- Hoy se cumplen dos años de la salida del Athletic de Kepa Arrizabalaga con destino a Londres, al Chelsea. La desafección del portero hacia el club que le acogió y formó desde niño desembocó, después de varios episodios bastante desagradables, en un abrupto adiós el 8 de agosto de 2018. Parece que fue hace una eternidad, que se trata de una historia vieja y sin mayor relieve, pero en su momento se montó un gran revuelo y el sonado divorcio entre el señalado para convertirse en el sucesor de José Ángel Iribar y el club generó una alarmante sensación de orfandad en torno a la portería de San Mamés.

Sin embargo, el corto espacio transcurrido demuestra que el tiempo, con su poder para relativizarlo todo, es el mejor cicatrizante. La gravedad que destilan los acontecimientos traumáticos, y este lo fue, se va rebajando según se arrancan hojas al calendario. De entrada, el Athletic supo reaccionar con celeridad para minimizar los efectos de la espantada de Arrizabalaga. Apoyado en la solidez de su estructura no tardó en nombrar un sustituto de absoluta garantía cuya presencia ha enterrado en el olvido al “elegido para marcar una época”. Una prueba más de que la suerte del Athletic no depende de un futbolista concreto, por muchas esperanzas que se hayan depositado en él. En las temporadas previas hubo más jugadores que prefirieron un cambio de aires y desfiguraron un equipo muy sugerente, de un nivel competitivo espectacular. Tampoco sobrevino una catástrofe, no faltaron relevos para sostener viva la inercia labrada durante doce largas décadas de entusiasta defensa del escudo.

Unai Simón es el último exponente de ese poder de regeneración del Athletic. La progresión que ha experimentado le sitúa en un plano del que curiosamente Arrizabalaga se ha caído. El ondarrés se halla en una situación inimaginable para alguien que proyectó su marcha de Bilbao como salvoconducto al olimpo e hizo cuanto estuvo en su mano para alimentar unas expectativas sustentadas a partir de los halagos de técnicos y especialistas de aquí y de allá, de toda Europa. Le daba igual el Real Madrid que el Chelsea o cualquiera si aspiraba a los máximos títulos, eso lo dejó bien claro. Necesitaba con urgencia recalar en un grande, aunque únicamente tenía 23 años y medio centenar de partidos en la élite con el modesto Athletic.

Coqueteó con los blancos mientras toreaba a Ibaigane, pero en enero de 2018 Zidane frustró la operación gestada en la oscuridad y, acaso aturdido por el desplante, transigió con renovar un contrato que finalizaba en junio. Josu Urrutia anduvo listo y le colocó una cláusula de 80 millones, cuadruplicando la existente. Ese fue el importe que ingresó el Athletic el siguiente verano. Era evidente que iba a aprovechar la mínima para largarse y le llamó el Chelsea. Pero es posible que Kepa midiese mal, no cayó en la cuenta de que los blues querían alguien verdaderamente especial para proteger su marco. Las diez ejemplares campañas de Peter Cech y las cuatro sin borrones de Thibaut Courtois habían malacostumbrado a los fieles de Stamford Bridge.

bronca en wembley

Maurizio Sarri avaló la contratación, dijo que Kepa tenía muy buena pinta, lo cual aún hoy no se discute, aunque por supuesto desconocía cómo se las gasta cuando algo no es de su agrado. El napolitano lo hubiese entendido de asistir a aquella famosa rueda de prensa que Arrizabalaga concedió en Lezama, donde sin mover un músculo de la cara desmintió categóricamente cada movimiento para largarse con Florentino Pérez y proclamó su inequívoca devoción por el Athletic.

En febrero se produjo el choque de trenes. El portero se negó a ser suplido tras sufrir un problema físico en la prórroga de la final de Copa. Desautorizó a Sarri, dejó planchado en la banda a Willy Caballero y perplejo a todo Wembley, pero se mantuvo en sus trece y acabó el partido. Le cayeron cientos de palos de ex jugadores del Chelsea, comentaristas, columnistas e hinchas. “Aunque hubo un malentendido, pensándolo bien, cometí un error”, admitió Kepa en una nota pública de disculpa. La indignación general por su fea actitud no se saldó con la multa del club (200.000 euros) y el buen talante de Sarri. Quedó marcado. En el siguiente partido fue suplente.

Recuperó la titularidad y colaboró en la conquista de la Europa League. El Chelsea fue tercero en la Premier y ese verano empezó a discutirle el puesto a De Gea en la selección española. Sarri se mudó a la Juventus en junio y le suplió Frank Lampard, poseedor del récord de partidos con el Chelsea como futbolista. Una leyenda sin recorrido en los banquillos pero con un predicamento ilimitado, que no se cortó a la hora de juzgar a Arrizabalaga. El pasado diciembre dejó caer que el club debía ir buscando un portero.

Las críticas arreciaban, se le acusaba de cometer fallos frecuentes e impropios de un tipo por el que se pagó la cantidad más alta jamás invertida en un portero. Avanzada la temporada lucía el peor porcentaje de paradas de la Premier: 56% frente al 86% de Alisson, del Liverpool. En febrero fue relegado y Caballero, de 38 años, disputó cuatro jornadas. Tras el paréntesis por la pandemia, regresó, pero los rumores sobre su continuidad no cesaban e iban surgiendo alternativas: Oblak, Onana (Ajax) y Henderson (propiedad del Manchester United, cedido en el Sheffield United).

Las opciones de cumplir el lustro de contrato pendiente con el Chelsea, a razón de casi diez millones anuales, son más que inciertas con Lampard al timón. Ese pulso lo tiene perdido. Fue significativo que en la jornada de cierre de la Premier, con una plaza en la Champions en juego, actuase Caballero. El panorama invita a pensar que tendrá que hacer las maletas, aunque su caché complica la negociación, sea con el club que sea y el abanico es muy limitado.

Tiene toda la carrera por delante, pero su imagen ha perdido brillo. Pese a su juventud, en su currículum asoman ya una serie de situaciones conflictivas y ni siquiera su valía deportiva se ha afianzado. En el Athletic creía que iba a comerse el mundo, pero el exigente y peculiar fútbol inglés le ha bajado los humos. Las indisimuladas prisas por triunfar se le han vuelto en contra al llamado a emular a Iribar. De momento sigue muy lejos de lograrlo y ni siquiera sabe dónde jugará el mes que viene.