El fútbol moderno, que avanza a pasos agigantados, devorando todo a su paso, ha llegado a tales extremos que permite ver y prácticamente normalizar imágenes como la de anoche en el Santiago Bernabéu.

Dejando a un lado la del techo retráctil instalado en el coliseo merengue, lo cual no es una novedad, pues son varios los campos que cuentan ya con sistemas para cerrar los estadios por completo, uno no puede dejar de pensar en cuánto más peso tiene el dinero –enorme ya de por sí– en el fútbol de hoy en día para que el Real Madrid juegue ante su público de morado y su rival, el Athletic, lo haga entero de blanco. Una circunstancia impensable hasta hace cuatro días; qué decir en 2005, cuando el conjunto rojiblanco, vestido como Dios manda, conquistó por última vez el Bernabéu. Entonces también estaba Ernesto Valverde en el banquillo bilbaino, claro que a la vuelta de la esquina no había una final de Copa y los leones no hallaron motivos para despistarse. Justo lo que sí sucedió ayer, porque la falta de tensión generalizada en el Athletic se explica por lo que sucederá el próximo sábado en Sevilla.

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Sí, el Athletic jugó frente al Madrid con la mente puesta en La Cartuja. Y no pasa nada. Entra dentro de toda lógica. O, acaso, ¿por muy bien que le esté yendo este curso iba a estar en condiciones de disputarle el triunfo al equipo de Carlo Ancelotti en su propio campo? ¿Quién iba a querer perderse una final por un mal gesto, una mala pisada o un golpe recibido a destiempo? Nadie. Es propio del ser humano. Y en medio de todos esos condicionantes, al conjunto rojiblanco le tocó intentar asaltar el Bernabéu, un feudo inexpugnable en la presente campaña, donde nadie ha sido capaz de ganar. Tampoco lo fue el Athletic, que enarboló la bandera blanca desde el inicio. Para colmo, la tempranera lesión de Yeray Álvarez, que todo hace indicar que se perderá la cita de La Cartuja, hizo que la tropa de Valverde la ondease con mayor ahínco si cabe. Más vale un soldado herido que varios.

Lo que se presuponía como un ensayo general para la final, aunque los estilos del Madrid y el Mallorca estén a años luz de distancia, no fue más que un entrenamiento con público ante un rival que camina lanzado hacia un nuevo título liguero. Quizá, de no haberse adelantado el conjunto blanco tan temprano, pues antes del minuto diez ya mandaba en el marcador, el devenir del choque habría sido otro. O no, quién sabe. Al menos, Valverde pudo repartir minutos de competición entre sus futbolistas, a la espera de recuperar a Nico Williams, y Yuri Berchiche, en su regreso, dispuso de media hora en la que se le vio suelto, sumándose incluso al ataque en un par de acciones.

El partido, del que resulta complicado destacar cuestiones positivas por cómo se desarrolló, deja al Athletic a expensas del Atlético de Madrid en su lucha por la Champions, toda vez que Barcelona y Girona vencieron a lo largo del fin de semana en sus encuentros y aventajan ya en once y nueve puntos, respectivamente, a los bilbainos. Esta noche, si los colchoneros vencen al Villarreal, el Athletic les cederá el cuarto puesto.

Valverde, de récord

Por otro lado, la visita al Santiago Bernabéu sirvió para que Ernesto Valverde siga aumentando sus registros al frente del conjunto rojiblanco y también en la historia de LaLiga.

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Ayer, frente al Real Madrid, dirigió su partido 511 en el campeonato de la regularidad, lo que le sitúa como el técnico con más partidos en el siglo XXI, superando a Joaquín Caparrós. Además, igualó a Javier Clemente en los registros totales y solo tiene cinco entrenadores por delante.