Entramos en unas fechas que se enfocan como un paréntesis en la vida cotidiana. Son días para transmitir mensajes positivos y buenos deseos, actitud que se agradece pese a que sea pasajera y, en general, impostada, al igual que la alegría que todo lo inunda mientras brillan las luces en los arbolitos. También en el fútbol hay tregua porque el calendario se detiene, para el Athletic. Pero no es por influjo de las navidades sino por el comportamiento en un escenario complejo como el de la Cerámica que el clima que envuelve al equipo y por extensión al club desde hace muchas semanas, se haya desprendido de partículas contaminantes, tóxicas en algún caso, y se respire mejor.

Sin necesidad de cuajar una actuación redonda u obtener una victoria inapelable ante el Villarreal, el pasado martes consiguió el equipo transformar el tono de las valoraciones, particularmente amargo después de lo ocurrido en la jornada anterior frente al Huesca, al que se impuso. Qué cosas, era su único triunfo en un mes, de hecho lo seguirá siendo al menos hasta el final del año natural, pero llovieron los palos y se reabrió el juicio eterno al proyecto y a la figura de Gaizka Garitano. Ahora, coincidiendo con las fiestas, parece que el asunto se aparca tras asistir a una nueva prueba del auténtico potencial del Athletic.

Entre los críticos, la diana favorita es el entrenador, al que se culpabiliza de la mayoría de los males, sin embargo para mucha gente existe asimismo una limitación que señala al grupo de jugadores. El argumento vendría a decir que sí, que Garitano se equivoca más de la cuenta, pero la plantilla que dirige no sirve para competir con garantías; bastantes de sus integrantes no merecen estar en el vestuario y difícilmente hallarían acomodo en el resto de los clubes de la categoría.

Este tipo de sentencia tan grave se remite a la trayectoria del equipo, en particular al elevado número de compromisos en que el rendimiento ha defraudado, cuando no irritado. Y la verdad es que con frecuencia la imagen del Athletic alimenta la convicción de que no da más de sí, de que se trata de un colectivo blando mentalmente y carente de recursos, muy alejado de lo que se espera de un equipo de élite en términos de fiabilidad, regularidad y eficacia. Que se sostiene a base de impulsos, arrebatos de casta que va intercalando y que a duras penas compensan su incapacidad para comportarse como un bloque estructurado, convencido de sus posibilidades.

Sucede que quienes así piensan ven rotos sus esquemas con partidos como el del Villarreal o el del Madrid, por mencionar dos recientes y contra enemigos de cuidado. Cabría meter en la lista algún otro, pero ambos son muy significativos dado que el Athletic, además de inconformismo, que es capital para competir, exhibió nivel para equipararse y ganar. Solo con amor propio no alcanza para sostener la mirada a los de Zidane y Unai Emery, eso vale para enderezar una tarde torcida, como pasó ante el Sevilla. En estas últimas salidas se ha contemplado un funcionamiento equilibrado, un afán por vencer que cristalizó gracias a que se hicieron bien muchas cosas. Resaltó un uso de la pelota interesante, en las antípodas de esa tentación que consiste en quitársela de encima, darle duro para arriba y cuanto más lejos, mejor.

sabe y puede

Se apreció voluntad para elaborar y asociarse, y una más que correcta ejecución de dicha idea. La conclusión principal sería que se demostró que el equipo sabe y puede, que jugando por abajo hace daño a rivales de entidad, superiores en la faceta técnica, abonados a desplegar propuestas de esta clase. O sea, que el Athletic atesora calidad suficiente para desenvolverse con cierta soltura en un fútbol muy táctico y encima cuenta con la opción de rentabilizarlo apelando a las virtudes de siempre, léase agresividad, generosidad, tesón, bazas en las que no tiene que envidiar a casi ninguno de sus adversarios. En un fútbol donde prácticamente ya nadie arrolla a nadie, con cantidad de duelos solventados por una acción de estrategia, un error o un regalo, combinar el trato amable al balón con un ritmo fuerte constituye un aval para salir a ganar en cada cita.

Visto pues que el equipo posee un repertorio más propio de un candidato a premio que de un simple superviviente, lo que habría que perseguir es que esa realidad se plasme con asiduidad. Trasladar la teoría a la práctica. Pilla lejos, son dos años ya, de aquel bache del que se huyó por la vía rápida apostando por reforzar al máximo los conceptos defensivos. Luego ha habido un tiempo precioso para evolucionar e ir liberando al equipo de ataduras que en su momento se justificaban por la clasificación.

No se ha hecho, ha faltado determinación por vivir muy pendientes del día a día y el modelo original de Garitano ha sufrido un desgaste evidente. Ello explica que el Athletic se halle a fecha de hoy varado en mitad de un proceso que debería orientarse a exprimir una versión más ambiciosa, en la línea de los ejemplos prácticos apuntados al comienzo. Sin olvidar que repasando el plantel se constata la paulatina incorporación de una camada con una proyección que merece crédito, pero que aún se encuentra en ciernes cuando sobran los motivos para que vaya adquiriendo responsabilidades. ¿Acaso no han respondido Vencedor, Villalibre o Morcillo?