Ya está aquí el tercer capítulo de una rivalidad en el plano internacional que, desde la perspectiva del Athletic, no tiene comparación posible con ninguna otra. Si la actual edición de la Europa League resulta especial porque el título se resuelve en San Mamés, volver a verse las caras con el Manchester United se ha de tomar como un regalo, un guiño del destino. La andadura del club en el continente arrancó en la campaña 1956-57 y pasó a la historia por el cruce con los diablos rojos. El triunfo sobre la nieve figura como el mayor acontecimiento vivido en La Catedral. De hecho, aquel 5-3 prevalece en la memoria incluso sobre la eliminación sufrida por el equipo de Ferdinand Daucik en la vuelta, 3-0. Hubo que esperar más de medio siglo para que en 2012 el Athletic se tomase la revancha bajo la batuta de Marcelo Bielsa. Llega ahora la ocasión de desempatar un emparejamiento que nace sin pronóstico.
La superioridad teórica que cabía adjudicar al Manchester United en las dos veces anteriores se ha desvanecido. Su poderío económico, reflejado en escandalosas inversiones anuales, no ha logrado frenar la deriva deportiva iniciada tras la despedida de Alex Ferguson en 2013. Hoy deambula por la Premier y se agarra a la Europa League como a un clavo ardiendo. Una realidad que contrasta con la pujanza del Athletic, que acredita una solvencia incuestionable. El meollo de esta semifinal estriba en conocer si el nivel de competitividad mantenido por la plantilla de Ernesto Valverde en los dos frentes que viene compaginando será suficiente para superar el reto.
Como mínimo habrá que conceder que no existe un favorito claro, pese a lo que ambos conjuntos han demostrado en la presente campaña. A favor del Athletic juegan factores como la regularidad, un balance defensivo envidiable y sus inmaculadas estadísticas como local. Pero el asunto, salvo que el resultado de esta noche lo niegue, se dirime en Old Trafford dentro de una semana y en el bagaje de buena parte de la nómina que maneja Rúben Amorim resalta su dilatada experiencia internacional. Por tanto, parece lógico hablar de una eliminatoria abierta, que presumiblemente se resolverá por un margen exiguo.
Abierta y muy física, siendo esto último un aspecto que, en principio, tampoco debería temer el Athletic, dado que su estilo, de ritmos elevados y envidiable predisposición al trabajo, se antoja idóneo para equipararse a toda clase de rivales. La baja de Sancet sobresale como principal y casi único motivo de preocupación en las filas rojiblancas, aunque conviene apuntar que enfrente faltan varios elementos que en condiciones normales son titulares. En el once de salida está por desvelar la identidad del sustituto del máximo goleador, puesto al que optan Unai y Berenguer, los dos que suelen asumir esa función, pese a la diversidad de sus perfiles.
Por lo demás, Valverde pondrá en liza un bloque que la afición se sabe de carrerilla: Agirrezabala; De Marcos, Vivian, Yeray, Yuri; Galarreta, Jauregizar; Iñaki Williams, Maroan, Nico Williams. La elección de Unai tendría sentido a fin de extremar la presión, llevar el partido a terreno inglés y obstaculizar las veloces transiciones, seña de identidad de los de Amorim. Ello permitiría, además, disponer de un relevo de garantías para las demarcaciones ofensivas de cara al segundo tiempo.
Cuestiones técnicas al margen, está asegurado un ambiente a tono con la trascendencia del evento. San Mamés rebosará pasión. El cartel y el premio reclaman la máxima entrega de todo el mundo.