Una ikurriña en lo alto de un pequeño mástil decora la fachada de la Euskal Etxea de Ciudad de México. Es lo primero con lo que se encuentra uno cuando se baja del taxi tras recorrer las pobladísimas calles y avenidas, algunas parecen no tener fin, de la capital mexicana, donde el tráfico no ayuda a la puntualidad. Dentro de la sede, la tranquilidad la rompe un sonido muy reconocible, el de la pelota golpeando el frontis del frontón principal. Varios palistas realizan un entrenamiento ante la mirada de un par de curiosas llegadas desde Balmaseda y que son recibidas por Julen Ruiz de Azua Arruti, el presidente del centro vasco. Nacido en México, Julen ejerce de anfitrión junto a Iñigo Bilbao, natural de Bilbao y el responsable de comunicación del centro –es periodista y colabora con Euskadi Irratia y Berria–, quien detiene durante un puñado de minutos una de las clases de Euskera que imparte para enseñar las entrañas de la Euskal Etxea. Curiosamente, una de las alumnas es mexicana y su relación más cercana con Euskal Herria le llega por una de sus amamas, nacida en Burgos.

A falta de uno, son dos los frontones con los que cuenta el centro vasco. Las ikurriñas son bastante más difíciles de cuantificar por su elevado número. Decoran distintas estancias y los escudos de los siete herrialdes se dejan ver en lo alto del frontón principal. Uno se siente como en casa mientras escudriña entre libros, fotos y se interesa –en este caso por los Ibarreche, la familia de ama–, que emigraron a México debido a la Guerra Civil y al franquismo. También hay espacio reservado para un txoko, con cocina, cómo no, que sirve de sede para la peña del Athletic en Ciudad de México. Claro que también hay lugar para los otros tres equipos vascos de Primera: Real Sociedad, Osasuna y el recién ascendido Alavés. Y para el Eibar, claro. Todos ellos tienen su rincón en el txoko, decorado con pósteres de hace algunas temporadas.

Fundada en 1907

La Euskal Etxea ocupa su actual emplazamiento desde 1971, cuando cambió la céntrica calle de Morelos por un lugar más tranquilo, más residencial, como es Polanco. Unas 120 familias forman parte de la misma y participan en las distintas actividades que allí se organizan. Además de las citadas, como las clases de euskera o la pala, y de la pelota a mano, hay clases de dantzas, se juega al mus y se rinde homenaje a las distintas festividades de Euskal Herria. Y, cómo no, a la korrika y al euskaraldia. Además de ser ahobizi o belarriprest, la Euskal Etxea impulsó también años atrás el término bihotza prest, para dar cabida a aquellos que, si bien no hablan y no entienden el euskera, quieren que su uso no se pierda y lo sienten casi como suyo el idioma.