EL pronóstico apuntaba a una final vasca, pero el destino quiso que el 6 de abril no se vaya a reeditar la de 2021, celebrada en La Cartuja, sin público en las gradas. En las semifinales, la Real Sociedad se vio sorprendida por el Mallorca, de modo que la representación euskaldun en el partido cumbre del torneo copero correrá a cargo del Athletic. Así es en rigor, aunque también el Mallorca contribuirá de algún modo gracias a los orígenes de su entrenador.

En la nómina del club isleño, que reúne jugadores de hasta nueve nacionalidades, solo Javier Aguirre Onaindia posee un vínculo directo con Euskal Herria, en concreto con Bizkaia, de donde décadas atrás emigraron a México sus padres, naturales de Ispaster y Gernika. El Vasco nació hace 65 años en la capital del país americano y su primer contacto profesional con la patria de sus progenitores se remonta a 1986, cuando fue fichado por Osasuna para reforzar su centro del campo. Una lesión de tibia y peroné, redujo a 16 partidos su aventura rojilla. Regresó a México, donde colgaría las botas en 1993 en las filas del Guadalajara tras completar catorce temporadas en activo.

Aquella breve estancia le valió a Aguirre volver a Iruñea en 2002, sentarse en el banquillo de El Sadar durante cuatro campañas y proclamarse subcampeón de Copa o conquistar una plaza en Champions. Experiencia que revalorizó su cotización. Si previamente únicamente había dirigido en México, a partir de entonces comenzó un itinerario que le condujo a Japón, Emiratos Árabes y Egipto, etapas que intercaló en una trayectoria mayormente desarrollada en la liga española: Atlético de Madrid, Zaragoza, Espanyol, Leganés y finalmente Mallorca, donde recaló en 2022.

Aguirre y Valverde bromean antes de un partido en Son Moix. CATI CLADERA

El Vasco luce hoy un historial al alcance de una minoría selecta. Lleva camino de cumplir un millar de encuentros oficiales como técnico en el fútbol de élite, lo que incluye 60 con la Tricolor, como así se conoce a su selección. Constan en el palmarés algunos títulos, no demasiados, la verdad, pero su principal aval descansa en el bagaje adquirido desde que en 1996 se hiciera cargo del Atlante.

Diez equipos y tres selecciones han pasado por sus manos; casi tres décadas ejerciendo con muy contadas y breves interrupciones. Desde luego, trabajo no le ha faltado a Aguirre, especializado en gestionar proyectos en general orientados a la consolidación de plantillas modestas. A la hora de definir su método o perfil profesional, quizá deba mencionarse la optimización de recursos. Su actual equipo constituye un exponente ideal de dicha capacidad.

Fichó por el Mallorca en marzo, a escasas jornadas del final de la liga 21-22, y consiguió esquivar la amenaza del descenso. Al año siguiente, dejó al equipo a tres puntos de plaza europea. A fecha de hoy, aún no ha asegurado la permanencia, posee un pequeño margen de seguridad que le impide vivir tranquilo; sin embargo, se halla en vísperas de pelear por el título de Copa. Veintiún años después, Aguirre ha conducido al Mallorca a una final, para lo cual tuvo que apear al Girona, la revelación del curso, y a la Real Sociedad, uno de los favoritos, además a doble partido.

El déficit goleador del conjunto asoma como la causa de los desvelos de Aguirre, cuestión agravada por la dilatada ausencia de Vedat Muriqi, autor de quince tantos el curso anterior. Los casi tres meses con el ariete kosovar fuera de las alineaciones por lesión se han dejado sentir. El entrenador suele ser franco en su análisis, no tiene reparos en aludir a “la calidad” de sus hombres en las áreas rivales. Factor que, por defecto, ha condicionado muchos resultados.

Precisamente, su desprejuiciada y envolvente manera de expresarse hace de El Vasco, un personaje querido, apreciado, al que gusta escuchar. El acento, la cadencia, un vocabulario original, la retranca, el tono familiar que emplea con la prensa y, en suma, su seguridad delante de los micrófonos, suponen un contrapunto en el gremio. A menudo, saca una sonrisa a la audiencia, pero no deja de enviar mensajes con fondo e intención, muy pensados.

Preguntado por el rival que prefería en la final, recordó que pasó tres años “muy buenos” bajo la disciplina del Atlético de Madrid y a continuación apeló a la procedencia de sus padres. Redondeó la respuesta con una amplia sonrisa, otra de las armas de que se vale para conquistar al interlocutor. En ocasiones, se tira medio partido de charleta en la banda con el cuarto árbitro, como si lo que sucede en el campo no fuese con él, pero él se lo puede permitir. Al fin y al cabo, con tantos partidos sobre la espalda, el señor Aguirre Onaindia capta absolutamente todo. No lo pondrá fácil en La Cartuja.