AL Eibar le cuadran muy bien las cuentas en los despachos, no así en el campo. La presente no es la única mala racha de resultados en su todavía breve estancia en Primera División, pero en seis ediciones ligueras nunca había ocupado una posición tan retrasada. Le faltan cinco o seis puntos para llegar a la media que acostumbra por estas fechas y el sábado visita San Mamés habiendo enlazado cuatro derrotas. Los diversos estamentos del club apelan a la calma y sin embargo se detectan motivos para la inquietud que estarían conectados al desfase apuntado en el comienzo.

Desde el histórico ascenso en el verano de 2014, la economía armera ha experimentado un crecimiento exponencial gracias a una gestión modélica de los ingresos televisivos. Además de nutrir la caja y arrojar anualmente moderados superávits, los dirigentes han aprovechado la coyuntura para promover iniciativas ambiciosas: sucesivas reformas y ampliaciones del viejo Ipurua o la construcción de una ciudad deportiva, así como planes de índole social. Inversiones pensadas para que el Eibar se asiente definitivamente y reproduzca en la elite la estabilidad que en otro tiempo le distinguió en Segunda.

Los criterios de moderación y racionalidad también han sido norma en materia de fichajes. Jugadores cedidos o con la carta de libertad son moneda común en el capítulo de altas de una plantilla que asimismo ha generado ganancias con varios traspasos muy rentables. Esta política deportiva merita más si cabe la labor de José Luis Mendilibar, que cumple un lustro al mando y ha instaurado un estilo futbolístico inconfundible barnizado con un nivel competitivo de primer orden. El técnico ha dirigido con éxito los destinos del Eibar y, la verdad, cuesta creer que su fórmula se haya agotado. Más bien parece que el origen de los actuales problemas del equipo tiene mucho que ver con el paulatino debilitamiento que ha experimentado el potencial del grupo.

Los dirigentes se han dormido en los laureles, acaso persuadidos de que el míster sabría amoldarse a lo que fuese y de nuevo extraería el máximo jugo de la materia prima a su cargo. Es posible que en ello esté, pero se mire como se mire, Mendilibar trabaja con una plantilla bastante peor que la de campañas recientes. El Eibar ha perdido a varios titulares, entre otros a Dani García o Joan Jordán y su centro del campo ha quedado huérfano de liderazgo. No son los únicos que han cambiado de aires (Capa, Peña, Luna, Adrián, Lejeune, etc.), pero es que encima se observa que los relevos captados no encajan en la pizarra de Mendi. Resulta significativo que ninguna de las incorporaciones más recientes tenga continuidad en el once, ni siquiera el repescado Inui, cuya frescura ni por asomo recuerda a la de su etapa anterior.

Una sombra de lo que eran Pero el aspecto que realmente condiciona el rendimiento del Eibar no sería el trasiego de nombres, las idas de unos y venidas de otros, lo que le penaliza es que han decaído notablemente las prestaciones de una serie de futbolistas que han sido básicos. Iván Ramis y Sergi Enrich, el jefe de la defensa y el encargado de resolver arriba, son una sombra de sí mismos. Uno martirizado por los problemas físicos y el delantero en permanente divorcio con el gol. A Pedro Riesgo, que representaba la calidad, el último pase, hay que meterle en el mismo saco. Tantos partes médicos han acabado por mermar de modo evidente una valiosa aportación.

Mendilibar ha tenido que entregar la batuta en la zona de creación al fiel Escalante, un buen peón al que ya relegó a un segundo plano; la reconversión en lateral del argentino De Blasis no ha cuajado como sucediera con Capa o Peña; Charles, un tipo listo en los metros finales, no es eterno y el desequilibrio depende sobre todo de la inspiración de Orellana, a menudo obligado a realizar jugadas imposibles para dotar de luz a las maniobras ofensivas y que acaba de dejar constancia de su particular carácter con una expulsión estúpida que le impedirá enfrentarse al Athletic.

Las limitaciones se le acumulan a Mendilibar hasta el punto de que no se concibe que el Eibar se abstenga de acudir al mercado invernal. Necesita compensar las múltiples deficiencias que le están metiendo en un lío. No es tarde para reaccionar, la directiva debe entender que el éxito del pasado no computa en el presente.