UNIÓN BERLÍN: Luthe, Friedrich, Khedira, Voglsammer, Awoniyi, Endo, Puchacz, Trimmel, Andrich, Knoche e Ingvartsen. También jugaron Ronnow, Baumgartl, Giesselmann, Ryerson, Oztunali, Wszolek, Behrens, Haraguchi, Jaeckel, Van Drongelen y Ujah.

ATHLETIC: Agirrezabala, Petxarroman, Vivian, Iñigo Martínez, Balenziaga, Dani García, Vencedor, Morcillo, Berenguer, Sancet e Iñaki Williams. También jugaron Unai Nuñez, Capa, Lekue, Zarraga, Raúl García, Nico Williams, De Marcos, Asier Villalibre, Serrano, Paredes y Vesga.

Goles: 0-1: Min. 31, Berenguer. 1-1: Min. 75, Haraguchi. 2-1: Min. 81, Baumgartl.

Árbitro: Florian Lechner (Alemania). Mostró amarilla a Nuñez.

Incidencias: Encuentro amistoso disputado en el estadio An der alten Försterei de Berlín.

A veces se olvida algo tan elemental como que los partidos, también los amistosos, duran noventa minutos. Lo hizo ayer el Athletic y le costó su segunda derrota veraniega. Se dirá que en esta clase de compromisos el marcador posee un valor relativo, pero no cabe obviar que el 2-1 refleja una bajada de tensión colectiva de difícil digestión. El elevado número de cambios que introdujo Marcelino en la segunda mitad podría esgrimirse como disculpa, si no fuera porque el Unión Berlín actuó de la misma manera y sin embargo fue capaz de crecer, de reorientar la dinámica del duelo y voltear el resultado en el último tramo, con un par de remates en cinco minutos. No necesitó más. El Athletic pasó de avasallar y coleccionar un sinfín de situaciones de peligro antes del descanso a desaparecer en ataque a partir de la hora de juego. No solo eso, además, permitió que el juego se desmadrase, otorgando a los germanos la opción de rehacerse y percutir hasta que se salieron con la suya para delirio de unas gradas abarrotadas que amenizaron el evento con cánticos incesantes.

Si lo que buscaba Marcelino era una actuación convincente, que arrojase luz de cara a lo que está por venir en cosa de quince días, se quedó a medias. Puede sentirse satisfecho por lo presenciado hasta el intermedio. Hasta ahí. Cuanto ocurrió después le dará que pensar, quizá le recuerde episodios vividos la pasada temporada en partidos que se hacían demasiado largos o se escurrían entre los dedos pese a que en apariencia estaban bajo control. Despistes, desconcentración, malas lecturas o actitudes un tanto contemplativas, cualquiera de estos aspectos ha emborronado tardes que se presumían felices. Ayer hubo una pizca de todo para afear un ensayo que marchaba viento en popa.

Cierto es que de nuevo afloró la impericia en la culminación, pero fue agradable ver al bloque tan agresivo, vertical y constante desde el comienzo. Tras unos minutos de tanteo, el Unión Berlín recibió un meneo en toda regla y aparte del tema de la puntería ya comentado, contó con el favor de la suerte para cerrar el primer tiempo con un único gol en contra. Fue obra de Berenguer, de lo más destacado, en colaboración con Sancet, cuya intermitencia es asumible siempre que intercale apariciones de calidad como la que permitió al goleador batir al portero tras poner en evidencia a su par en la disputa.

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El Unión Berlín - Athletic, en imágenes

La presión alta le dio réditos al Athletic. Logró innumerables robos, la mayoría limpios, por anticipación y buen posicionamiento. Ni siquiera tuvo que emplearse con dureza para desbaratar el empeño germano de salir tocando: le pitaron la primera falta en el minuto 23. Engrasado y muy vivo, el equipo pronto se puso a la tarea de percutir. Los avisos fueron cayendo uno tras otro, a cada cual más peligroso. El gol se hacía de rogar. Un derechazo de Sancet, saliendo de una pared con Morcillo, golpeó en ambos postes y entonces pudo pensarse en un gafe. Encima, un minuto antes Iñigo tuvo que pedir el cambio. El fútbol estaba siendo injusto.

Todo discurría en una única dirección. Aunque Williams no anduvo fino, el empuje coral generaba llegadas nítidas, a pocos toques gracias a la movilidad del personal ofensivo, pero asimismo a la contribución del resto de las líneas. Pases al espacio de Nuñez, subidas de Vencedor, Petxarroman asociándose como extremo, Dani García era el amo del círculo central. El 0-1 no sació las ansias: Berenguer probó en un golpe franco y luego cedió con delicadeza para que Sancet errase un disparo con todo a favor. La impresión global era notable, salvo porque hubo un segundo contratiempo físico, Petxarroman tuvo que ser suplido, y por el desperdicio de oportunidades.

Se llevaban dos sustituciones forzosas y en el descanso hubo cuatro más, así determinada gente pudo acumular más minutos. El técnico terminó cambiando por completo la alineación, salvo en la portería, donde habrá que desentrañar el significado de la elección de Agirrezabala sobre Ezkieta. Las evoluciones perdieron agilidad y precisión, aunque el cuadro local siguió padeciendo en defensa. Dani García estrelló un cabezazo en el larguero y Villalibre a punto estuvo de embocar por presionar al central. Restaba casi media hora y las disputas individuales empezaron a caer del lado del anfitrión. El amor propio de los alemanes hizo que la pelota ya no tuviese un dueño definido. Dejó de estar cómodo el Athletic, aquello se convirtió en una especie de correcalles, había extraviado el gobierno de la contienda y en un periquete recibió dos golpes, los únicos lanzamientos dirigidos a su portería que le dejaron noqueado, sin respuesta. Y a Marcelino, cariacontecido.