A finales del siglo XIX quien iba a ser nombrado rey con el sobrenombre de Alfonso XIII visitó las islas británicas donde dicen que se asombró con un puñado de prodigios. Era un tiempo fabuloso, cuando la revolución industrial anunciaba un nuevo mundo. En aquel viaje del que les hablaba el príncipe presenció un juego que le llamó la atención, el foot-ball. Es por esta razón que encargó a los fundadores del Madrid CF (puntualiando, a los hermanos Carlos y Juan Padrós...) que organizasen unos juegos, como él los llamaba, para su fiesta de Coronación al cumplir la mayoría de edad, los 16 años. Como si fuese una de los emperadores de la Roma clásica, vamos.

Aquella fue la primera piedra del camino, la simiente de una historia que sobrevivió a monarquías, la república, una guerra civil y otra mundial, una larga dictadura y una democracia. El campeonato se desarrolló entre el 13 y el 16 de mayo de 1902. cinco conjuntos se inscribieron en el torneo, disputado en el Hipódromo de la Castellana, New FC de Madrid, el Bizcaya, el FC Barcelona, el Club Español de Foot-ball y el Madrid CF. Acabó por imponerse el Bizcaya, media naranja del Athletic que hoy tanto ama quien pertenece al universo athleticzale.

Aquella Copa, tan reivindicada por unos como negada por la oficialidad, tiene su historia. Estuvo a un paso de desaparecer. Todo iba a pedir de boca entre aquella directiva formada por los jugadores en los años 20 del pasado siglo. Todo no. Las deudas les acuciaban y mediada la década de los años veinte los acreedores se disponían a embargar el local social del club, sito en la calle Nueva bilbaína. Allí se encontraba esta primera y preciada copa. La primera copa de España ganada por el Bizcaya en 1902 estaba a punto de desaparecer. Pero no fue así gracias a la rápida intervención de Alejandro Acha, goalkeeper del equipo, que se personó en en las instalaciones antes de que llegaran los acreedores que solo tuvieron tiempo para verle correr con la copa bajo la chaqueta.

Alejandro se llevó la copa dejándola en su casa a buen recaudo y esta permaneció allí hasta el día de su fallecimiento. Entonces el Athletic pidió a la familia que registraran todos los rincones de la casa para dar con ella. Y hubo suerte, ya que la copa descansaba en el fondo de un viejo baúl. ¡Así se defienden los títulos! En esa historia solo se añora el rótulo de The End con la firma de Frank Capra.

Ya sabemos que las ilusiones son peligrosas porque no tienen defectos. Desde aquellos principios del siglo XX el Athletic y su corte de seguidores han vivido con la esperanza de mantenerse en pie en la lucha por la copa. Sin envejecer, por mucho que los clásicos griegos nos recuerde, al leerlos, que cuando uno es joven vive de ilusiones y cuando se siente viejo, de recuerdos. Pero el Athletic, como todos ustedes sabrán, no tiene edad. Nació inmortal y está hecho de sueños. Bizi ametsa.

Afición y equipo, una comunión única que este año no podrá repetirse.

Una ilusión, por pequeña o grande que sea, no merece dormir eternamente a oscuras así qe aquí estamos, más de un siglo después, con la misma esperanza de entonces, de siempre. Para los que le conocemos de antiguo, la vida del Athletic se saborea traguito a traguito pero ahora aparece ante nosotros un cascada de oprtunidades que se precipita hacia el pozo de las proezas. ¿Acaso no era el Athletic el viejo rey; no le miraban como si el trono le hubiese venido a menos? ¡Que va! Este primer sábado de abril cruzará el ecuador de la gesta de las tres finales. La primera ya es suya. Su espada probó la sangre de los dragones blanco y aquel que llaman de San Jorge (Barcelona) en la supercopa. y gane o pierda (el león siempre es grande, ocurra lo que ocurra...), le quedará otra gesta en el aire: cortarle la última cabeza a la hidra catalana.

La música hace milagros, dicen. Pero el ¡Alirón! no es la banda sonora de los prodigios insólitos sino una melodía que ha surcado todo el siglo. Algo más común de lo que se cree. Hoy esperamos su nueva versión: la trompeta de Villalibre, quén sabe si no la última de aquelas trompetas de Jericó que derribaron los muros para dar acceso a la tierra prometida, según la tradición judeocristiana.

Hoy se espera ante la Real Sociedad una final tensa como cuerda de guitarra, vibrante, dura y acerada. Pese a que se mira con asombro no será única en su género. El Athletic ha jugado muchas de ese estilo. Incluso en los tiempos en los que se decía que el gentíovendía sus colchones para acompañar al Athletic en sus viajes (La Hoja del Lunes investigó en su día, años después, y en los archivos del Monte de Piedad se constataba que se embargaban relojes de oro y máquinas de coser más que colchones....). Hubo. por ejemplo, aquella de 1911 que se celeberó en Jolaseta, contra la Real Sociedad, que acusaba a los leones de reforzarse con extranjeros ingleses, cuando en sus filas jugaba un tal Goitisolo, hijo de Lekeitio (sic) que vivía en Inglaterra y no hablaba ni mú de castellano ni de euskera. Dejemos el asunto en lo que fue, una anécdota entre tantas.

Dani y Goiko celebran la última Copa del Athletic.

La Copa y el Athletic han mantenido un idilio perpetuo, uno de esos amores sin fin. Los fuegos de primavera les han armado caballeros una y otra vez. No en vano, el primer campeón fue el Athletic, como les dije. Y fue el equipo que más títulos de Copa ostentó durante 90 años, hasta que fue superado por el Barcelona en 1998. Con tanto cariño han participado los leones en este torneo que cabe recordar que en 1907 perdió el título por deportividad. Ante el Vigo Sporting el arbitro, Sena, pitó un penalty injusto contra los gallegos. El encargado de tirar el penalty, Arzuaga, avisó que tiraría la pena máxima fuera, como así sucedió. El partido lo ganó el Vigo por 2-1 y el Athletic empató a puntos con el Real Madrid (entonces se jugaba liguilla) y perdió en el desempate.

Hay mil historias que contar de ese Athletic grande en la Copa. Pero en la temporada 1957-58 escribió la que tal vez sea su mayor hazaña. Fue la mítica final de Copa que 'los once aldeanos' ganaron ante el Madrid, campeón de Liga y de Europa, en el Bernabéu. Alinear a Carmelo como delantero fue una de las decisiones que le costaron el puesto a Daucik, siendo relevado por Baltasar Albéniz en un periodo de transición que invitaba al fatalismo. Meses después fueron leyenda.