Aunque todavía ni se ha doblado el ecuador de la fase de grupos, puede afirmarse que el Athletic ha cubierto con sobresaliente el tramo más difícil e incierto de su aventura en la Europa League. Su posición después de tres encuentros, entre los ocho mejores de la competición, o sea en el escalón que da acceso a la siguiente ronda de forma directa, sin disputar una ronda extra a doble partido, permite por sí sola realizar una valoración en clave positiva, así como una proyección optimista. Con tantos puntos en juego aún, nada tiene garantizado, lógicamente necesita seguir engordando el casillero, pero solo un auténtico descalabro podría precipitar su adiós al torneo.
Los profesionales son refractarios a este tipo de reflexiones, sobre todo a estas alturas de la competición. Al menos, en público. Ningún entrenador o futbolista concederá que con cinco encuentros pendientes el objetivo establecido es pan comido. Sin embargo, si se analiza lo ocurrido, resulta que el Athletic ha sido capaz de rentabilizar de manera excelente una serie de circunstancias que tranquilamente se le podían haber torcido; lo cual, traducido a números, le otorga un lugar de privilegio de cara a lo que está por venir.
De entrada, la vuelta a la Europa League seis años después de su última participación, con buena parte de la plantilla sin experiencia alguna en dicho ámbito, invitaba a colocar un interrogante en torno a su respuesta. Encima, le tocó debutar en el Olímpico de Roma, nada más y nada menos. En teoría, el peor cruce de todos los posibles, el más indeseado. Pero el Athletic regresó vivo de la capital italiana, atravesó por serias dificultades, fue por detrás en el marcador muchos minutos y solo a falta de cinco estableció el empate, que sería la recompensa al inconformismo de que hizo gala ese día.
Aquel primer punto puso las bases para mirar con cierta tranquilidad lo siguiente. Sin embargo, era lógico predecir que el estreno en casa llevaría aparejada una dosis extra de ansiedad, agravada por las ganas de agradar a una afición expectante y eufórica tras la larga espera. Enfrente, un AZ Alkmaar que no pasa de ser un conjunto discreto, lleno de chavales, animoso, pero carente de piezas de relieve. Bueno, pues segundo examen superado, por mucho que el 2-0 maquille bastante un rendimiento colectivo flojo. Los goles cayeron por obra y gracia de sendos destellos de Nico Williams en la recta final de un partido donde previamente se asistió a un descorazonador ejercicio de impotencia. En casos así se suele decir que ganó el mejor, no por serlo o porque su fútbol estuviese en sintonía con su potencial, sino gracias a la pegada.
Y acaba de certificarse la segunda victoria en San Mamés para completar la suma de siete puntos sobre nueve posibles. Tampoco en esta oportunidad ofreció el Athletic una versión siquiera parecida a la que habitualmente brinda a sus seguidores. Desde luego, se le debe reconocer que salir ganador en esta oportunidad tuvo más mérito, dado que el Slavia de Praga le superó precisamente en las facetas que distinguen a los hombres de Valverde: intensidad, ritmo, trabajo, equilibrio y producción ofensiva. Como mínimo los checos se hicieron acreedores al empate, pero se debería admitir con normalidad que su victoria hubiera reflejado fielmente el discurrir de los noventa minutos.
En resumen, el Athletic no ha estado fino en el global de sus tres rondas, pero esa realidad no ha supuesto un impedimento para que luzca un balance excelente. Si ahora tuviese uno, dos o cuatro puntos, poco habría que alegar. En la confianza de que el colchón de que disfruta le ayude a irle tomando el pulso al torneo y en futuras citas ofrezca un nivel que se asemeje al que despliega en LaLiga, cualquier previsión le favorece.
Ni que decir tiene que su próximo compromiso prácticamente le aseguraría acabar la actual fase en la parte alta de la tabla. Visita al Ludogorest, a tenor su trayectoria (un punto y cero goles a favor en 270 minutos), el adversario ideal para añadir otra victoria. Y después, recibirá en La Catedral al IF Elfsborg sueco, que no es un coco precisamente. En definitiva, el Athletic debería amarrar el objetivo que persigue antes de abordar el doble desplazamiento a Turquía, donde se medirá a dos rivales de cierta entidad (Fenerbahce y Besiktas). Y en la improbable hipótesis de que para entonces no haya hecho sus deberes, dispondrá de una bala más en San Mamés frente al Viktoria Plzen, club checo no equiparable al Slavia.