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El compromiso del compromisario

El compromiso del compromisarioBorja Guerrero

El Athletic, como club deportivo no SAD, se rige por unos estatutos que prevén el voto directo de todos sus socios y socias para elegir presidente y junta directiva, y el voto delegado a través de compromisarios que conforman la asamblea general, órgano que adopta las decisiones más importantes de su vida social. La representación indirecta (un compromisario, diez socios) obedece, como en el caso de otras asociaciones deportivas, a la dificultad material de reunir y conformar la voluntad de una importante masa social, cifrada en un mínimo de cinco mil en los estatutos rojiblancos y que hoy supera ya las cuarenta y tres mil almas.

El pasado domingo, por las restricciones presenciales derivadas de la pandemia, se celebró la primera asamblea del club por medios telemáticos, con un resultado satisfactorio en lo técnico, desde la vertiente de poder asistir al evento con comodidad y seguridad desde casa y, lo que es fundamental, emitir el voto personal con todas las garantías exigibles. La pregunta es: ¿esos recursos tecnológicos de los que hoy dispone el club pueden acercarnos a la presencia on line del total de la masa social? Y no solo a la hora de realizar puntuales referendos y consultas sobre cuestiones nucleares, lo que ya se hace esperar. Hablamos de la propia composición y funcionamiento de la asamblea general como órgano soberano de la entidad.

Nadie puede dudar de lo que supondría de avance en el más fiel reflejo de la opinión de socios y socias ante las decisiones trascendentes periódicas para el Athletic, como son la aprobación de su gestión, de los presupuestos anuales, operaciones patrimoniales y organizativas relevantes, o incluso la propia censura de directiva y presidencia.

Lo cierto es que la legislatura de socios y socias compromisarios no coincide con el mandato de la presidencia, y en todo caso, más allá del desfase temporal, la realidad es que en el Athletic el sentir del compromisariado, por los canales de activación social del mismo, suele suponer una verdadera oposición de cemento para candidaturas no adscritas que, no obstante, accedan en determinados momentos a la dirección del club porque así lo decide el libre sufragio de todas y todos los socios.

Estamos hoy ante un nuevo intento de actualización de los estatutos del Athletic, y junto a otras materias necesitadas de cambio, subyace el nudo gordiano de congeniar, siempre desde el marco legislativo vigente, esa elección de asambleístas y de junta directiva, y hacerlo quizás bajo fórmulas propias de otra tipología de asociaciones o instituciones que permitan trasladar con la mayor fidelidad el veredicto de los asociados. O cabe la alternativa, simple y llanamente, de instaurar la llamada asamblea universal, es decir, que el órgano soberano del club incluya, de suyo, a todos y cada uno de socios y socias. Hoy, como el cónclave telemático del 27-D ha demostrado, parece factible y operativo.

No vamos a profundizar aquí en si el parecer real de la masa social está correctamente reflejado por una asamblea de compromisarios. Quien esto escribe lleva casi veinte años formando parte de la misma, limitándome para ello a pedir periódicamente a familiares, amigos y compañeros su delegación, e intentando servir con mi voto a lo que entiendo es mejor para el Athletic. No dudo que el resto de compromisarias y compromisarios hacen lo mismo, pero me permito sugerir el avanzar, por fin, hacia el un socio, un voto también en el órgano de control y decisión del club. Lo sé. Sé que ello supone una modificación estatutaria de mucho calado, que no ha pasado filtros anteriores porque quien lo tiene que aprobar es el actual compromisariado. Vamos, una especie de harakiri colectivo por el bien del Athletic. Pero es al final lo que a todos y a todas nos guía. El Athletic es nuestro auténtico compromiso. ¿O no?