Acude al media day del Athletic, el acto organizado por el club para aglutinar las entrevistas previas a la final de Copa, en pantalón corto, lo que permite ver fácilmente las cicatrices de sus tres operaciones de rodilla. Son las heridas de guerra de una carrera marcada por el infortunio, que le frenó en seco cuando quería despegar y le volvió a golpear duramente hace dos años en su reencuentro con la Primera División.

Su vuelta al Athletic ha sido llegar y besar el santo. Está siendo un futbolista muy importante para Ernesto Valverde. ¿Cómo lo está viviendo?

—La verdad es que muy contento. Cuando llegaba aquí estaba flipando. Cumplía el sueño de volver otra vez aquí. Es una alegría y una pasada y poder estar viviendo todo esto no me lo imaginaba ni en mis mejores sueños: llegar a una final de Copa, estar peleando por la Champions y participando mucho… Estoy disfrutando mucho el momento.

¿Cómo lo está gestionando mentalmente?

—Lo llevo con tranquilidad. Sigo haciendo lo mismo, que es trabajar al máximo cada día. Llegué con mucha ilusión y confianza. Me encontraba bien físicamente, venía de un buen año en el Mallorca. Sabía que iba a ser difícil jugar porque la plantilla es de un nivel altísimo y hay jugadores muy buenos. Así que tenía que llegar bien a la pretemporada, aprovechar esta al máximo y coger lo más rápido posible los conceptos del equipo. Y estoy teniendo la oportunidad de jugar mucho.

Encima viene de jugar de un estilo muy marcado como el que propone Javier Aguirre a otro bien distinto con Ernesto Valverde.

—El año pasado con el juego del Mallorca estábamos un poco más replegados. Hacíamos un trabajo muy bueno y muy fuerte que me hizo mejorar y crecer mucho. Aquí me he tenido que adaptar rápido a un juego totalmente diferente, más de ida y vuelta. Intentamos llevar siempre el peso del partido, atacar mucho y estoy disfrutando mucho de este tipo de juego también y pasándolo muy bien en el campo.

¿Cuál de los dos estilos diría que va más acorde con sus características?

—Yo intento adaptarme. Si algo he aprendido estos años en los que he jugado en varios clubes de distintas ciudades y con muchos entrenadores distintos es que tienes que intentar adaptarte rápido a lo que pide cada técnico.

¿Tuvo dudas de cómo podía ser su encaje en este Athletic?

—No le di muchas vueltas, porque para mí volver aquí era un sueño y una ilusión. Eran todo cosas positivas. Intente adaptarme lo más rápido posible, escuchar, ver y aprender mucho de los compañeros. Eso e intentar aportar también desde mi estilo de juego y encajarlo en el equipo.

¿Cómo es Javier Aguirre en las distancias cortas?

—Es muy cercano, como le veis también en las ruedas de prensa. Muy alegre, muy bromista, te lo pasas muy bien con él. Pero a la par es muy exigente también con el trabajo, con el entrenamiento diario. Aprieta mucho. Prepara muy bien también los partidos. Yo personalmente he tenido un trato muy bueno con él, le estoy muy agradecido. En Sevilla nos daremos un abrazo.

Él también ha hablado maravillas de usted…

—Sí, siempre que ha hablado ha tenido palabras muy buenas para mí y se lo agradezco muchísimo. Como te he dicho, en el tiempo que estuve con él aprendí y disfruté mucho y le estoy muy agradecido por todo lo que viví allí.

¿En esas conversaciones con Javier Aguirre habló con él sobre sus orígenes vascos?

—Lo comentamos alguna vez. Él me dijo que tiene familia aquí y que le tiene mucho cariño al País Vasco. Me suena que en alguna entrevista alguna vez ha dicho que le hubiese gustado entrenar al Athletic.

¿Qué supuso el Mallorca en su carrera?

—He vivido tres años maravillosos allí. Tengo muchísimo cariño a la isla, al club, a la afición y sobre todo a los compañeros con los que compartí el día a día. La acogida del vestuario fue muy buena, hice amigos que voy a tener para toda la vida. En la primera temporada en la que estuve allí pudimos disfrutar de un ascenso y me llegó la oportunidad de volver a jugar en Primera División, algo por lo que llevaba peleando muchos años.

Raíllo, el capitán, se despidió de usted entre lágrimas, sinónimo de que dejó huella en el vestuario mallorquinista.

—Me llevo muy bien con él. Siempre se ha portado muy bien conmigo y con mi familia y siempre le voy a estar muy agradecido. El año pasado tuvimos muchas conversaciones, él en todo momento entendió mi situación. Eran muchos años fuera de casa. Para mí, volver al Athletic, tal y como se lo expliqué a él, era el sueño de mi vida. Por otro lado también iba a ser padre y poder estar cerca de la familia, de los amigos, pesaba.

Otro ejemplo de que cayó de pie en el vestuario fue la unión que hubo cuando se lesionó frente al Betis. No llevaba mucho tiempo, pero el equipo enseguida le mostró su cariño.

—Fue un momento duro, pero al mismo tiempo fue muy especial. Sentí muchísimo cariño de la afición, del club y de mis compañeros. Se volcaron mucho, fue una pasada. Eso me dio mucha fuerza para la recuperación.

