bilbao - Pedro Aurtenetxe es el presidente inolvidable del Athletic. Desde el mismo momento en que tomó posesión del cargo accedió a esa categoría selecta, y casi podría decirse que singular, gracias a las conquistas deportivas del equipo bajo su mandato. Y como no se han reeditado en las siguientes tres décadas, es natural que su nombre haya permanecido impreso en el subconsciente de los socios y seguidores de la entidad en todo este tiempo, incluso entre las generaciones que no tuvieron la fortuna de vivir en directo aquellos títulos y, sobre todo, las celebraciones consiguientes, la mayor fiesta que ha conocido Bilbao, con el pueblo volcado alrededor de la gabarra surcando una ría que por unas horas tiñó el marrón de sus aguas con los colores rojo y blanco.

Ayer, a los 83 años de edad, falleció Aurtenetxe, quien en los últimos años mantuvo una dura pugna con la enfermedad. Una personalidad muy acusada, en la que sobresalía la agilidad mental y un hábil manejo de la ironía, le permitió adoptar una postura muy pragmática en el ocaso de su existencia y siempre se mantuvo fiel al cultivo de las relaciones sociales. Era, qué duda cabe, un producto de otra época. Él mismo se jactaba de ser alguien normal en el sentido de tratar con todo el mundo, de hacer vida en la calle, algo que percibía se estaba paulatinamente perdiendo por la proliferación de actitudes vitales más individualistas, más cerradas.

Entró en el Athletic en 1977 en calidad de directivo responsable del área deportiva de la mano de Beti Duñabeitia, a quien consideraba su modelo. Aseguraba que una vez este tomó la determinación de dejarlo fue empujado a sucederle. En junio de 1982 ganó las primeras elecciones en las que cada uno de los 23.000 socios tuvo derecho a voto. Derrotó con cierta holgura en las urnas a Iñaki Olaskoaga y arrancó un periodo de ocho temporadas donde no faltó de nada. Pero los comienzos resultaron espectaculares, el Athletic se proclamó campeón de liga en dos ocasiones consecutivas y ganó también un título de Copa. La felicidad se truncó a consecuencia de un conflicto interno en el vestuario que desembocó en una crisis sin precedentes.

Las desavenencias entre Javier Clemente y Manolo Sarabia hicieron saltar por los aires un proyecto que no volvería a levantar el vuelo. La directiva se posicionó del lado del futbolista y abordó a principios del 86 la rescisión de contrato de Clemente, el ídolo de la afición, un técnico peculiar que moldeó un bloque pétreo capaz de desafiar el poderío económico y la superioridad técnica del Real Madrid y el Barcelona de Maradona y Schuster. El cisma afectó a todos los estamentos del club, nacieron dos corrientes irreconciliables entre los seguidores que se mantuvieron activas varios años. El desagradable capítulo que dividió a San Mamés en clementistas y sarabistas amainó con la marcha del delantero en 1988.

Dos años antes, Aurtenetxe se presentó a la reelección. “Quedan por cumplir algunos compromisos”, fue la razón esgrimida para prolongar hasta 1990 su estancia en el despacho presidencial. Su testigo pasó a manos de José Julián Lertxundi, que se impuso a José María Arrate con el apoyo de última hora de? Clemente. Tanto Lertxundi como Arrate habían pertenecido a la junta de Aurtenetxe, que continuó vinculado al fútbol a través de la UEFA, formando parte de diversas comisiones.

el ‘hit’ de bizkaia La figura de Aurtenetxe no solo está íntimamente ligada a los éxitos cosechados por el Athletic en el campo. Además del fenómeno social que supuso la revisión del clásico recibimiento popular que se le dispensaba al equipo campeón a su llegada a Bilbao, sustituyendo el camión por la gabarra, una idea sobre cuya paternidad hay diferentes versiones, si bien la más sólida apunta al gerente Fernando Otxoa, en marzo del 83 se estrenó el actual himno del club. En su gestación intervinieron Arrate y Cecilio Gerrikabeitia, un directivo relacionado con el mundo de la música culta. Carmelo Bernaola fue el encargado de hacer los arreglos de la música creada por José de Olaizola y Feliciano Beobide. La letra es obra del recientemente fallecido Juan Antonio Zubikarai, que se inclinó por utilizar el euskera vizcaino. No hay un tema que haya sido más cantado por estos lares desde que se diera a conocer.

Con Aurtenetxe se abordó asimismo el cambio definitivo de sede social, el Athletic se trasladó al Palacio de Ibaigane, incautado a la familia De la Sota por Franco y recuperado por sus dueños originales en 1979. En el 86, el club se convirtió en propietario de la finca que fue sometida a una restauración e inaugurada el 22 de agosto de 1988.

En febrero de 1990, Aurtenetxe anunció su deseo de abandonar la presidencia y tres meses más tarde pasó a ser un socio de a pie, lo cual nunca fue un obstáculo para que frecuentase el palco de San Mamés. Le gustaba ese ambientillo, acaso fuese un síntoma de la añoranza que le producía una época que ha quedado grabada porque en verdad fue inolvidable para todo el que se siente del Athletic.

Hoy se le tributará el último adiós a Pedro Aurtenetxe. Su funeral tendrá lugar a partir de las 19.00 horas en la iglesia bilbaina de San Vicente.