Otra moneda al aire
En una noche angustiosa, el Athletic gana tras una horrible primera mitad donde el Hertha hizo dos goles. Aduriz, dos veces de penalti, y Williams, en una contra, evitan el adiós a Europa.ATHLETIC RISAS CLUB: Black friday rojiblanco | ATHLETIC BIHOTZEZ: Triunfo del Athletic, pero? ¿y el fútbol?
ATHLETIC: Iago Herrerín; Lekue, Etxeita, Laporte, Balenziaga; San José (Min. 46, Iturraspe), Mikel Rico; Williams, Aketxe (Min. 46, Susaeta), Córdoba (Min. 80, HERTHA: Kraft; Weiser, Langkamp, Rekik, Plattenhardt; Lustenberger, Maier; Leckie (Min. 72, Esswein), Lazaro (Min. 80, Ibisevic), Mittelstadt; y Selke.
Goles: 0-1: Min. 26; Leckie. 1-1: Min. 35; Aduriz, de penalti. 1-2: Min. 36; Selke. 2-2: Min. 66; Aduriz. 3-2: Min. 82; Williams.
Árbitro: Paolo Tagliavento (Italia). Mostró tarjeta amarilla a Laporte (Min. 81) y Etxeita (Min. 91), por el Athletic; y al visitante Selke (Min. 67).
Incidencias: Partido correspondiente a la quinta jornada del Grupo J de la Europa League, disputado en San Mamés ante unos 45.000 espectadores. Unos 3.000 de ellos seguidores visitantes. El capitán del Hertha, Sebastian Langkamp, realizó la tradicional ofrenda foral al busto de Pichichi de cada equipo que visita por primera vez San Mamés.
Bilbao - En una noche presidida por la angustia, el Athletic enderezó el rumbo en la Europa League. Ahora le basta un empate en el partido que cierra el calendario del grupo, en el campo del Zorya, para asegurarse la presencia en la siguiente fase. Al amparo de San Mamés, al igual que en el cruce celebrado tres semanas atrás contra el Ostersunds, conquistó su segunda victoria. Le costó lo que no está en los escritos, estuvo dos veces por detrás en el marcador, completó una primera mitad horrible, mejoró luego, pero así todo sufrió en exceso ante un Hertha que justificó su condición de colista. Dos penaltis transformados por Aduriz y una contra de libro culminada por Williams muy cerca de la conclusión, valieron la remontada y compensaron una actuación de la que únicamente cabe destacar la voluntad exhibida.
Solo el nivel de los rivales ayuda a comprender que el Athletic haya alcanzado este punto del torneo ocupando la segunda posición. Este éxito parcial en absoluto es consecuencia de un comportamiento a tono con la calidad que se le presupone. Con un juego siquiera aseado en los compromisos previos, jamás se hubiese llegado a la crítica situación de ayer, donde la victoria era indispensable, y por supuesto, como gozaría de un colchón de seguridad, hubiera resuelto con cierta holgura la visita del club alemán. Lamentablemente, de momento el Athletic está para pocas cosas. Tenía deberes pendientes y la presión le impide expresarse con suficiencia. Vive del amor propio, del tesón, del sudor que invierte. Argumentos muy loables si no fuera porque con ellos subsana y de aquella manera, pasándolas canutas, una serie de deficiencias que se repiten con una frecuencia increíble.
Lo dicho, menos mal que los demás equipos son del montón porque el Athletic sigue empeñado en ponerse a su altura, que es lo peor que le puede ocurrir a quien es superior sobre el papel. Lógicamente, no dar la talla equivale a convertir cada compromiso en una moneda al aire. Ganar, empatar o perder, es una simple cuestión de azar. Otro escenario es impensable si el efecto que consigue con su funcionamiento como colectivo es dejar destemplado al personal. Ante el Hertha volvió a comprobarse que es incapaz de gobernar un choque, que quiere y no sabe cómo, que elaborar es un verbo que tiene atragantado, que tampoco ofrece solidez en la contención y que, en definitiva, está abocado a moverse a impulsos, carece de continuidad en su propuesta y termina apelando a la sangre que le bombea el corazón y a determinadas piezas para adecentar el panorama.
