NO se le recordará por el partido de ayer, donde en líneas generales el Athletic, sus compañeros globalmente, plasmaron una actuación discreta, al menos en cuanto a elaboración de juego y oportunidades claras de gol se refiere -el equipo disparó una vez entre los tres palos y fue en la obra de arte firmada por Beñat-. Markel Susaeta perdurará sin embargo por su excelsa trayectoria. El eibartarra arribó a Lezama a los 9 años para convertirse a sus 31 en el quinto jugador del primer equipo con más partidos en la historia del club. Ha comparecido en 506 ocasiones (378 de liga, 50 de Copa y 75 de competiciones europeas, con 38 goles, 6 y 12, respectivamente) para elevarse hasta la quinta posición en la memoria de la entidad, solamente superado por José Ángel Iribar (614), Txetxu Rojo (541), Joseba Etxeberria (514) y Andoni Iraola (510).

El futuro de Susaeta, no obstante, está colmado de incertidumbre. Su contrato expira el próximo 30 de junio. A estas alturas, cuando restan tres encuentros para la conclusión de la temporada, se desconoce cuál es la intención del club con respecto al devenir del futbolista. He ahí que la parroquia de San Mamés, consciente de la posibilidad de que sea la última campaña del centrocampista en el Athletic, quisiera ayer ovacionar al eibartarra con un aplauso sentido y atronador. Porque de ser su curso definitivo con la zamarra rojiblanca, el de ayer, frente al Alavés, pudo ser su último compromiso en San Mamés, ante el público que le ha visto correr la banda derecha durante 12 temporadas.

De los tres encuentros restantes de la 2018-19, al Athletic le queda uno por disputar en La Catedral, la visita del Celta. Susaeta aún guarda opciones de volver a recibir el calor de la afición, pero el caso es que en los últimos tiempos, marcados por las decisiones del técnico Gaizka Garitano, no invitan a pensar en ello. Ante el abanico de jugadores capacitados para fajarse en la zona de actuación habitual de Susaeta, han prevalecido las elecciones de Óscar De Marcos, Iñaki Williams, Ibai Gómez, Raúl García e incluso Iker Muniain por parte del entrenador; en la etapa de Eduardo Berizzo, incluso Capa ocupó su rol.

De hecho, quizás ayer, el jugador de Eibar se vio con la titularidad impulsado por las bajas de los lesionados Ander Capa o Ibai. Si Garitano recupera efectivos y el encuentro ante el Celta requiere de otras preferencias, Markel pudo haber disputado ayer su último partido en Bilbao. La gestación del vitoreo.

El papel de Susaeta fue testimonial ayer. En un derbi de fricciones, de cuerpo a cuerpo, en el que hubo fases en las que el centro del campo era un campo aéreo, enmudeció como otros tantos. Acostumbrado a mandar mensajes a las áreas, como las ancestrales txalapartas que ahora despiertan los partidos en San Mamés, ayer no habló. El Athletic, asiduamente abrazado a sus bandas, factoría de centros -ayer, de los nueve remates de su equipo, seis fueron las coletillas de balones colgados-, apenas condujo el balón a los flancos durante la presencia de Susaeta en el campo. La tarea del mediocampista fue la de pico y pala. La de proteger el resultado superpuesta a la producción y la creatividad.

Difuminado Susaeta, Garitano le dio el relevo a Iñigo Córdoba en el minuto 60. Este último se alojó en la banda izquierda y Muniain se desplazó a la derecha para caer hacia el interior; seguido acontecieron los minutos más lucidos del rubio de la Txantrea. En ese minuto 60, Susaeta escuchó la sinfonía que más feliz puede hacer a un futbolista. El homenaje del ruido. El aplauso del calor. El reconocimiento a una trayectoria. ¿Cuántos pasan sin pena ni gloria por los clubes? Cada día más jugadores. Los One Club Man son reminiscencias de un pasado romántico, cuasiobsoleto. Susaeta es un superviviente de la globalización.

Cuestionado en no pocas ocasiones, rutinariamente apostado a la sombra de nombres que se han llevado la gloria y los titulares, haber alcanzado 506 partidos significa que ha tenido el crédito de sus entrenadores. El compromiso nunca ha fallado en Susaeta, más o menos acertado, pero eternamente laborioso. Irreprochable en este sentido. Pero el fútbol, como la sociedad, es voraz y no comprende sin resultados. Su moderada temporada puede significar el fin de uno de los vínculos más fructíferos de la historia del Athletic.