Con los números acumulados desde agosto se obtiene una radiografía muy precisa de lo que es este Athletic. Pronto se habrá cubierto la primera mitad del calendario de liga y resulta que la tendencia positiva que el equipo amagó en algunas jornadas o que en su seno se ha subrayado como una realidad incuestionable desde el inicio de la temporada, se ha desvanecido. No cabe negarlo si hace mes y medio ganó un partido por última vez y luego solo ha sumado cinco puntos de veintiún posibles, todos ellos con empates. Hablar de bache no parece de recibo cuando es evidente que tanto las virtudes como los defectos de la propuesta permanecen intactos con el paso del tiempo. O se aborda una revisión de lo realizado hasta la fecha o la dinámica actual amenaza con dejar al Athletic varado en tierra de nadie una temporada más.

La pregunta es si Marcelino Si se ve capacitado para hacer reaccionar a la plantilla, si maneja resortes que permitan elevar las prestaciones ofensivas, si se va a atrever a adoptar medidas diferentes en el plano táctico, en el reparto de minutos o en la adjudicación de roles. Pretender un golpe de timón con los argumentos que el Athletic expone en el campo en muchos de sus compromisos, carece de sentido. No le alcanza ni le alcanzaba en la campaña anterior. Entonces y ahora la trayectoria es similar y no es preciso tirar de calculadora para concluir que puntito a puntito no se va a ninguna parte. Lógicamente, el comportamiento del equipo no es satisfactorio, sigue alejado de los índices de fiabilidad y regularidad deseables, aunque se insista en proclamar su competitividad.

Sin variaciones significativas en las directrices de juego es complicado alterar el paso. Tampoco sirve de mucho probar alternativas en dos o tres demarcaciones concretas mientras no se aborden problemas que saltan a la vista en otros puestos. Todo parece girar en torno a la productividad en ataque, objetivamente insuficiente, pero existen fórmulas para compensar la ausencia de un especialista contrastado, toda vez que Raúl García ya no puede por sí solo asumir dicha responsabilidad. Puede que la solución sea apostar por el único ariete específico del plantel, algo que no se ha probado seriamente, o que haya que mejorar la construcción del juego para procurar diversificar las vías de acceso a zona de remate o llegar con más gente arriba. Alguna solución seguro que hay, al fútbol se juega de mil maneras, pero en el Athletic lo que predomina es el inmovilismo. No únicamente con Marcelino, pues antes sucedía tres cuartos de lo mismo y las deficiencias vigentes ya estaban ahí.

El entrenador reconoce que urge una mejora en el apartado ofensivo, asegura que se trabaja “con ahínco” en esa dirección y está aludiendo a la falta de confianza como factor que lastra la puntería. Según él, las críticas estarían minando a hombres que “son más certeros de lo que dicen los números”. Lo cierto es que los registros se emperran en llevarle la contraria. Por supuesto, no se discute la actitud y la generosidad en el esfuerzo. A Marcelino le encanta referirse a los estudios que controlan al detalle el despliegue de cada futbolista, pero esto tampoco es una novedad. Si como consecuencia de sus reflexiones considera que nada tiene que reprochar a su tropa, estupendo, pero comprenderá entonces que las miradas se centren en su persona. En la gestión de los recursos puestos a su disposición.

Lamentarse de que el equipo ha dejado de computar en su casillero puntos que habría merecido, empieza a cansar. No ha nacido técnico que no piense de manera idéntica, pero si todos tuviesen razón sería preciso repartir más puntos que tres por encuentro. Sin ir más lejos, en el Coliseum cazó el Athletic uno al que no se hizo acreedor. Y si se rasca en otras jornadas, no costaría rebajar la visión optimista de los acontecimientos a la que se abona Marcelino. Esta clase de valoraciones se sostienen mal si por ejemplo se repara en la identidad de varios conjuntos a los que se ha enfrentado en este tramo tan improductivo.

Dejando a un lado el pasado, lo que viene plantea un reto acaso determinante para la suerte del Athletic. Tres duelos consecutivos en San Mamés ante los tres primeros clasificados: Sevilla, Betis y Real Madrid, en ese orden. La práctica demuestra que son la clase de partidos en que los rojiblancos consiguen ser más convincentes y bien vendrá que así suceda. De lo contrario, doblará el ecuador del campeonato con sus opciones muy tocadas. No se trata de establecer la meta en Europa, una ilusión que hoy más que nunca no pasa de ser una ilusión, pero sí al menos de enderezar el rumbo y dar alguna alegría a un entorno encogido por culpa de la lluvia, que no da tregua, y del equipo, que se está quedando, que no reacciona