segunda. Sobre los Trail Blazers pesaba toda la presión, no en vano se recordaba que fue la franquicia que en 1984 dejó escapar a Michael Jordan para seleccionar a Sam Bowie, un poste cuya carrera en la NBA quedó mediatizada por las lesiones. Los Supersonics esperaron a que su rival resolviera la patata caliente y sonrieron cuando apostaron por Oden. Durant ya era suyo.

Impacto inmediato La historia volvió a repetirse. Mientras que las lesiones sólo han permitido a Greg disputar 82 partidos en sus tres primeros años como profesional -se perdió su curso rookie entero-, el impacto de Kevin en la NBA fue inmediato. Fue elegido novato del año en su temporada de debut, incrementó sus promedios hasta los 25,3 puntos por partido en su segundo ejercicio y en el presente, con sólo 21 años, ha explotado definitivamente, ganándose el apodo de Durantula por su juego letal cual arácnido. Debutó en el All Star de Dallas, metió 25 o más puntos en 29 partidos consecutivos, acabó como máximo anotador de la temporada regular, consiguió meter a los Thunder en el play-off después de ganar 27 encuentros más que en el curso anterior y en las eliminatorias por el título está demostrando todo el caudal de juego que atesora (metió 24 puntos en el primer partido, 32 en el segundo, 29 y 19 rebotes en el tercero y 22 en el último). En la NBA todo el mundo sabe de sobra ya que la picadura de Durantula es letal, gracias a que en su día siguió a pies juntillas la lección impartida por su mentor. El trabajo duro bate al talento cuando el talento no trabaja duro. Ahora, esa sentencia debería tener un apartado más. Cuando el talento trabaja duro el resultado es Kevin Durant.