E juega mañana un nuevo derbi clásico del fútbol vasco, y se disputa en un momento deportivo dulce para los dos equipos, para la Real y para el Athletic, si bien con evidente favoritismo para los donostiarras.

La Real Sociedad se sitúa hoy en el liderato de LaLiga y lleva adelante una gran temporada, como continuación de unas últimas campañas exitosas, en las que ha conquistado un título de Copa (precisamente ante el Athletic) y logrado la clasificación para Europa en dos ocasiones consecutivas. La Real tiene una destacable plantilla, incorporando, por un lado, a jugadores de Zubieta que parece se asientan en el primer equipo, y, por otro, a fichajes exteriores, rentables, en lo general, en su rendimiento. Todo ello posibilitado por una buena dirección técnica, donde Imanol Alguacil ha demostrado confianza en unos jóvenes que responden a la misma, de lo que es también prueba la presencia del filial en Segunda División de la mano de Xabi Alonso.

La Real Sociedad SAD parece bien gestionada, ha aprovechado los recursos que le llegan, las vacas gordas, con un campo reformado e incremento de la masa social, hasta el punto de superar en un momento dado en presupuesto al rival del otro lado de la autopista. La Real ya no es el hermano pobre al que le quita jugadores el hermano rico, y su economía le permite hoy mismo retener en buena medida a futbolistas que antes marchaban con facilidad al cercano oeste o a otras praderas.

El txuri-urdin es, en todo caso, un modelo distinto al del Athletic. El club donostiarra cultiva, y lo hace bien, su cantera, pero de la misma manera acude al mercado estatal e internacional siempre que lo necesita, y el éxito final le viene dado decisivamente por el acierto en esos fichajes externos (de vascos, de españoles o de extranjeros, a los que también incorpora al filial), acierto que no siempre le ha acompañado. No debe olvidarse que en el pasado, con esta misma política (y, eso sí, menos recursos) la Real Sociedad ha militado en Segunda, y en la mayoría de las temporadas de los últimos lustros se ha clasificado por debajo del club rojiblanco, lo que le llevaba a considerar su gran éxito anual el mojarle la oreja al vecino en el tradicional doble enfrentamiento.

El Athletic Club de Bilbao, sociedad deportiva propiedad de sus socios y de sus socias, con mayor o menor presupuesto y masa social (no entraremos ahora en la fidelidad secular de la misma a las duras y a las maduras) tiene otro modelo de conformación de sus plantillas, lo que constituye una filosofía única en el fútbol mundial (como hace muchos años constatara ya el prestigioso diario L'Equipe). Y con ella, con esa autolimitación competitiva insólita, ha sido capaz de permanecer todas y cada una de las temporadas en Primera División, desde su creación en 1929, con la conquista de 8 ligas, de 24 Copas y de 3 Supercopas, la última el curso pasado derrotando sucesivamente a los Real Madrid y Barcelona de Benzema, Messi y compañía.

Es cierto que la consecución de la Copa 2020 por parte de la Real y su clasificación actual pueden situarla hoy un escalón por encima del Athletic. La condición de dominador deportivo puede cambiar de mano, aun temporalmente, pero (siento discrepar con un expresidente rojiblanco) los papeles siguen siendo distintos: ni la titularidad, ni la organización, ni la responsabilidad, ni la naturaleza de ambos clubes son iguales, y, lo que resulta más importante, tampoco es coincidente ni puede desplazarse el rol que cada uno representa en el fútbol vasco.

Esta pasada semana, ante una oportuna pregunta planteada por Kevin Doyle en rueda de prensa, el técnico rojiblanco Marcelino García Toral destacaba la admiración que desde fuera se profesa hacia el Athletic y el valor de su política, valor que se transforma en un comprensible orgullo que él ahora comparte como máximo responsable del equipo. Sus palabras tendrían que sonar cada cierto tiempo tanto entre los athleticzales que a veces olvidan el significado del nivel y de los logros propios, como entre aquéllos que desde las lindes o desde otras latitudes no pueden sino comprobar que sí, que esta hermosa utopía sigue siendo posible.

Viviremos mañana un nuevo derbi, el derbi de los dos modelos, el de la Real, que lo es, y el del Athletic, con el que muchos y muchas comulgamos. Los dos diferentes y los dos respetables. ¿En común? Nada menos que la perenne fortaleza del fútbol vasco.