Del partido con el Valencia, el Athletic solo extrajo beneficios. Ganó por fin, que falta hacía, elevó su rendimiento en relación a citas anteriores, alegró el alma de una afición expectante y añadió una cuña más a su balance como anfitrión. Todo fueron noticias positivas, no se registró ninguna circunstancia que alterase la sensación de felicidad que procura la victoria; ni siquiera hubo que lamentar contratiempos físicos, asunto que a estas alturas de la campaña y con la densidad del calendario cobra su importancia.
Funcionó el equipo de acuerdo a lo que se puede esperar. Las transformaciones radicales de un día para otro no suelen producirse en contextos como el presente: recién iniciada la competición, después de dos decepciones y con una alineación plagada de variantes que afectaban a la totalidad de las líneas. A Valverde le salió bien cuanto propuso. Ello no significó que el Athletic ofreciese una actuación arrebatadora, sino que gestionó el compromiso siendo fiel a sus principios en aspectos grupales: su aplicación defensiva anuló al adversario.
Lógicamente, aparecieron deficiencias, pero ninguna que no fuera corregible sobre la marcha con orden y generosidad. El hecho de que Agirrezabala se retirase sin realizar una sola parada revela que el Athletic recobró, al menos parcialmente, la intensidad que le distingue para correr, disputar cada balón y mantener la concentración. Ese perfil agresivo es, sin duda, lo que le faculta para aspirar a los tres puntos en muchísimos partidos. A los rivales se les atraganta semejante brío y, ante la obligación de exprimirse a fondo, acaban cediendo.
Ya se verá si el avance experimentado tiene continuidad mañana y se traduce en opciones reales de vencer al Atlético. Habrá cambios en el once orientados a garantizar la frescura física. Valverde deberá ensamblar las piezas a fin de alcanzar el voltaje preciso para que el equipo pueda expresarse como le gusta, lo cual quizás aconseje reservar de inicio a Mikel Jauregizar, uno de los destacados frente al Valencia.
Hay que considerar que el técnico le mantuvo sobre el césped hasta el final en su primera titularidad en San Mamés. La segunda en su corta etapa en la plantilla, dado que jugó de salida en la última jornada de la pasada liga en la visita al Rayo. Entonces fue relevado en el descanso por su amigo Unai Gómez y ejerció una función distinta: hizo de enlace, con Galarreta y Dani García a su espalda. Le costó enchufarse. Esta segunda vez, formó pareja con Prados, titular en las tres jornadas celebradas, y se le vio bastante más cómodo. Agradece el contacto con la pelota y no elude el trabajo sucio. Terminó fundido, no podía ser de otra forma.
Cumplir las obligaciones propias del círculo central no es tarea sencilla cuando la propuesta del conjunto se basa en imponer un ritmo tal que le facilite recuperar rápido y percutir a toda velocidad. Es el sello del Athletic y parece que con Jauregizar en progresión, Valverde podrá disponer de una alternativa más en esa parcela crucial del campo.
Al margen de que el regreso de Galarreta siga en el aire, aunque en Lezama sugieren que será tras el parón de selecciones, la necesidad de añadir otro elemento a una nómina de por sí corta no tiene discusión. Con un Prados asentado desde que, por falta de personal disponible, irrumpiese el pasado diciembre con un nivel que hacía incomprensible la falta de oportunidades que padeció, lo apuntado ahora por Jauregizar es un nuevo motivo de celebración.
De un año para acá, el entrenador ha visto cómo se resentían las prestaciones de Mikel Vesga, hombre de su entera confianza, mediatizado por lesiones, así como por la competencia que planteaban los citados Galarreta y Prados. Seguro que Valverde le espera y pronto logrará emular al medio centro que tanto sobresalió en la campaña 2022-23. Una expectativa que cuesta hacer extensiva a Ander Herrera, quien en sus dos años en el equipo nunca ha sido un valor estable. Lesiones constantes y un declive asociable a su edad y al esfuerzo que se exige en este equipo, son condicionantes que no pasan inadvertidos. Si así no fuera, se entendería mal que en Montjuic saltase del banquillo más tarde que Unai y Jauregizar y que la historia se repitiese ante el Valencia agravada por su ausencia de minutos.
A lo comentado, agregar el adiós de Dani García, por lo que el paso adelante de Jauregizar se antoja prioritario para reforzar la sala de máquinas en un curso que se presume tan duro como interesante.