Dos Athletic pisaron ayer la alfombra del Saint James’ Park. Enfrente, dos Newcastle. La doble versión de cada contendiente deparó partidos muy dispares. Desde la óptica rojiblanca, en el balance cabe lamentar que el resultado no reflejase el vendaval protagonizado por los chicos de Ernesto Valverde en la última media hora. Cierto que lo sucedido previamente tampoco permite solazarse, el monólogo local dejó en evidencia el retraso en la preparación con respecto a un Newcastle que no podía ni imaginar cuánto sufriría luego. Los cambios obraron una transformación radical, insuflaron energía e intención, atrevimiento y constancia en una ofensiva desatada de la que acaso no deban extraerse conclusiones definitivas, pero que aporta una información valiosa que no debería caer en saco roto.

Se anunció el ensayo como una prueba seria, ante un enemigo más rodado y durante demasiados minutos la sensación de inferioridad fue manifiesta. De entrada, el Newcastle colonizó el centro del campo cediendo al Athletic el papel de sparring, abocándole a correr sin parar de un lado para otro, persiguiendo sombras para no sacar nada en limpio. Por su absoluta ineficacia, la presión fue una broma, mejor dicho un castigo si se repara en la inversión de sudor realizada. En los escasos y efímeros turnos de posesión, apenas se observó algo que pudiese considerarse juego, si por esto se entiende elaborar acciones ligadas de más de tres pases que rompen líneas o, al menos, dan la posibilidad de tener la situación medianamente controlada.

Bruno Guimaraes, cerebro del cuadro anfitrión, se manejó con una libertad inaudita, él solo se encargó de activar a sus compañeros e imponer un ritmo que en amplias fases derivó en un meneo en toda regla. Al Athletic le quedó el consuelo de que su desgaste minimizó el impacto ofensivo del Newcastle, materializado en un gol tempranero que una estructura firme (y despierta) no puede conceder y un par de aproximaciones más. Poco bagaje visto el amenazante perfil inglés y la inoperante réplica que halló.

Los augurios adoptaron un tono preocupante a raíz de que un segundo balón se alojase en la red de Iru en el inicio de la reanudación. Segundos antes, Sancet había suplido a Muniain, por ubicación el supuesto vigilante de Guimaraes, y no tardaron en incorporarse Lekue, (Balenziaga andaba renqueante), Zarraga y Raúl García, que pasó al frente de ataque desplazando a Iñaki Williams al costado derecho. La aportación de las cuatro novedades resultó determinante, tanto como para voltear el panorama y el semblante del entrenador, quien por fin tuvo ocasión de comprobar en qué medida es posible rentabilizar lo trabajado estas semanas, así como que posee un fondo de armario en absoluto desdeñable.

"Hubo jugadores que renacieron, como De Marcos, Vesga o Iñaki Williams, cuyo divorcio con el gol se antoja crónico"

Mención especial para los citados por lo que transmitieron, lo que contagiaron y porque su puesta en escena sobre la marcha supuso una liberación para al resto. Hubo quien renació, como De Marcos o Vesga, al igual que el mayor de los Williams, cuyo divorcio con el gol se antoja crónico. En la banda desplegó las virtudes que no acaba de plasmar en la franja central. Ya ocurrió en un amistoso anterior.

Pero si un aspecto merece ser subrayado, este sería que la línea medular con las tres piezas del segundo tiempo escalonadas funcionó como el fuelle de un acordeón. Es una historia mil veces comentada, pero una pareja formada por Vencedor, Vesga o Dani García difícilmente generará el dinamismo, la intensidad y la variedad de recursos en el despliegue que mejor casa con el espíritu del equipo. El Athletic se reconoce a sí mismo abonado a la ambición si es capaz de soltarse y mete dos marchas más a sus evoluciones. Zarraga sobresalió especialmente, en el robo, la elección de pase, la conducción entre líneas y la aparición en zona de remate. Raúl García, que parece adelantar a Villalibre en las preferencias del técnico, puso esa pizca de agresividad y su saber en la culminación, mientras que Lekue percutió con sentido y quizás fuese Sancet el más intermitente, aunque se valió de su calidad para aclarar diversas acciones.

"La línea del centro del campo, con las tres piezas del segundo tiempo escalonadas, funcionó como el fuelle de un acordeón"

Esa media hora de fútbol vibrante en ataque no estará muy alejada de lo que Valverde anda buscando. Con el desperdicio de ocasiones incluso, lastre que de nuevo minimizó la recompensa, el Athletic que explotó el desgaste del Newcastle (la víspera se midió al Atalanta) con gracia y tesón aparece como el modelo a seguir.