El Athletic elude atenuar la dureza del calendario
Ernesto Valverde afronta la serie de partidos más exigente sobrecargando a los titulares
La actuación del Athletic en Balaídos significó una radical ruptura con el comportamiento ofrecido ante Atlético de Madrid y Paris Saint-Germain. Los dos compromisos previos al viaje a Vigo tuvieron en común que, debido al gran potencial de los rivales, permitieron a los rojiblancos recuperar buena parte del crédito que habían ido dejándose por el camino desde septiembre. Fue, o así se quiso ver, como un punto y aparte con respecto a tantos encuentros donde costaba identificarse con el juego y los resultados certificaban la poca fiabilidad del grupo dirigido por Ernesto Valverde.
Vencer al Atlético y arrancarle un punto al campeón de Europa no es broma en ningún contexto, son logros de prestigio, pero además en este caso se daba la circunstancia de que el Athletic acababa de recibir un severo correctivo por parte del Real Madrid. Esa impensable capacidad para revolverse contra un destino que se auguraba pésimo, se interpretó de inmediato como el primer paso para reconducir la temporada. Había llegado el momento de abandonar la mediocridad y orientar el curso hacia derroteros en sintonía con las vivencias de años anteriores.
Pero no, el Athletic volvió a las andadas. La derrota frente al peor anfitrión de la categoría no admite eximentes: el surtido de deficiencias observadas imposibilitaba un desenlace distinto al registrado. Lo llamativo del repaso de esta breve secuencia de cuatro partidos sería, sin ningún género de dudas, que el equipo protagonizó dos transformaciones integrales. ¿A cada cual más increíble? Pues, igual no.
A ver, el primer asalto no puede considerarse como algo que se saliese de lo previsible. El Athletic venía de ser goleado en el Camp Nou, lograr un empate insuficiente en Praga y asaltar el Ciutat de València, lo que más que una hazaña constituía una obligación, cuando se cruzó con un Madrid loco por despejar los mil rumores que le acuciaban. Mbappé y compañía machacaron durante una hora insufrible. Esto sucedía el día 3 y para el 6 estaba fijado el pulso con los chicos de Simeone, que se encontraron con una enérgica versión del Athletic, que fue mejor y acabó ganando por la mínima.
Aquí sí procede hablar de cambio total, no existe otra manera de referirse a esa doble personalidad expresada en tan breve intervalo de tiempo. Y encima, mantuvo el perfil bueno para recibir al chispeante PSG el día 10. A pesar de haber acariciado la victoria, el cuadro parisino tuvo que plegarse ante el furioso despliegue de un Athletic que definitivamente se había metido a su gente en el bolsillo. Y el día 14 se asistió a la caída en picado contra el Celta. Segundo cambio total.
Serán varios los factores que inciden en esta serie de cuatro partidos, si bien sobresale uno: se disputaron en doce días, del 3 al 14 de diciembre. Tampoco debe pasarse por alto el nivel de los rivales, tres de campanillas y un cuarto, el Celta, que según la estadística ni siquiera contaba con la ventaja del factor campo, aunque no es preciso ser muy sagaz para imaginar que el Athletic llegaría tocadito a Balaídos.
Y sí, en Vigo fue obvio el desgaste del equipo, quedó patente en aspectos como velocidad, reacciones, concentración, fondo o precisión. Esperar lo contrario hubiese sido creer en milagros porque, sencillamente, Valverde puso en liza a los mismos hombres que se afanaron en frenar al PSG. En concreto repitieron diez, todos salvo Adama, relevado por Paredes. Pero es que de los once de la noche del PSG, nueve ya jugaron de inicio contra el Atlético. Y de los once que recibieron a los colchoneros, siete fueron titulares ante los merengues.
Este recuento dice que la distribución de esfuerzos en la plantilla fue muy descompensada. Curiosamente, en un tramo más duro de lo habitual, se comprueba cómo se intensifica esa división entre fijos y el resto. Aparte de que este proceder transmite un mensaje de escasa confianza hacia un amplio grupo del plantel y refleja un trato privilegiado hacia otro grupo, no parece el método más útil para competir en un contexto como el presente, con diversos frentes abiertos.
La crítica frontal a la creciente densidad del calendario del fútbol no es nueva. Viene de atrás, aunque las quejas del Athletic se escuchen con mayor frecuencia ahora que soporta de las consecuencias de la avaricia de dirigentes, televisiones y clubes, así como de la tibieza de los futbolistas. Y del propio Valverde, quien tras lo de Vigo se limitó a deslizar entre líneas que sus hombres estuvieron lentos, que faltó “algo de frescura” en algunos y que habían tenido una semana de partidos intensos. Vaya, o sea que lo sabía.
