ATHLETIC 3-1 CELTA

ATHLETIC: Iago Herrerín; Capa, Yeray, Iñigo Martínez, Yuri; Dani García, Beñat; Ibai (Min. 76, Córdoba), Raúl García (Min. 79, Susaeta), Muniain; y Williams (Min. 82, Aduriz).

CELTA: Rubén Blanco; Hugo Mallo, Costas, Araujo, Olaza; Boudebouz, Okay (Min. 72, Jozabed), Lobotka (Min. 86, Fran Beltrán), Boufal; Aspas, Maxi Gómez (Min. 63, Boufal).

Goles: 1-0: Min. 16; Raúl García, de penalti. 2-0: Min. 17; Raúl García. 3-0: Min. 39; Williams. 3-1: Min. 89; Iago Aspas, de penalti.

Árbitro: Estrada Fernández (Comité Catalán). Por parte del Athletic, mostró tarjeta amarilla a Beñat (Min. 45), Muniain (Min. 60), Capa (Min. 86) y Raúl García (Min. 88); y a los visitantes Boudebouz (Min. 24), Araujo (Min. 35) y Hoedt (Min. 64).

Incidencias: Partido correspondiente a la trigésimo séptima y penúltima jornada de LaLiga Santander, disputado en San Mamés ante 42.494 espectadores, según datos oficiales.

Bilbao - Las emociones no terminaron ayer en la cita que acogió San Mamés. Se vivieron con fervor las diversas circunstancias que concentraba una fecha tan especial y todas ellas colmaron las expectativas. Lo principal fue que en el ámbito deportivo la cosa salió a pedir de boca gracias a una victoria concluyente sobre el Celta que sin embargo no sirve para certificar la séptima posición en la tabla. Hubo otros resultados que no favorecieron las aspiraciones propias por lo que la tensión se traslada al próximo fin de semana, será entonces cuando se sepa cuál es el lugar que ocupa el equipo de Gaizka Garitano al cabo de las 38 jornadas del campeonato.

Dictará sentencia el Sánchez Pizjuán, escenario al que acudirá el Athletic sin depender de nadie, le bastará con puntuar allí para jugar en Europa el año que viene, y este escenario es lo máximo que cabía pedirle antes de recibir al conjunto gallego. La verdad es que resultó más sencillo de lo previsto porque se combinaron de manera perfecta los dos condicionantes principales: el Athletic hizo bien su trabajo y el Celta decepcionó. A estas alturas del calendario ya se sabe que quien más quien menos compite azuzado por la necesidad en pos de un objetivo concreto del tipo que sea. En este caso, el local aspiraba a entrar en el cuadro de honor de la categoría y el visitante a eludir el descenso, pero a la hora de la verdad dio la sensación de que solo uno de los contendientes supo responder y actuar en consecuencia.

Tal como luego reconocieron en el vestuario rojiblanco, durante la semana en la preparación del duelo prevaleció una consigna que establecía como obligatorio saltar al campo haciendo gala de la máxima concentración. El temor a que se repitiese lo sucedido frente a Alavés y Valladolid en los dos encuentros más recientes, se desvaneció enseguida. Esta vez la puesta en escena del Athletic fue acorde a la trascendencia de los puntos en disputa. A un breve tanteo con susto incluido, pues al Celta se le anuló un gol por fuera de juego, le siguió una fase que despejó cualquier duda que pudiese rondar en el ambiente. Intenso y decidido, el Athletic avasalló al rival y se retiró al descanso con el triunfo en el bolsillo.

Tres goles como tres soles certificaron la neta superioridad que ejercieron los rojiblancos en un primer acto notable. Generaron fútbol con una soltura que estaba olvidada, moviendo la pelota a ras de césped con dinamismo, agilidad, precisión y profundidad. Las combinaciones se sucedían con la participación de todos los hombres y a ratos hasta se gustaron, elaborando las jugadas con muy buena letra. Fue una auténtica transformación respecto a fechas precedentes que estuvieron marcadas por la desorientación y una apuesta carente del más mínimo criterio, por no mentar el aspecto estético, ciertamente insufrible.

Pero no, ayer todo fluyó y aparte de la voluntad y el acierto del anfitrión, contribuyó lo suyo la desidia y blandura del oponente. Viendo su clamorosa pasividad parecía mentira que estuviese en riesgo de irse a Segunda. Finalmente resolvió el problema merced al marcador que se registró en Girona, pero el Celta se ganó a pulso un disgusto serio. Afirmar que extendió una alfombra roja, celeste sería más apropiado, para que el Athletic celebrase su fiesta no constituye una exageración.

Y ante semejante disposición, el Athletic se puso manos a la obra, tocando con holgura y saliendo vencedor en casi todas las segundas jugadas ante la falta de presión por parte de los chicos de un Francisco Escribá que, al igual que los animosos hinchas llegados desde Vigo, estaría estupefacto comprobando hasta qué punto sus jugadores eran capaces de hacer el ridículo.

Un derribo estúpido de Araujo a Muniain rompió definitivamente el partido. Raúl García ejecutó con temple el penalti y apenas unos segundos después arrancó Capa desde la divisoria, conectó con Williams, este sirvió sobre la carrera de Muniain, quien penetró en el área para servir hacia atrás a Raúl García, más despierto que los centrales para embocar a puerta vacía. Una jugada preciosa de las que se ven de Pascuas a Ramos y es que no es normal que el rival se dedique a seguir con la mirada la asociación de los rivales en una zona tan delicada del terreno. En fin, que el Athletic se daba un atracón y continuó gobernando sin que le importunaran.

MÁS REGALOS De acuerdo en que es duro recibir dos goles tan pronto, pero la disposición del Celta apenas varió y así pudo la grada pasárselo en grande, ávida de más goles mientras veía a Beñat mover los hilos como un general, y a los demás desbordar o resolver a un toque. El Celta ni la olía y en el colmo de la dejadez regaló el tercero. Olaza cedió desde muy lejos a su portero, quien salió del área y no tuvo mejor ocurrencia que chutar contra Williams, que se le acercaba. El balón golpeó en el ariete y salió hacia la portería. Por supuesto los defensas no tuvieron posibilidad alguna de corregir el desaguisado, en tres zancadas Williams se plantó para empujar a la red.

La segunda mitad ya fue una historia aparte. Sin relación con lo presenciado previamente, salvo por el abismo que señalaba el marcador. El Celta acaparó la posesión para brindar un tedioso ejercicio de impotencia. El Athletic ya no quería saber nada, se limitó a aguantar en su campo y la atención recayó en la figura de Susaeta: cuando salió a calentar, cuando Garitano prefirió meter primero a Córdoba y escuchó alguna protesta y por último, el instante en que el capitán ingresó en medio de una ensordecerá ovación. Susaeta no se enteró, se le veía ido, flotando. En la recta final se produjeron los únicos lances reseñables: el VAR anuló el segundo de Williams por supuesto fuera de juego de Capa y Aspas engordó su cuenta con un penalti por mano de Aduriz.

Sobró todo lo que hubo desde el descanso, reducido a un largo bostezo, porque el partido ya se lo había comido el Athletic como Juan Palomo y era el turno de las despedidas. Queda el viaje a Sevilla para intentar redondear una campaña con demasiadas aristas.