Yeray Álvarez es una persona cercana y al que no le molesta hablar de parte de su vida privada. Es más, se manifiesta como un libro abierto, con una sinceridad que se agradece en un gremio, el futbolista de élite, que en muchas ocasiones se encierra en su propia burbuja.

¿De qué barrio de Barakaldo es?

—Del Grupo Azorín, en la entrada de Barakaldo hacia Rontegi.

¿Qué recuerda de su infancia, de sus primeros pasos con el balón?

—Empecé de portero, con los amigos en el equipo del colegio (La Inmaculada). Desde los cuatro hasta los ocho años me ponían de portero, porque era un chico alto.

O sea, era el malo.

—(Risas) Era un cafre con los pies. Luego ya me pusieron de defensa porque destacaba de cabeza, hasta que con el paso de los años fui ganando en técnica.

¿Se deja ver por Barakaldo?

—Sí. Allí tengo a mis amigos, a mi familia, a mis primos, a mis abuelos. Nunca dejaré de ir al pueblo.

¿Quién le llevó al Athletic?

—Vine con Txus (Gojenuri). Yo no me quería ir del Barakaldo, primero Txori me llevó al Danok Bat, me dijo que era una oportunidad, que iba a conocer nuevas experiencias, jugar otras competiciones. Te dicen que vas a jugar contra el Bayern de Múnich y te ilusionas. Por eso fui al Danok y estando en el Danok hice las pruebas en Lezama, hasta que me llamó el Athletic cuando iba a firmar por el Danok.

Es hijo único, dicen que introvertido. ¿Cómo es Yeray?

—Antes de la operación era un chico muy callado, ahora quizá me haya soltado un poco más. Creces, aprendes y evolucionas. La gente dice que hay un antes y un después desde la enfermedad al siguiente Yeray. Era muy callado, muy tímido, pero una vez que me conoces creo que todo eso cambia. Es difícil conocerme, también se lo digo, tienes que pasar horas y horas.

Se ha referido a la enfermedad (el tumor testicular que le detectaron en diciembre de 2016). ¿Cómo recuerda lo que le sucedió pasados cinco años, se hace una reflexión más fría?

—Lo sigo recordando como si hubiera ocurrido ayer. Recuerdo levantarme todas las mañanas a las ocho para ir al hospital y pasarme seis o siete horas sentado en la cama con el vial puesto, el cansancio, la fatiga, las náuseas, el malestar. No se me va a ir nunca de la cabeza, porque es algo que has sufrido y has convivido con ello.

¿Ha habido mucho campo psicológico?

—No solo psicológico, es una cuestión más personal. Hay veces en que te encuentras mal, dices que puta mierda€ aunque la cabeza te diga: 'Mira cómo estabas hace cinco años y mira cómo estás ahora'.

¿Teme que el cáncer vuelva a aparecer, que no se haya para siempre?

—No solo yo, sino a cualquier persona le puede salir un tumor, tener una enfermedad grave. ¡Mira el covid a cuántas personas se ha llevado! Cada vez que me hago análisis no estoy pensando en que vuelva a aparecer. Sí existe la posibilidad de que me salga o lo que vimos el otro día con el chico que vino y que padece ELA, que es bastante peor.

¿El futbolista de élite es ajeno a a los apuros que vive una gran parte de la sociedad, sube la inflación, los carburantes, la energía, la cesta de la compra€?

—Yo tengo mi familia, la cual ha sido y va a ser humilde. Veo cómo sube la gasolina, el pan€ Yo no le voy a dar la misma importancia que una persona que cobra un sueldo mensual de 800 euros. Si soy sincero, no sé el dinero que tengo ni quiero saberlo, son temas que se los dejo a mi padre, porque creo que es la mejor manera de llevarlo. Sé que no me falta de nada, tampoco necesito que me sobre nada. Sé que me puedo comprar cosas, pero tampoco soy alguien que se vuelva loco por tener mucho dinero. Vivo el día a día con mis amigos y mi familia. Soy una persona muy tranquila en ese aspecto.