EL viernes Álex Remiro vendrá a San Mamés. Regresará a la que fue su casa hasta que un día (al que es imposible ponerle fecha) tomó él solito la determinación de que dejase de serlo. Hace ya un año largo que Remiro dejó descolocado a todo el mundo renunciando a la posibilidad razonable de convertirse en el portero titular del Athletic. Una increíble concatenación de factores se lo puso en bandeja, pero por motivos que se desconocen prefirió tirarse un año en blanco y cambiar de aires. Para redondear un episodio que merece figurar en lugar destacado en el álbum de las historias desconcertantes que genera el fútbol profesional, resulta que Remiro había escogido abrazar el escudo del vecino y hoy milita en la Real Sociedad.

En el verano de 2018 la nómina de porteros del Athletic incluía a cuatro aspirantes. El orden jerárquico estaba claro en lo que respecta al primer y último peldaño, propiedad de Kepa Arrizabalaga y Unai Simón. En medio cabía otorgar cierta ventaja a Iago Herrerín por los servicios prestados como suplente primero de Gorka Iraizoz y luego de Arrizabalaga, no obstante a Remiro se le adjudicaban serias opciones de promocionar y erigirse en el relevo natural del titular. El curso anterior había contribuido con un gran rendimiento al ascenso a Primera del Huesca, de manera que parecía estar listo para el salto a la máxima categoría.

A comienzos de agosto, Arrizabalaga depositó los ochenta millones de su cláusula y se largó al Chelsea. El impacto de la operación fue mayúsculo e inmediata la reacción del Athletic: aceleró el regreso de Simón, quien semanas antes y tras ampliar su contrato partió a Elche en calidad de cedido. Lo que se antojaba un exceso de prudencia, pues Eduardo Berizzo disponía de Herrerín y Remiro para cubrir la demarcación, con el tiempo se entendió perfectamente. La directiva de Josu Urrutia había cursado una oferta de renovación a Remiro, cuyo vínculo concluía en junio de 2019, y este no había siquiera respirado.

Hubo más intentos del Athletic para atar a un internacional en todas las categorías inferiores que se perfilaba como un valor de futuro. Ninguno prosperó porque Remiro así lo quiso, sencillamente era partidario de buscarse la vida en otro sitio. Para que la situación fuese más rocambolesca, Herrerín ingresó en la enfermería con el inicio del calendario oficial a la vuelta de la esquina. Huelga decir que en ese preciso instante el mejor colocado para el estreno liguero hubiese sido Remiro, pero su empecinado silencio favoreció una carambola mayúscula y el 20 de agosto Simón defendió la meta ante el Leganés. Hodei Oleaga, del filial, ejerció de suplente.

Profesionalidad Simón jugó siete jornadas y en la octava Berizzo estimó que Herrerín tomase el testigo del joven, a quien nada había que reprochar. Remiro, por su parte, acudía a diario a Lezama y, a decir de compañeros y cuerpo técnico, se empleaba a fondo en cada sesión, aunque permaneciese vetado para la competición. Los rumores que le situaban en la Real pronto alcanzaron la dimensión de clamor, pero no fue hasta junio, por aquello de guardar las formas, cuando se hizo público el acuerdo que le ligaba a la entidad guipuzcoana hasta 2023. Sin datos, establecer comparaciones entre la propuesta rojiblanca y la que aceptó equivale a especular, pero existe constancia de que Aitor Elizegi trató de reconducir el caso. En balde. Remiro quería jugar en Anoeta.

Con Remiro a las órdenes de Imanol Alguacil y tras diversos amagos, hace unas semanas la Real por fin colocó a Gerónimo Rulli, cedido en el Montpellier. El camino parecía expedito para que Remiro se resarciese del ostracismo al que se abocó y debutase de una vez en la élite, pues a Miguel Ángel Moyá (35 años) se le atribuía el rol de recambio. Al cabo de dos jornadas aún no lo ha logrado, Moyá es el titular y visto su rendimiento lo normal sería que Remiro siga chupando banquillo en el derbi. Quizá lo más curioso de esta historia sea que en la otra portería estará Simón.