VILLARREAL: Reina; Foyth, Mandi, Pau, Pedraza (Min. 82, Alberto Moreno), Parejo, Capoue (Min. 57, Terrats), Baena; Samu Chukwueze (Min. 66, Lo Celso), Jackson (Min. 66, Gerard) y Yeremy Pino (Min. 82, Trigueros).

ATHLETIC: Unai Simón; Lekue (Min. 58, De Marcos), Yeray, Paredes, Yuri; Dani García, Herrera (Min. 58, Vesga); Iñaki Williams (Min. 70, Guruzeta), Sancet, Nico Williams (Min. 79, Adu Ares); Berenguer (Min. 58, Muniain).

Goles: 1-0: Min. 24; Baena. 2-0: Min. 37: Jackson. 2-1: Min. 48; Sancet, de penalti. 3-1: Min.50; Jackson. 4-1: Min. 61; Paredes, en propia puerta. 5-1: Min. 91; Baena.

Árbitro: Del Cerro Grande (Colegio Madrileño). Amonestó a los locales Capoue, Parejo, Pau Torres y Pedraza y a los visitantes Herrera, Paredes e Iñaki Williams.

Incidencias: Partido correspondiente a la trigésimo cuarta jornada de LaLiga Santander disputado en La Cerámica ante 16.871 espectadores. El partido empezó con casi cuatro minutos de retraso por problemas en los intercomunicadores de los colegiados.

El marcador concentra la suficiente elocuencia para entender lo ocurrido este sábado en La Cerámica. En su primer gran examen en este apretado final del calendario, el Athletic hizo honor al nombre del campo de la peor manera posible: se rompió en mil pedazos. Podrá decirse que pudo añadir dos o tres goles a más al único que consta en su casillero, aunque también habría que reconocer que el Villarreal no anduvo lejos de, como mínimo, duplicar su vistoso registro de cinco goles. El equipo de Ernesto Valverde funcionó como jamás lo había hecho en la temporada, fue un coladero. Concedió lo que no está en los escritos, mal ajustado, blando, inocente hasta la exasperación; abrió auténticas autopistas por las que los delanteros y centrocampistas amarillos realizaron un destrozo difícil de olvidar.

Menos mal que acudía el Athletic a apurar sus opciones europeas, espoleado además por marcadores ajenos que aún le obligaban más si cabe a no fallar. A la hora de la verdad, su intención quedó en eso, en un voluntarismo que bordeó el ridículo en diversas fases y le hizo aparecer como una perita en dulce. Justo lo que nunca se espera del Athletic. Arrancó amagando, pero asimismo regalando y con el paso de los minutos se constató que su pegada era de peso mosca, mientras no dejaba de recibir golpes y más golpes. El desbarajuste alcanzó cotas preocupantes, convirtiendo el duelo en un paseo para un Villarreal que, pese a emitir claros síntomas de debilidad en tareas de contención, sacó a relucir instinto y eficacia para redondear una goleada impensable y dedicar la última media hora a sestear. No era cuestión de hacer más sangre, con Parejo al paso, dirigiendo las maniobras, jugando a esconder la pelota, al escondite más bien, y sin embargo anotó el quinto, que lo mismo podía haber sido el sexto, el séptimo, etc.

Ni merece la pena profundizar en aspectos concretos, del tipo de la zaga circunstancial que presentaba Valverde porque los males fueron colectivos. El portero abortó dos o tres remates a bocajarro, pero aquello se reveló como una misión imposible para él. Atrás no estuvieron finos, pero sufrieron como perros porque el centro del campo no sujetó a nadie y ello dio pie a que el Villarreal activase a sus piezas ofensivas a la carrera con una pasmosa facilidad. Se sabía que tal era la especialidad del anfitrión, su gran baza para hacer daño, pero en la práctica dio la impresión de que ni se había estudiado la cuestión ni había algo concreto preparado, un antídoto que impidiese a Jackson, Yeremy, Baena o cualquiera plantarse en el área de Simón con ventaja, con la defensa reculando, desubicada, vendida.

Total, que los arreones del inicio a cargo de los Williams, el par de córners en la reanudación que cazó Sancet y otra de que dispuso Guruzeta tras burlar la salida de Reina, no compensaron la alucinante fragilidad de una estructura cuya propuesta se fue desvaneciendo sin remedio para poner en bandeja a su oponente el que debe ser su triunfo más cómodo de la temporada. De haberse tratado de una cita intrascendente a efectos clasificatorios cuesta creer que el Athletic hubiera ofrecido una imagen tan descorazonadora.

En la jugada que antecedió al descanso logró el Athletic meterse en el partido. O eso pareció. Una imprudencia de Parejo, en principio interpretada como falta al borde del área por el árbitro y luego enmendada por el VAR, permitió a Sancet recortar distancias desde los once metros, con un lanzamiento imparable. Una acción que de algún modo premiaba las acciones de peligro generadas por los de Valverde previamente, pero que no lograba disimular la tremenda inconsistencia del bloque, que vivió un auténtico calvario con las acometidas locales. Si el penalti reconocía la verticalidad que de forma esporádica mostró el Athletic, no es menos cierto que penalizaba el balance global de un primer período donde el Villarreal generó lo suficiente para liquidar la contienda.

De entrada, el desarrollo del partido resultó impactante, con llegadas profundas a ambas áreas. Una vistosidad solo entendible a partir del descontrol de los equipos, que alternativamente iban sorprendiéndose mutuamente y hallaban metros para correr y agujerear las defensas, como si fuesen de mantequilla. El intercambio de golpes se antojaba un mal presagio, dada la acreditada impericia de los rojiblancos en los metros decisivos. Y así se certificó más adelante. El Athletic dejó de fabricar juego, al contrario que un Villarreal que actúa sin prisas en la elaboración para dispararse una vez traspasa la línea divisoria de los terrenos.

La esperanza surgida gracias al penalti duró exactamente cinco minutos, lo que tardó Jackson en firmar su segundo acierto, como el anterior a placer. Servicio profundo a Yeremy y listo. El Athletic no sabía ni por dónde le daba el viento. Valverde metió tres cambios y fue en vano. Segundos después, enésima carrera de Yeremy, que entró hasta la cocina. 4-1. Nuevo partido. El Villarreal lo hubiese dejado ahí. Su único interés era que Gerard se uniese a la fiesta, por lo demás no le interesó pisar el acelerador. El Athletic, por su parte, tuvo un rato donde el amor propio, combinado con la relajación amarilla, le otorgó hasta tres ocasiones de adecentar el marcador. La suerte no suele aliarse con quien ha rubricado su propia sentencia y volvió a sonreír al ganador superado el noventa. Otro gol de idéntica factura: pase al hueco, carrera y remate. Si faltaba algún argumento para reflexionar, el Athletic agrega a su errática trayectoria un batacazo en toda regla.

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