Está asumido que el partido de esta tarde puede salir rana. El Atlético de Madrid, aparte de su fama de implacable depredador, actúa como local, detalle que reduce las opciones del Athletic según reflejan los antecedentes. Lo curioso del tema sería que, pese a lo que dicen las estadísticas y los recuerdos, este duelo con Marcelino en el banquillo ha resultado de lo mejorcito que ha ofrecido su equipo, tanto en Madrid como en Bilbao. Si hoy es capaz de seguir la estela de los enfrentamientos celebrados en marzo y abril, el Athletic aspirará a todo, victoria incluida. Un vaticinio que por supuesto no garantiza nada, aunque conviene tener en cuenta y seguro que así lo harán los protagonistas.

La anterior visita al Metropolitano fue suspendida por la descomunal nevada que en enero asoló la capital castellana, circunstancia clave para que el técnico asturiano dispusiera de un margen extra para adaptarse a Lezama y preparar la Supercopa. El factor suerte intervino a favor entonces y aplazó el cruce a mediados de marzo. Acudió el Athletic recién clasificado para la final copera que jugaría un mes más tarde con el Barcelona y durante 40 minutos firmó una exhibición. Los de Simeone, pasmados, salvaron el pellejo con dos goles en los instantes previos y posteriores al descanso, invalidando el obtenido por Muniain. Después la cosa tomó unos derroteros bien distintos, el Athletic careció de recursos para replicar.

Un mes más tarde, llegó la vuelta en San Mamés. Las dos finales de Copa pesaban como una losa en el ánimo, sin embargo el equipo se impuso con una actuación muy convincente. De nuevo, fue amo y señor del primer acto y aún tuvo arrestos para desequilibrar en la recta final y comprometer peligrosamente la candidatura al título del Atlético. El aspecto más llamativo de este doble duelo fue que Marcelino transformó la alineación: en San Mamés únicamente repitieron tres de los titulares que saltaron en el Metropolitano. Sancet, Morcillo y Villalibre estuvieron entre los elegidos, asunto que fue objeto de análisis y motivo de alegría por su significado.

LOS MISMOS

Esta vez, todo apunta a que Marcelino insistirá con el bloque empleado en las cuatro jornadas consumidas. Así se deduce de su discurso. De confirmarse, solo cabe reseñar que el criterio responde a la lógica de los resultados. En la cita influye, o debería, un factor extra, cual es que el Atlético invirtió un notable esfuerzo el pasado miércoles. Notable y baldío, por cuanto el Porto le puso en evidencia. El empate sin goles en el estreno de la Champions fue un marcador agradecido para los de Simeone, que no acertó a variar el signo del choque pese a los diversos cambios tácticos y de piezas que introdujo sobre la marcha.

Tampoco la baza ambiental, los insoportables decibelios que emite la grada de principio a fin, una invitación al uso de tapones, mejoraron las prestaciones de los colchoneros, alicaídos, sin impacto en el último tercio del terreno. Claro que cada encuentro posee su propia historia. Nunca conviene fiarse, menos todavía si por medio anda el Atlético. Es probable que acuse algún tipo de factura, pero ello dependerá de cómo efectúe su trabajo el Athletic.

Asegura Marcelino que acuden con el plan perfectamente interiorizado, convencidos de su viabilidad. La referencia más próxima sería el duelo con el Barcelona, por aquello de equiparar el nivel de exigencia, pero se trata de equipos sin demasiados puntos en común. La aspereza y el pragmatismo distinguen al Atlético del resto, lo cual obliga a extremar la concentración, a no dejarse intimidar y a morder cuanto se pueda.