MENOS mal que es a las seis y media de la tarde. Si es a las nueve, me muero. Menos mal que me ha tocado el Atlético de Madrid y no ese paquete del Huesca. Por lo menos veré a Simeone. Ni un carcamal, ni un yogurín. ¿Todavía tiene un pase, verdad? Menos mal que ha salido un día primaveral. Si caen chuzos de punta, me hago el harakiri. Prácticamente me empollé un manual de autoayuda: Libro para dummies o Cómo sobrevivir a 90 minutos de fútbol y no morir en el intento. A priori, juraría que lo más interesante me parecía descubrir de qué color irían los colchoneros (celeste).

Y todo saltó por los aires en el segundo tiempo. Me rendí a la evidencia sentimental cuando vi a 22 tíos echando el corazón por la boca, y a 39.600 almas poniendo el corazón en sus manos. Eso sí, hasta entonces solo había estado pendiente de no terminar con una docena de pipas -que comía compulsivamente mi colega de asiento- en el sujetador. Así, Facundo no cierra nunca, deduje.

Porque, a partir del minuto 45, la retahíla de pensamientos positivos prefabricados se derrumbaron como un castillo de naipes. Disfruté del juego, de cada patadón p’arriba, patadón p’abajo (¡qué quieren, estando Clemente en un palco!), de cada txiribuelta que daban los chavales en el campo. Cuando Williams metió gol, y el rugido me destrozó los tímpanos, de poco acabo abrazada a mi otro vecino de bancada, un sexagenario, lo que me pega. Apretó la bufanda, me miró y, embrutecido de gol y furia, me hizo ojitos y me achuchó.

¡Qué decir de esa marea rojiblanca! Lo que hoy siente tu corazón, mañana lo entenderá tu cabeza, me dije, y me sumergí en eso que llaman fútbol pero quiere decir pasión. Entonces marcó Kodro y me estrujaron a derecha e izquierda. Tengo que venir más veces, pensé.

Siempre me había parecido que la épica que le echan los compañeros de Kirolak a las crónicas era del todo inmerecida. Siempre que era demasiado ruido para tan pocas nueces y sin embargo con el primer ¡hijo de p...!, y el segundo ¡j... inútil! se me aclararon las ideas. ¡Qué mogollón de adrenalina puesta al servicio de dos colores! ¡Juve, Juveeeee...!, que ya son ganas de tocar la moral. Si lo sé, me llevo unos tapones para los oídos, qué forma de vociferar.

Con la cantinela grabada de aquellos carruseles deportivos donde José Domingo Castaño se desgañitaba con ... goooool en La Condomina (sí, Murcia también existe), me imaginaba San Mamés un recinto con poco glamour. ¡Qué equivocada! Comprobé que las catedrales 3.0 pueden ser una cucada aunque mucho más ruidosas que tener la cabeza dentro del motor de un Boeing. Salí con la absurda sensación de que cuando llegase a casa, me haría socia... pero eso cuesta una pasta, ¿no? Y dudo de que el entusiasmo de ayer me compense el desembolso de mañana.