Los dos entrenadores que ha tenido en el Mallorca, Luis García Plaza y Javier Aguirre, han valorado muy positivamente el paso al frente que ha dado en el aspecto defensivo, algo que se le había achacado, si bien en su año en el Numancia ya fue el máximo recuperador de Segunda.

—Siempre he tratado de crecer y mejorar como jugador. El aspecto defensivo era algo que sí que tenía que mejorar y en lo que he ido creciendo a lo largo de mi carrera. Me gusta defender. Me gustan las disputas, me gusta chocar, ser intenso, ser fuerte y es una faceta que la disfruto mucho también.

¿Cómo ha conseguido dejar al lado las cicatrices que luce en las rodillas a la hora de ir al choque? Porque entiendo que el miedo a volver a romperse es algo que sigue estando ahí.

—Es verdad que yo siempre que me he recuperado de las rodillas, al volver nunca he tenido ese miedo a la disputa, al choque, a nada. Cuando ya estoy en el juego siempre estoy centrado en lo que tengo que hacer, en las acciones. Y en ningún momento de esos pienso en la rodilla. También porque he tenido buenas recuperaciones, especialmente de esta última, porque el trabajo que hicimos fue muy bueno. Y al volver yo me encontraba normal, como si no me hubiese pasado nada.

En la última lesión se rompió la plastia. ¿El proceso de recuperación es distinto?

—Parecido. Te ponen una plastia nueva y listo. Desde que me operé hasta que volví a jugar pasaron seis meses. Es verdad que han pasado diez años y que todo va evolucionando. Volver a jugar después de esta tercera lesión fue uno de los momentos más especiales de mi carrera.

Y, de paso, después de tantos años de trabajo y esfuerzo, sentir que vale para competir en Primera División…

—Me ha costado muchísimo, muchos años. Siempre he tenido ese objetivo y cuando me ha llegado ese momento he tratado de seguir mejorando, de aprovecharlo.

¿El Mallorca era el rival que no quería en la final?

—No. Al Mallorca siempre le deseo lo mejor en cada partido y quiero que gane.

Por eso se lo digo…

—Menos contra nosotros. Al final, contra nosotros, quiero que ganemos nosotros, lógicamente. Pero al Mallorca y a mis excompañeros les deseo lo mejor. Es verdad que es especial y un poco raro encontrarte en una final con tantos amigos, pero cuando el balón echa a rodar nadie tiene amigos. Será un partido durísimo, cada uno luchará por lo suyo. Después del partido nos daremos un fuerte abrazo.

¿Ha hablado con sus excompañeros?

—Llevamos un tiempo que no hablamos. Cuando se clasificaron les escribí para felicitarles y luego hicieron lo mismo cuando eliminamos al Atlético de Madrid. Aquellos días hablamos un poco, pero desde entonces estamos centrados en lo nuestro por así decirlo.

Empataron a cero en Son Moix y en San Mamés golearon al Mallorca. ¿Qué partido imagina en la final?

—Me imagino un partido más parecido al de Mallorca. En casa metimos dos goles rápido y eso nos puso las cosas muy de cara. El Mallorca compite muy bien, defiende a un gran nivel y tiene jugadores que juegan muy bien al fútbol. Va a ser un partido muy complicado, muy duro y vamos a tener que hacer una final muy buena para poder ganar.

A nivel personal, ¿jugar esta final lo toma como un premio por todo lo que le ha tocado sufrir?

—Sí. Es verdad que en estos años he tenido momentos duros con lesiones, pero también he disfrutado muchísimo de todo el camino. Todo está siendo un premio. Ser futbolista, haber competido en Segunda tantos años, hacerlo ahora en Primera y estar en el Athletic. Lo valoro muchísimo. Volver a casa es lo más grande y luchar con esta camiseta cada semana es lo máximo.

¿Cómo vivió las finales perdidas?

—Fue duro. Eres consciente de la ilusión que hay en el vestuario, de las ganas que tienen por ganar, que es más que nadie, y también de todo lo que rodea al club. Y cuando desde la distancia me tocó ver esas finales también sufres. Y qué decir como aficionado, porque también lo sufres. Fueron golpes duros, pero seguro que el equipo ha aprendido cosas de ello.

En 2012 estaba dentro de la dinámica del primer equipo y le tocó vivir desde dentro, aunque sin jugar, las de Copa y Europa League. ¿Cómo las recuerda?

—Yo acababa de subir. Me fijaba en todos los detalles. Intenté disfrutarlas al máximo, intentando ayudar para ganar, pero no pudo ser. Ahora es distinto, porque ya soy parte del primer equipo.

¿Y lo está disfrutando o pesa la responsabilidad?

—La responsabilidad, lógicamente, es otra. Aquí hay muchísima ilusión, no hay más que ver el entorno, y nosotros también la tenemos. Para nosotros es una pasada jugar una final y poder pelear por ganarla. A nivel personal lo estoy viviendo con tranquilidad. Intentando centrarme en lo que puedo hacer, en lo que puedo controlar, que es prepararme bien, entrenar bien, cuidarme para intentar llegar bien a la final. Y llevar la mente un poco a lo que voy a tener que hacer en el partido, a centrarme en el juego más que en lo que rodea a la Copa.

¿Trata de abstraerse de alguna manera o es imposible?

—Es difícil. Ahora sales por la calle y la gente te para, pero también la familia y la cuadrilla te hablan de la final. Estoy intentando estar más con mi familia para estar más tranquilo.