bilbao - La salida a Butarque se saldó con la conquista de un punto. Además, vino a certificar que el Athletic se da por satisfecho con ello y que mientras eluda la derrota no le preocupa demasiado aparecer como un conjunto extremadamente pragmático, sin apenas parecido con el que suele actuar en San Mamés. Tan seguro está de su contrastada solidez defensiva que cuando viaja opta por un planteamiento de equipo pequeño, se muestra reservón y torpe en la faceta creativa, en absoluto saca a relucir la agresividad y la valentía que le han valido un pleno de puntos como anfitrión.
Al tratarse de un guion que en la presente temporada está resultando rentable, al menos hasta la fecha, las valoraciones se hacen con sordina. Es difícil que guste el modo en que el Athletic se comporta ejerciendo de visitante y sin embargo en los análisis prevalece la resignación sobre la censura. El resultadismo, esa teoría donde todo se supedita a lo que diga el marcador, encuentra campo abonado para explayarse. Tres partidos ganados, tres empatados, ninguno perdido, son un argumento potente, ideal para sacar pecho. Con semejante registro y su traducción en la tabla clasificatoria, los inconformistas, quienes no se identifican con lo que ofrece el equipo a domicilio, tienden a atenuar la crítica o directamente guardan silencio.
Para completar el cuadro, entrenador y jugadores se apresuran a recordarnos la complejidad que entraña cualquier compromiso, sea cual sea el rival y el escenario. Y si es lejos de Bilbao, ni te cuento, repiten en tono grave. Por si no bastase con esto para contrarrestar las voces discrepantes, viene al pelo remitirse a las dificultades ajenas de las que no se libran ni los clubes de alto copete para desactivar la tentación de poner el dedo en la llaga y desmenuzar las carencias o los errores propios. En la presente coyuntura prevalece sin ningún género de dudas el manido “no hay enemigo fácil”, premisa que de forma automática sublima los logros que está firmando el Athletic en los dos primeros meses de competición.
Y que siga así, pero esa corriente de opinión condescendiente que impera en el juicio al rendimiento del equipo de Garitano, que se transforma en función del escenario, no impide que del encuentro celebrado en Leganés se destaque la aportación del último que ha llegado a la plantilla, que casualmente se estrenaba como titular. Gaizka Larrazabal, Larra según se lee en su espalda, se erigió en el elemento discordante en la propuesta que hizo el Athletic. Jugó a otra cosa, a algo diferente al resto, se empeñó en dotar de verticalidad y aceleración a las previsibles evoluciones del conjunto.
Luego confesaría que el míster le pidió eso, que intentase encarar al rival de turno, buscase los espacios para explotar la fortaleza de sus piernas y pusiera centros que pudiesen ser rematados por los compañeros. De acuerdo que es lo que se intuye que mejor encaja con sus características y lo que debe buscar un futbolista que se ubica en una de las bandas. Pero consignas aparte, él demostró interés en desarrollar una labor que no es sencilla y protagonizó varias acciones inquietantes para la defensa madrileña. El premio a su perseverancia lo recogió cumplida la hora, en un lance en el área que significó el penalti convertido por Raúl García.
reconocimiento Su contribución al trabajo del grupo el pasado miércoles ha merecido el reconocimiento general y cabe suponer que incrementa sus probabilidades de participar. Se trata de un partido nada más y tampoco es que diera una exhibición, pero dejó claro que quiere hacerse un hueco y cuenta con algunas bazas para ello, de entrada porque le distinguen de otros hombres que ocupan su misma demarcación. Para empezar, su perfil se asemeja al del extremo clásico, una figura que ha ido desapareciendo en el fútbol moderno, donde hoy se lleva mucho lo de jugar a pie cambiado y trazar diagonales. Son los laterales sobre quienes recae la misión de correr en paralelo a la línea de cal y templar al área, mientras que el extremo más parece un interior.
En los seis partidos disputados, De Marcos, Muniain, Ibai y Lekue se han alternado con Larra en el costado derecho. El veterano fue la primera elección de Garitano hasta que cayó lesionado, luego el más empleado ha sido el capitán, en un tercer lugar Ibai y Lekue, después de una larga ausencia, tuvo un rato contra el Alavés. Larra ha sido incluido en todas las convocatorias y ha intervenido en los tres choques de fuera. Debutó en Getafe cuando De Marcos ingresó en la enfermería y disfrutó de la segunda parte al completo, en Son Moix fueron solo cinco minutos y rozó el gol, y finalmente Garitano le metió en la rotación para que sumase 79 minutos en Butarque.
Esa vocación de retar al lateral encargado de su vigilancia a fin de superarle por habilidad y velocidad, sería su salvoconducto para hacerse un hueco en el once. Según dicen y así lo refrendan sus números en el filial, tampoco va corto de gol porque le pega bien a la pelota y prueba. De sus competidores directos, Lekue es el más dotado para desempeñar una tarea similar. El bilbaino es potente, con recorrido, completo técnicamente y con un buen golpeo con ambas piernas. Por algo el entrenador ha dicho que le estaba esperando y le reservó un lugar en el plantel pese a la prolongada baja que prácticamente hizo que estuviese inédito la pasada campaña.
No hay en el Athletic un puesto tan solicitado y Garitano va a tener que hilar fino para decantarse por la baza más conveniente.