L Athletic tiene a día de hoy un buen equipo, una estimable plantilla compuesta de veteranos y de jóvenes valores que está compitiendo contra los mejores y a veces superándolos. Sin embargo los athleticzales, que habíamos soñado con otra final y con la gabarra, acabamos de sufrir una nueva decepción, otra recurrente frustración. Hemos vuelto a nadar para ahogarnos en la orilla de la ría. ¿Qué ha faltado para culminar con éxito una competición copera que ha sido de nota? ¿De qué adolece este Athletic para volver a ser campeón?
La eliminatoria frente al Valencia ha puesto de manifiesto conocidas y evidentes carencias en el equipo. El Athletic sabe plantar cara a los grandes (sobre todo al calor de La Catedral), sabe hacer daño a los conjuntos que salen a jugar al fútbol, a los que apuestan por los partidos abiertos. Los onces de Marcelino tienen cualidades como la intensidad, la presión y la fortaleza física, no exentas de la calidad que requiere hacer frente y ganar a los trasatlánticos de la liga. Lo ha demostrado recientemente al derrotar en pocas fechas a Atlético, Barcelona y Real Madrid, ofreciendo un gran nivel cuando de confrontar capacidades futbolísticas se trata, lo que también se comprobó con la goleada en el derbi. Pero el equipo se atasca claramente cuando debe enfrentar a equipos que, como el Valencia de Bordalás, hacen del juego una dura pelea, en lo táctico y en lo emocional. Y sí, en esta ronda, el técnico alicantino, tan denostado por su credo y por su praxis, ha dado un buen meneo al asturiano. Bordalás, más allá de sus gestos e invectivas, de su pose desagradable, se ha llevado el gato al agua, no siendo hoy el Valencia superior al Athletic, como la clasificación liguera indica. Y algo habrá que aprender de lo sucedido, que nos recuerda, la verdad, a lo ya acontecido en la final copera perdida ante la Real.
El Athletic de Marcelino tiene un sello innegable de equipo competitivo, pero también denota previsibilidad, rígida continuidad en una idea que, en general, le ha resultado positiva, como a anteriores planteles del de Villaviciosa. Pero precisamente esa fidelidad conceptual quizás sea el obstáculo que se pone el propio equipo para superar a quienes saben cómo juegas y cómo jugarte. Se echan en falta variaciones tácticas, como el levantino ha utilizado en los dos partidos para secar nuestro fútbol e imponer el suyo. Porque, no nos engañemos, sea el actual entrenador ché seguidor (aventajado o no) de Bilardo, de Simeone o del Tío Benito, su doctrina es tan respetable como cualquiera otra. Como escribíamos hace siete días, igual de aceptable y potencial conseguidor de triunfos es el fútbol de dominio, elaborado y de calidad, como el que hace del control, el raspe y la batalla su libreto. No perderemos ni una línea en cuestionar el llamado otro fútbol, porque es un arma válida dentro de lo que el reglamento permita. Y el miércoles en Mestalla el trencilla no fue el culpable de nuestra derrota, consintiera más o menos pérdidas de tiempo o simulaciones, artes que cuando van ganando todos los equipos suelen practicar, incluido el Athletic. El Valencia ha merecido, con sus mimbres, con su planteamiento en la ida y en la vuelta, eliminar al Athletic. Punto. Y el conjunto rojiblanco ha demostrado que le falta aún un trecho para poder desactivar semejantes propuestas incómodas. Como le falta un goleador como el comer, porque el que está (y muy bien) pagado para ello carece de ese don. Necesita ab initio del talento y el desparpajo de Sancet y Vencedor. Y necesita de más de dos jugadores con carácter.
El equipo precisa también de alternativas cuando las cosas se tuercen, algo en el debe de un buen entrenador como es Marcelino, cuya continuidad está en el aire, más, imaginamos, por sus posibilidades de mejora fuera de Bilbao. En su mano está, y si es que no calienta la banda una leyenda del club de nombre Andoni. Hablando de laterales derechos: ¿alguna vez nos explicarán el misterio Capa?
El Athletic tiene ahora mismo que apurar sus posibilidades de entrar en Europa vía liga. No puede venirse abajo como ocurrió la temporada pasada. Quedan muchas jornadas, el equipo tiene activos y capacidad, pero ha de paliar sus deficiencias y contradicciones cuanto antes. Levantarse y seguir. No hay otra.