BILBAO. Disgustado porque entendía que su equipo se hizo acreedor al triunfo, trató Gaizka Garitano de poner en valor los aspectos positivos que observó en el rendimiento y restó trascendencia a los negativos. Su lectura del partido fue bastante aquilatada, un tanto benévola si se quiere, pero en líneas generales la razón le asistía pues, aunque de todo hubo en la actuación del Athletic, cabe compartir la opinión de que más de lo primero que de lo segundo. Dicho de otro modo: aquello que hizo bien debería haber bastado para llevarse los tres puntos.

El fundamento de esta impresión queda reforzado agregando al análisis un indicativo de fácil comprensión: la comparativa del comportamiento del Athletic y el del Valladolid. El equilibrio que reflejó el marcador no se corresponde con los méritos de uno y otro. Más motivo por lo tanto para lamentarse y justificar el término “jodidos” para describir el estado de ánimo del vestuario.

Claro que aceptado todo lo anterior, también sería posible llegar a una conclusión muy distinta y es que resulta sintomático que la victoria acabe esfumándose siendo mejor que el oponente. Viene a resaltar la existencia de un problema cuya gravedad habría que calcular sin obviar dos cuestiones importantes: el Athletic afrontaba el partido azuzado por la necesidad y ejercía de anfitrión, dos factores que adecuadamente combinados constituyen una ventaja.

¿Y qué propició la pérdida de dos puntos el pasado domingo? ¿Cuál es el problema que lastra al Athletic? Sin meterse en grandes profundidades podría enunciarse diciendo que las dos caras que el equipo viene enseñando en función de que juegue en casa o fuera pudieron verse con nitidez en un mismo partido. Es un tema muy sobado puesto que viene de la temporada anterior y las nueve jornadas celebradas en la presente confirman que no se ha corregido. Y si la consecuencia de semejante irregularidad costó el billete continental entre abril y mayo tras protagonizar una gran remontada en la tabla, ahora se traduce en un bache que ha ensombrecido el balance del inicio de campeonato con un registro de dos puntos sumados de los últimos doce.

Las explicaciones del entrenador (o de los jugadores) suenan peor mientras el eco de la crítica se amplifica reclamando medidas, cambios, a la espera de señales que anuncien la reacción. La tendencia natural a quedarse con lo más reciente es parte de este negocio y en el contexto vigente solo fomenta pesimismo y preocupación. La afición se impacienta porque la versión atractiva del equipo empieza a quedar lejos, al igual que las victorias.

CLASIFICACIÓN ENGAÑOSA

Menos mal que todavía la clasificación no agobia. Increíblemente se dirá, pero el equipo sigue en una posición interesante, si bien un repaso de las puntuaciones advierte de que la relativa sensación de tranquilidad puede truncarse en breve. El Granada, tercero, se halla a cuatro puntos de distancia, pero por detrás también el Betis está a cuatro puntos del Athletic y hoy ocupa plaza de descenso. El apelotonamiento es una realidad, pero aquí la inquietud nace del desperdicio de la carrerilla que condujo a los rojiblancos a la zona noble. Los márgenes para el error se van estrechando. Por todo ello, catalogar de engañosa la foto de la clasificación no es faltar a la verdad, menos aún en vísperas de acudir al Wanda Metropolitano, un escenario siempre desagradecido para el visitante.

Frente al Valladolid volvió a dejar sentado el equipo que es capaz de desplegar un fútbol con la suficiente enjundia para vencer. No va sobrado de pegada, ni mucho menos, pero la intensidad le permite crear situaciones de remate, una premisa sin la cual es complicado marcar. Durante medio partido, con fases de mayor o menor empuje, tuvo la virtud de ejercer un férreo control del rival, reducirle a la nada en el plano creativo. Alcanzó el descanso con ventaja y supuestamente con la certeza sobre qué camino le aseguraba el éxito.

Luego fue patente que la convicción o la confianza en las propias fuerzas no era tal. Al igual que en Balaídos, Butarque o Son Moix, el Athletic experimentó una bajada de tensión, sus prestaciones se difuminaron, afloró el perfil reservón que le ha concedido un par de empates a domicilio y al mismo tiempo le ha privado de un botín más goloso, no en vano hablamos de estadios y contrarios objetivamente asequibles. Esta afirmación se hace a sabiendas de que a todo el mundo le cuesta resolver sus compromisos, pero el grado de dificultad se dispara cuando se opta abiertamente por el conservadurismo.