La trascendencia del partido de esta noche viene marcada por los últimos resultados, tres empates y una derrota. Escaso botín se mire como se mire, pues refleja un bajón en las prestaciones del equipo de Marcelino, induce a dudar de la solidez del proyecto y pone en cuarentena las aspiraciones. Aunque el efecto de haber sumado solo tres puntos de doce pudiera relativizarse dado que el Athletic, no es menos cierto que ha malgastado una oportunidad de afianzarse justo cuando empezaba a sugerir un salto en el rendimiento.

La preocupación se ha instalado en el entorno debido a que el Athletic vuelve a mostrarse incapaz de brindar un nivel sostenido. Reaparece el fantasma de la irregularidad, de la inconsistencia, y de nuevo salen a la palestra determinadas deficiencias que, por lo visto, no hay manera de corregir. Al tratarse de una dinámica exasperante, por reincidente, las miradas se ciñen sobre aquellos jugadores supuestamente encargados de resolver en la faceta creativa y rematadora. Sus nombres coinciden con los de los cuatro relevados en la jornada previa, donde su inoperancia alcanzó cotas irritantes.

Marcelino adelantó que baraja alguna modificación, no gran cosa según advirtió, pero él mismo es consciente de que necesita hacer algo, de que el tiempo se le está echando encima, de que su empecinamiento en las apuestas que han cubierto el primer tercio del campeonato no resulta rentable, ni defendible. Anda tarde, pero la mera posibilidad de enlazar otro tropiezo pesa como una losa. Este contexto quizá no sea el más idóneo para decidirse a abrir la mano y adjudicar titularidades con un criterio distinto al que lleva vigente desde que llegó a Bilbao. Esa tarea debería haberse abordado antes, pero la inclinación a respetar las jerarquías en vez de analizar los méritos convierten el golpe de timón en un tema inaplazable.

Los cambios que se introducen en un partido suelto no garantizan la solución al problema, sin embargo en algún momento hay que ponerse a dar forma a un plan alternativo. Perseverar en una propuesta que se ha demostrado irrelevante en un montón de compromisos equivale a reeditar los balances de campañas precedentes. Nico Williams y Sancet, así como Zarraga, serían los recursos más a mano para intentar mejorar la producción con balón. De las palabras del entrenador se deduce que acaso los dos primeros estén desde el comienzo frente al Granada, en detrimento de Berenguer y Raúl García. Esperar una transformación más profunda del bloque habitual se antoja muy improbable.

Durante casi una hora, Marcelino quiso transmitir su confianza en el grupo, alabó su dedicación y mentalidad. También habló del exceso de responsabilidad del futbolista de casa, por serlo, o de la presión que en la mente de los delanteros ejerce su divorcio con el gol. Resaltó el valor del factor campo y aprovechó cada resquicio de su discurso para solicitar el apoyo de la grada, agradecido al aliento que brindó el día del Cádiz.

Fue el suyo un concienzudo intento por crear el ambiente adecuado, sabedor de que el triunfo sería balsámico y urge. Enfrente, un Granada que sobrevive en la frontera del descenso, con bajas sensibles y un rumbo incierto. El de Robert Moreno no carbura como el de Diego Martínez, que en mayo superó al Athletic en la tabla. El técnico actual aboga por un estilo que excede la calidad del plantel, que ha perdido nervio y contundencia. Solo ha ganado dos partidos.