NO descarto volver a entrenar; soy entrenador y pienso como tal”, advirtió Joaquín Caparrós (Utrera, 15-X-1955) en una entrevista concedida a DEIA el pasado 9 de enero, cuando asomaba al frente de la dirección deportiva del Sevilla. Cuatro meses después, sus palabras asoman convertidas en hechos, pues vuelve a figurar a los mandos del conjunto hispalense tras abandonar una secretaría técnica a la que accedió en mayo de 2018 y sustituir en el banquillo a Pablo Machín, a quien reemplazó en marzo con la misión de reconducir la nave sevillista. La misma que ahora, a falta de una jornada para la finalización de la liga, sueña con una carambola que le permita acceder a la Champions League o, en su defecto, con obtener la clasificación directa para la fase de grupos de la Europa League sin rondas previas de por medio. El Athletic, con Europa también en mente, será el último rival del curso para el cuadro sevillista y para Caparrós, quien se reencontrará con el equipo en el que ejerció como técnico entre 2007 y 2011 y que tan buenos recuerdos le dejó.

Las circunstancias del presente, no obstante, impiden mirar hacia atrás, hasta el punto de que una derrota el sábado podría costar sumamente cara a Caparrós, cuyo futuro se mantiene en el aire tras la sonada vuelta de Monchi al club. El de Utrera, que cogió las riendas del Sevilla a las puertas de la jornada 28 tras una dura e inesperada eliminación en octavos de final de la Europa League a manos del Slavia de Praga, ha intentado inyectar en sus jugadores una mayor solidez defensiva que, sin embargo, no ha terminado de verse reflejada sobre el verde. En los diez partidos ligueros dirigidos tras su regreso a los banquillos, Caparrós presenta un saldo de cinco triunfos, un empate y cuatro derrotas, insuficientes para aplacar su ánimo. Ni la leucemia crónica que le fue diagnosticada hace apenas un mes, por la cual se preocupó el Athletic, ha rebajado su ímpetu batallador.

“Sabéis que me hierve la sangre roja, pero ha habido un pique entre la sangre blanca y la roja y me han dicho que tengo una leucemia crónica. No me impide ejercer mi profesión y estoy haciendo vida normal. No tengo ningún tipo de tratamiento, me han cogido a tiempo, estoy feliz y voy a dar aún mucha guerra”, quiso destacar el utrerano cuando dio a conocer públicamente su enfermedad, la cual tampoco ha paliado la intensidad con la que vive su día a día como entrenador. Fe de ello puede dar el delantero portugués André Silva, víctima en los últimos meses de una lesión que cuestionó Caparrós la pasada semana en rueda de prensa al afirmar que “es un caso para hablar y me imagino por el bien del fútbol que la selección portuguesa no le llamará para jugar a primeros de junio. Sería un feo para el fútbol y la UEFA tendría que meterse. No somos tontos”.

Genio y figura, el de Utrera, que nunca ha escondido su amor por el Athletic, vivirá una cita especial el sábado en el Ramón Sánchez Pizjuán, donde más de uno juega con la hipótesis de un posible pacto de caballeros con el club rojiblanco antes del inicio del partido. El pasado en común entre el entrenador andaluz y el Athletic, unido al punto que necesitan ambos equipos para finalizar la temporada en el puesto que ocupan en la actualidad, ha desatado la imaginación en Sevilla, donde son conscientes del milagro que necesita el conjunto hispalense para alcanzar la cuarta posición, al tener que perder sus partidos Getafe y Valencia, que se medirán a domicilio a los ya salvados Villarreal y Valladolid, respectivamente.

A la espera de observar lo que ocurre sobre el césped del Pizjuán, lo cierto es que Caparrós no tiene buenos en sus enfrentamientos con el Athletic, rival al que se ha medido en veinte ocasiones. En total, no en vano, son seis victorias, cuatro empates y diez derrotas las que acumula ante los bilbainos, a quienes se enfrentó por última vez en la campaña 2014-15. Corría el 20 de septiembre de 2014 y el utrerano, entonces a los mandos del Granada, logró sumar los tres puntos en su visita a San Mamés gracias a un solitario gol de Jhon Córdoba en el minuto 39. Se trata del último antecedente con el Athletic y Caparrós de por medio, destinados a cruzar de nuevo sus caminos en un reencuentro especial.