No es fácil describir lo que se vivió este jueves en el mar, en ese recorrido que realizaron unas 160 embarcaciones desde Getxo hasta Bilbao para acompañar a la tantas veces imaginada gabarra. Tras 40 años, el sueño se hizo finalmente realidad y, la plataforma, tantos años parada se transformó en el barco de la ilusión en la que viajaron los campeones de la Copa 2024. No era necesario ser del Athletic, ni ser de Bilbao para contagiarse de tantos sentimientos y de todo lo que mueve el Athletic más allá , incluso, de Bizkaia.

Hubo quien vio pasar la gabarra desde la altura de los montes, desde alguna de las dos márgenes de la ría, subidos a farolas, en grúas, asomados en balcones o ventanas, o incluso desde tejados de empresas y viviendas. Nadie se lo quería perder.

DEIA vivió esa experiencia a bordo del 'Egarri', embarcación de la cuadrilla de Plentzia que se sumó a la fiesta navegando en una agua teñida de un rojo y blanco intensos, nada que ver con la de hace cuatro décadas, de un color chocolate.

Capitaneado con maestría por Iñigo el recorrido estuvo lleno de emociones, de sonrisas, cánticos, gritos, de brazos alzados e incluso también de lágrimas. "¡Esto es para vivirlo. Qué lujo!", comentaba Alex Zapirain con el que compartimos esos momentos tan especiales, grabados ya para siempre en la memoria.

Egarri, embarcación de Plentzia capitaneada por Iñigo Cedida

Los patrones de los barcos que participaron en la comitiva de la gabarra estaban citados a las 14.00 horas en el puerto marítimo del Abra en Getxo desde donde zarparon todos sobre las 16.30 horas. Tras recuperar fuerzas y llenar la tripa, los barcos se dejaban llevar a ritmo de las olas mientras que el himno del Athletic se escuchaba en las diferentes embarcaciones como hilo musical.

Antes de zarpar hubo que llenar la tripa con un buen aperitivo Sandra Atutxa

Sobre las 16.00 horas los jugadores del Athletic comenzaron a subirse a la gabarra, mientras que en las barandillas se agolpaban miles de aficionados. Nervios, muchos nervios y tensión era lo que se respiraba y se sentía entre quienes pudimos vivir este día histórico a bordo de un barco junto a la gabarra.

Y llegó el gran momento. Con puntualidad británica los dos remolcadores arrancaron motores para comenzar con el traslado de la gabarra hacía Bilbao. Sirenas, bocinas, gritos... el sueño de ver galopar sobre el mar a los leones con la Copa se convertía por fin en realidad.

ESTAMPAS DE POSTAL

El recorrido de más de cuatro horas dejó grabada en la retina de quienes viajamos en los barcos incontables estampas de postal, difíciles de olvidar. Farolas, puentes, tejados, montes, pasarelas... cualquier sitio era valioso para poder estar más cerca del Athletic. Txoriak Txori, Hegoak, Ikusi mendizaleak... y muchas más canciones se fueron pasando de un barco a otro en un recorrido en el que no cabía ni un alfiler.

Trabajadores de las empresas como los de Arcelor Mittar, en Sestao, pararon para con bengalas teñir de rojo un cielo que el jueves se mantuvo azul; empleados de hospital IMQ, en Zorrotzarraurre, vecinos con viviendas hacia la ría en Portugalete, Erandio, Barakaldo... siguieron el acontecimiento del año desde balcones y ventanas.

Trabajadores de la empresa Arcelor Mittar en Sestao Sandra Atutxa

A medida que nos aproximábamos a Bilbao la marea de gente aumentaba y el clamor popular se hacía más intenso. "Esto es emoción total. Estamos muy locos. La que se ha montado", comentaban tripulantes del Egarri, de Plentzia.

Vecinos en Olabeaga disfrutar del paso de la gabarra Sandra Atutxa

Bajo el puente de Rontegi, en la pasarela de Zorrotza, en el barrio de Olabeaga, Zorrotzaurre, a los pies de San Mamés, Euskalduna, puente de Deusto, Guggenheim... La gabarra, con los campeones de la Copa a bordo surcó la ría y lo hizo en el marco de un Bilbao completamente diferente al de hace 40 años. En el escaparate de una ciudad que ha vuelto a ser noticia en el mundo y portada de periódicos internacionales por esa pasión, que moviliza a un territorio entero y que algunos llaman religión.

Imagen de las embarciones a la altura del museo Guggenheim de Bilbao Sandra Atutxa