No fue de recibo que el Hertha tomase ventaja, menos aún que la misma estuviese precedida de dos avisos muy serios, ambos solventados por la agilidad de Herrerín, que no generase una sola aproximación de peligro antes del descanso. Tampoco es digerible que teniendo la gran fortuna de equilibrar el marcador en una acción aislada, un derribo a Williams, un penalti como una casa nacido de la nada, permitiese que el Hertha marcase su segundo gol un minuto después de sacar de centro. Pero todo esto sucedió para condimentar un período de nulidad futbolística, con los alemanes cómodos y el Athletic empantanado, corriendo en vano, maltratando la pelota, reculando temeroso, consciente de su fragilidad.
CENTRO DEL CAMPO Ziganda pensó que es viable gestionar un encuentro de máxima trascendencia, una final, con un centro del campo que a nadie se le había pasado por la cabeza. Juntó a San José, al que tuvo que quitar a la primera oportunidad y van ya unas cuantas porque está bajo mínimos, con Rico y Aketxe, postergados desde agosto, prácticamente ajenos a la competición y por lo tanto, sin ritmo. Esta pareja aportó durante el rato que se le concedió a la desesperada ante el Villarreal, cierto, pero imaginar que eran los idóneos para plantear una ofensiva sólida, con fundamento, que requería amasar la posesión, percutir, agobiar en la medida de lo posible al oponente, era abonarse a la utopía. Pues eso, que la lógica arruinó la original apuesta, que no volverá a repetirse en lo queda de curso, el Athletic nunca llevó el peso de las operaciones y recibió dos goles que pudieron ser cuatro.
A la vuelta del intermedio, dos cambios confirmaban el fracaso de la elección inicial, siempre la principal. La mitad del tiempo desperdiciado y algo más, porque el equipo perdía y se estaba despidiendo de la Europa League. Dos cambios para buscar una reacción que se produjo, faltaría más, pues se trataba de poner algo de sentido común a la organización del equipo y solo con eso a peor no se podía ir. Pero es mucho más complicado aspirar al triunfo contra el cronómetro y frente a un rival que estaba entero, sin recibir un rasguño, y que previsiblemente optaría por el repliegue.
A trancas y barrancas, el Athletic fue pisando zona de remate. Dominaba con nitidez, pero hacía falta bastante más que tenerla y no perderla: percutir, arriesgar, proponer entre líneas, profundizar por las alas y dar suministro al delantero. Aduriz protagonizó su primer remate a la salida de un córner, se le fue alto, pero ya era algo. Rico tuvo la segunda, su tiro fue a dar en el cuerpo de Etxeita. A la tercera, templó Susaeta, Balenziaga apareció para cabecear y Langkamp desvió con el brazo en alto. Segundo penalti. Aduriz cambió la dirección, ajustando mucho al palo izquierdo de Kraft. Casi media hora para voltear la tortilla, con el equipo más entonado y el Hertha con el miedo en el cuerpo. Iturraspe filtró al área y Williams, tras revolverse chutó sin gracia.
O empate o victoria, no cabía otro desenlace y lo precipitó una contra, que por si aún quedaban descreídos, retrató al Hertha. Fue un avance que dirigió Susaeta, a la altura del círculo central sirvió a Williams, quien halló la compañía de un Balenziaga desbocado en la carrera y sereno para devolvérsela en bandeja nada más llegar al área. En ventaja, Williams la puso en la red. La locura en la grada. Y todavía, en tiempo añadido, hubo que asistir a un nuevo sobresalto, con Selke pifiando un remate franco ante Herrerín. ¡Buff! Qué mal lo pasó el Athletic y todos los que fueron testigos de que sin jugar al fútbol, el fútbol es una moneda al aire. Anoche salió cara, pero el partido fue una cruz.